Crítica: Snowpiercer (2013)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Recomendación del EditorUSA / Francia / República Checa / Corea del Sur, 2013: Chris Evans (Curtis), Kang-ho Song (Namgoong Minsu), Tilda Swinton (Mason), Jamie Bell (Edgar), Luke Pasqualino (Grey), John Hurt (Gilliam), Ed Harris (Wilford), Octavia Spencer (Tanya)

Director: Bong Joon-ho, Guión: Bong Joon-ho & Kelly Masterson, basados en la novela gráfica Le Transperceneige de Jacques Lob, Benjamin Legrand y Jean-Marc Rochette

Trama: El futuro. El intento de frenar el imparable calentamiento global sólo ha servido para desatar un desastre climatológico de proporciones planetarias, envolviendo a la Tierra en una nueva era de hielo. Los escasos supervivientes se encuentran a bordo del Snowpiercerun tren impulsado por un motor de movimiento perpetuo, el cual recorre de manera imparable los devastados paisajes helados de lo que fuera una vez la civilización humana, ya que las bajísimas temperaturas han convertirdo la superficie del planeta en un lugar letal -; pero el ferrocarril se encuentra dividido en clases sociales, cada una de las cuales vive en su correspondiente vagón de pasajeros. Quienes llevan la peor parte son los del vagón de cola, individuos reducidos a las peores condiciones de vida, y quienes vienen organizando desde hace rato una revolución para tomar el control de tren. Al mando de la revuelta está Curtis, el cual ha podido capturar a uno de los ingenieros que construyeron el tren, y el cual sabe como desactivar las reforzadas puertas que separan un vagón de otro. Pero a medida que Curtis comienza a avanzar – aplastando cráneos y dejando un tendal de cadáveres -, empezará a descubrir que nada es lo que parece y, lo que es peor, terminará por darse cuenta que sus ideales no sirven de nada en un microuniverso regido por las estrictas reglas de la supervivencia.

Snowpiercer Si ustedes se estaban preguntando qué diablos pasó con el talentosísimo director de la coreana The Host (aquella del monstruo super cool que se colgaba de los puentes), he aquí la respuesta: luego de un par de incursiones en territorio dramático, Bong Joon-ho ha regresado al género fantástico y se ha despachado con Snowpiercer (El Perforador de Nieve), un título basado en una novela gráfica francesa. El resultado final es tan inteligente y apasionante – tan fuera de la norma – que debería figurar ya entre los mejores títulos de ficción del año 2013.

Snowpiercer es una visión alegórica de la lucha de clases. Una catástrofe climatológica ha congelado la superficie del planeta y los únicos supervivientes se encuentran a bordo de un tren, el cual recorre un circuito sin fin trazado alrededor de la Tierra. Impulsado por un motor de movimiento perpetuo, el tren provee luz, calor, cobijo y comida para sus pasajeros, aislándolos del letal frío que los rodea. El problema es que el grueso de los tripulantes son adinerados que viven en el lujo y la diversión mientras que unos pocos – la clase baja – ha sido confinados al vagón de cola, en donde viven prácticamente como animales. Estos tipos viven en la mugre, son alimentados con una asquerosa gelatina – el primo lejano del Soylent Green, como quien dice -, y de vez en cuando son usados para proveer de mano de obra barata – cuando no, de niños, órganos y quien sabe cuántas otras cosas – a los burgueses que viven en los primeros vagones. Entre los desahuciados figura Chris Evans, el cual está harto de toda esta situación – la cual se mantiene desde hace 20 años – y planifica meticulosamente una revolución, intentando apoderarse de la locomotora para imponer un régimen mas justo y humano. El problema es que el tren es enorme, hay una nutrida guardia – provista por el billonario que construyó el tren y que gobierna el mismo en calidad de dictador – fuertemente armada, y los vagones son compartimientos estancos separados por puertas blindadas. Con la ayuda de un aliado secreto, Evans dispara la revuelta y empieza a tomar vagón por vagón, los cuales empiezan a develar inquietantes secretos sobre la manera en que se vive a bordo del tren.

Snowpiercer es un filme elaborado y tremendamente ambicioso. Toda la historia parece haber sido escrita por un idealista – y me atrevería a suponer que se trata de un antiguo simpatizante de izquierda, un militante de la década del 60 en donde las utopías parecían estar al alcance de la mano y la gente batallaba por sus principios – desencantado con el funcionamiento real del mundo y, sobre todo, con las mecánicas de clases que rigen actualmente en la sociedad. En un extremo los poderosos, en el otro los pobres y los abandonados, los cuales son idealistas y buscan la revolución como manera de establecer un régimen social justo. Por supuesto la revolución es sangrienta y brutal – en un momento se libra a bordo del tren una batalla campal con hachas en medio de la oscuridad (otra que el climax de Bandas de Nueva York de Scorsese) -, y sólo sirve para revelar la miseria de la condición humana con cada descubrimiento que hacen en los vagones capturados. Llega un momento en que las revelaciones son abrumadoras y Evans duda entre seguir – y continuar enterándose de más abominaciones – o plantarse y negociar algún tipo de mejora con las despóticas autoridades que rigen el tren.

