Crítica: Dos Picaros con Suerte (1977)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1977: Burt Reynolds (Bandido), Sally Field (Carrie), Jerry Reed (Cletus), Mike Henry (Junior), Jackie Gleason (Sheriff Buford T. Justice)

Director: Hal Needham, Guión: Robert L. Levy & Hal Needham

Trama: Los Enos – padre e hijo – son una dupla de apostadores compulsivos. Amantes de las cervezas Coors, ahora quieren obtener un cargamento exclusivamente para su placer personal. Es por ello que enrolan al camionero Bandido en su juego, apostando que el mismo no podrá traer una carga de 400 cajas de Coorsdesde Texas hasta Georgia – en menos de 28 horas. Con 80.000 dólares en juego, Bandido acepta la apuesta aunque sabe que se trata de una movida ilegal – traspasar cerveza de estado a estado sin las autorizaciones correspondientes es considerado contrabando y se pena con años de cárcel -, y decide acudir a su compadre Cledus Snow para que lo asista en la operación. Mientras Cledus conduce un enorme trailer, Bandido se encargará de distraer a la policía utilizando su ultramodificado Pontiac TransAm, poniéndolo a máxima velocidad y alejando a los patrulleros del camino mientras el camión se dispara a velocidades mas allá de las permitidas. Pero en medio de la correría Bandido se topa con una chica, la cual acaba de escaparse de su propia boda. Y mientras la alcanza al pueblo siguiente, el aventurero se entera que la muchacha era la novia de Junior, el hijo del irascible sheriff Bufford T. Justice y el cual viene pisándoles los talones para recuperar la chica. Zumbando en la carretera a todo gas, Bandido y Carrie irán pisteando y esquivando obstáculos mientras que el vengativo Justice irá alertando a toda la policía del estado sobre su presencia… una movida que no figuraba en el plan inicial y que pone en riesgo toda la misión de contrabando.

Burt Reynolds le pregunta a su compañero de ruta si conoce dónde encontrar un buen libretista en esta escena de Smokey and the Bandit (1977) Burt Reynolds le pregunta a su compañero de ruta si conoce dónde encontrar un buen libretista en esta escena de Smokey and the Bandit (1977)

Dos Picaros con Suerte El automovil: ícono cultural norteamericano. Por tamaño, por potencia, por opulencia, los coches norteamericanos son únicos y los estadounidenses les rinden culto con exagerada pleitesía. No es de extrañar que semejante pasión terminara de plasmarse en algún momento en el celuloide. Primero estuvo la corrección y vinieron los filmes sobre carreras automovilísticas; pero a finales de los 60 el código Hays se desmoronaba y los cineastas se volvieron mas subversivos. ¿Por qué no disparar una carrera endemoniada en medio de una atestada ciudad?. ¿Por qué respetar los límites de los circuitos si correr en mitad del tránsito – chocándose contra todo, esquivando por un pelo a los transeúntes – es mucho mas excitante?.

Es difícil de establecer en qué momento comenzaron las car operas, pero todo el mundo toma como puntapié inicial la extensa y gloriosa persecución que mantenía Steve McQueen a bordo de su Mustang GT (y contra un poderoso Dodge Charger) en Bullitt. Si bien no era una película dedicada a los autos (la persecución era sólo el fragmento de una historia mayor), fueron las artes de Peter Yates las que inventaron los códigos visuales para transmitir la adrenalina de la correría al público. Sumado al hecho de que los finales de los 60 marcaban el auge de los muscle carsautos de calle dotados de motores altamente potenciados -, la euforia por las persecuciones automovilísticas terminaron pasando de ser una pieza complementaria de los filmes a transformarse en el leitmotiv de los mismos. Desde las correrías de 007 por Las Vegas en Los Diamantes son Eternos a La Fuga del Loco y la Sucia, pasando por Moonshiners, Duelo a Muerte, Vanishing Point, Gone in 60 Seconds …. Las cintas se alternaban entre la idiotez absoluta y el espectáculo de calidad, y los coches destrozados se acumulaban por decenas mientras que los héroes de turno escapaban a todo gas.

Si la mayoría de esos filmes eran espasmos de la contracultura norteamericana – en todos ellos los villanos son las autoridades policiales y los héroes son criminales prófugos, lo que implica un claro desafío a la autoridad preestablecida -, es posible que el epitome del subgénero termine siendo el filme que ahora nos ocupa, una cinta mediocre que terminó convirtiéndose en la película mas taquillera del año 1977 después de Star Wars (!). Dos Picaros con Suerte rebosará de simpatía y la visión del Pontiac TransAm pisteando por las carreteras de Texas será gloriosa pero, oh Dios, qué diálogos tan horrendos que tiene.

Smokey and the Bandit es un proyecto de vanidad de Burt Reynolds. A Reynolds siempre le apasionó la adrenalina – durante la mayor parte de su carrera hizo sus propias acrobacias, un detalle que realzaba aún mas su increible celebridad en los setentas – y decidió impulsar este proyecto armado por su amigo Hal Needham – reconocido stuntman de Hollywood – para su debut directorial. No hubo ejecutivo alguno en los estudios que pudiera tragar el ridiculo libreto, el cual sólo consiguió luz verde cuando Reynolds decidió ponerle la firma para hacer el protagónico. Del mismo modo nadie supo explicar como semejante berretada logró hacer 300 millones de dólares en taquilla a nivel mundial, un disparate considerando que costó apenas 4.3 millones de verdes. Como se ve, los estudios universitarios no equivalen a una bola de cristal en lo que a gustos del público se refiere.

Es dificil no ser cínico con una visión moderna de Dos Pícaros con Suerte (yo me cuento entre los que fueron a verla en su día de estreno, y la disfrutaron como locos). El filme ha envejecido mal y las costuras quedan a la vista. No hay tantas persecuciones como debieran, y la mayor parte de la película parece improvisada. Reynolds desparrama carisma por los cuatro costados, pero también es cierto que títulos mediocres como éste son los que terminaron – a la larga – sepultando su carrera, ya que el tipo estaba convencido de podía compensar cualquier tipo de libreto con su ángel. Sally Field sigue siendo fea – ¿qué le vió Reynolds para que estuvieran de novios tanto tiempo? -, y la leyenda de la comedia norteamericana Jackie Gleason se ve terriblemente enferma, con la piel gris y los ojos inyectados (y eso que tenía 61 años al momento de filmar). Gleason, tremendo actor, músico y personne celebre, nunca pudo tener plasmar en el cine el mismo éxito que tuvo en la televisión, y éste figura como uno de los escasos hitos de su carrera. Al menos Gleason tiene sus momentos – maldiciendo a medio mundo de maneras pintorescas -, pero el resto es un divague mal. Los diálogos de radio entre Jerry Reed y Burt Reynolds son una andanada de bobadas, la Field es un adorno poco útil (salvo como excusa para que Gleason persiga a Reynolds como loco) y el resto se relame en su zonzería.

Dos Picaros con Suerte es un espectáculo pasable y nada mas que eso. Nadie pide que esto sea Shakespeare, pero al menos podían haber pulido los pasos de comedia para hacerlos graciosos. Prueba de la popularidad del filme es que se dispararon imitadores, secuelas y series – ¿quién no cree que Las Aventuras de B.J., Sheriff Lobo y, sobre todo, Los Dukes de Hazzard no hubieran existido gracias a Reynolds y su TransAm? -, las cuales proliferaron hasta mas de 20 años después de su estreno… demostrando que a los norteamericanos siguen apasionándoles los autos mas allá de la calidad de los filmes en los cuales estén envueltos.