Una cosa brillante que hace Bong Joon-ho es ir en contra de las expectativas y negarse a trabajar con clichés o supuestos. Este es un mundo brutal maquillado de sociedad organizada y civilizada. Acá la gente muere o es castigada de la peor manera posible – la escena en donde a Ewen Bremmer le hacen sacar el brazo por la ventanilla para que se hipercongele y después se lo partan con un martillo es simplemente shockeante y me hace acordar a los salvajes experimentos de Hombres Detrás del Sol – y, en cualquier momento cualquiera de los protagonistas puede morir. De hecho cuando llegamos al climax ya han desaparecido una buena cantidad de rostros conocidos, los cuales han perecido en las peores circunstancias. He aquí un relato inteligente en donde los individuos son actores al servicio de la trama, y no estrellas cuya presencia es privilegiada por el libreto.

Desde ya cada vagón tomado implica una serie de descubrimientos que van de lo deleznable a lo shockeante. Es particularmente graciosa la toma del vagón escuela, en donde los chicos son adoctrinados – via infomerciales – sobre los valores impuestos por el billonario dueño del tren, el cual en la práctica no es mas que un despiadado dictador. Todo esto está maquillado con marketing y snobismo, creando una generación de fanáticos fascistoides que viven en el lujo, las drogas, los placeres y la superficialidad, los cuales contrastan fuertemente con el salvaje mundo en donde Chris Evans y los suyos sobreviven. Por otra parte cuando llegamos al vagón principal – el de la locomotora – las cosas terminan por cobrar sentido. (alerta spoilers) Al momento de reunirse Chris Evans con el millonario (un excelente Ed Harris), el mismo le revela que todo forma parte de un acuerdo entre los líderes de las clases alta y baja, un mecanismo automático que sirve para depurar las clases y mantener controlada la población del tren (tanto en disciplina como en números). En ese momento uno siente que los autores de la novela gráfica están haciendo un comentario amargo sobre líderes sociales – los defensores de los desposeídos terminan abandonando sus ideales para encamarse con los dueños del auténtico poder, extasiándose con su dominio y sus lujos, y olvidando la misión que los trajo hasta allí -. En el fondo es el desencantado reconocimiento de que la justicia social es un imposible, simplemente porque siempre van a existir poderosos que puedan corromper a los revolucionarios, y porque los poderosos en sí son una parte indispensable del sistema: los dueños de medios ilimitados, los individuos formados con una educación superior y dueños de una visión tan pragmática como desangelada de la realidad, los que establecen un sistema de reglas y que, en definitiva, motorizan el funcionamiento de la sociedad. Ed Harris no es un demonio sino un individuo amoralmente pragmático, un tipo cuyo criterio se guía por la frialdad de los números, y el representante eminente del darwinismo social, ése que dicta que sólo puede sobrevivr el mas fuerte y apto. Pero para que tipos como Harris existan, precisa el sustento de una clase baja que haga de carne de cañón de la sociedad y se encargue de las tareas mas deleznables. En muchos sentidos Snowpiercer reinterpreta varios temas propios de Metrópolis de Fritz Lang – la existencia de un mundo secreto y subterráneo que sustenta los vicios de la clase alta -, sólo que ha amortizado el idealismo y lo ha trocado por una visión mucho mas cínica. Ciertamente es una visión tan extremista como prefabricada – en el mundo de Snowpiercer no existe clase media; los individuos de clase baja tienen suficiente inteligencia y desarrollo cultural para darse cuenta de su condición y armar un plan para batallar por un replanteo de condiciones – pero está armada con convicción y lujo de detalles, lo cual la hace inteligente y, desde ya, tema de debate (fin de spoilers).

Snowpiercer es excelente por donde se la mire. Ciertamente hay momentos que rayan en el humor bizarro – en especial las diatribas despachadas por Tilda Swinton, la que parece tremendamente ridícula hasta que ordena alguna ejecucion brutal -, pero es un filme que se mantiene siempre interesante y desafiante. Las performances son excelentes – en especial Chris Evans, demostrando que además de ser estrella de acción es también un gran actor (algo así como un nuevo Matt Damon); y el amigo de la casa Kang-ho Song, que fuera el protagonista de The Host y aquí tiene una plétora de momentos para lucirse -, el filme es intenso y la historia apasionante, con lo cual Snowpiercer se vuelve un plato tan delicioso que resulta imposible de perder.