Crítica: El Secreto de la Pirámide (Young Sherlock Holmes) (1985)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1985: Nicholas Rowe (Sherlock Holmes), Alan Cox (John Watson), Sophie Ward (Elizabeth Hardy), Anthony Higgins (Rathe), Earl Rhodes (Dudley)

Director: Barry Levinson, Guión: Chris Columbus

Trama: Inglaterra, siglo XIX. El adolescente John Watson comienza a tomar clases en un instituto, en donde la sensación resulta ser Sherlock Holmes – un brillante joven dotado con poderes deductivos asombrosos -. No pasa mucho tiempo antes que Watson se haga amigo de Holmes y de Elizabeth Hardy, su prometida, quienes se reúnen en la casa del tío de ésta, el inventor Rupert T. Waxflatter. Pero al poco tiempo de estar allí Waxflatter aparece muerto y, entre sus posesiones, aparecen una serie de pistas que indican que el profesor estaba investigando los misteriosos suicidios de dos antiguos amigos suyos. Al seguirlas Holmes y Watson descubren la existencia de una antigua secta egipcia, dedicada a realizar sacrificios humanos, y que se encuentra en pleno plan de venganza de Waxflatter y sus amigos por un antiguo incidente ocurrido en El Cairo décadas atrás. Pero ahora Elizabeth ha sido raptada por la secta y los dos muchachos – sin posibilidad de pedirle ayuda a nadie – deberán ingeniárselas para rescatar a la chica.

El Secreto de la Piramide (1985) En las estanterías de los videoclubes suelen esconderse joyas olvidadas. El Joven Sherlock Holmes (o, como se la bautizó en español, El Secreto de la Pirámide) es una de ellas. Data de mediados de los ochenta, cuando Spielberg comenzó a expandirse como productor y empezó a fundar los cimientos de su actual imperio. En esa época los productos de la factoría Spielberg venían pisando fuerte, con hits monumentales como Gremlins (1984) o Volver al Futuro (1985). Lamentablemente ésta fue la única producción de aquella época en donde el público le dió la espalda. Sin embargo, a los ojos de un espectador moderno, el filme representa un fabuloso diamante enterrado en las arenas del tiempo.

Uno podría decir que el mayor problema de El Secreto de la Piramide es que está adelantada a su época. En su momento la crítica la dilapidó por efectista y poco respetuosa de la mitología del personaje, y hasta la llegó a comparar con una versión adolescente de Indiana Jones y el Templo de la Perdición. Pero, en realidad, el tono informal y aventurero de este Holmes – bromista, espadachin, acróbata – no difiere demasiado del usado por Robert Downey Jr en Sherlock Holmes (2009), y no le va mal al personaje. A su vez hay dos detalles muy interesantes: el primero es el libreto del entonces novel Chris Columbus, que resulta ser el modelo prehistórico que el guionista y director plasmaría en la saga de Harry Potter. Es cierto que ni este filme ni los de Harry Potter inventan nada nuevo – la literatura inglesa se ha deleitado durante décadas con las aventuras corridas por adolescentes inmersos en ultraconservadores colegios británicos -, pero el patrón marcado aquí no deja de ser sorprendente: hay cenas a la luz de la vela en salones gigantes, directores estrictos, profesores amigables, compañeros de escuela traicioneros (el joven Holmes se topa con su propia version de Draco Malfoy), y hasta un trio de amigos y compañeros que ¡voilá! resulta ser un joven despierto, un torpe simpático, y una chica adorable que siempre queda en apuros. Súmese a esto un puñado de secuencias con tonos sobrenaturales – los villanos de turno utilizan dardos cargados con un veneno que produce alucinaciones, lo que sirve de excusa para algunos de los primeros CGI de la historia del cine -, y me animaría a decir que con sólo un par de cambios toda la aventura bien podría transformarse en una correría típica de Harry Potter. Casi podría decirse que El Secreto de la Piramide es a la saga del mago adolescente lo mismo que Planeta Prohibido representa a la serie de Viaje a las Estrellas: un patrón muy claro y altamente inspirador del cual, años mas tarde, saldría un producto mucho mas pulido y popular.

El segundo punto de interés es que El Secreto de la Piramide funciona como un Sherlock Holmes Begins. Todos los componentes del mito caen en su lugar con sorprendente naturalidad: cómo adopta su vestimenta, cómo comienza a tocar el violín, cómo se hace con la clásica pipa… hasta la secuencia posterior a los créditos finales en donde se describe el nacimiento del némesis de toda su vida, el profesor Moriarty. Es un libreto realmente inteligente y respetuoso del caudal literario del personaje.

En cuanto a la investigación en sí, está ok. Por supuesto hay detalles desprolijos: desde el uso de la “máquina de volar” hasta algunas secuencias con el conocido sobre-actor Freddie Jones (un tipo que se las apaña para arruinar todas las películas en donde aparece… e igual lo siguen contratando!) – en especial cuando lo drogan con un dardo, que es algo que se resuelve de una manera demasiado rápida y prolija -, sin contar que la identidad del villano está cantada desde el vamos debido a la ley de economía de personajes. Pero aún así, con todo, El Secreto de la Pirámide es un filme que merece redescubrirse. Hay mucho talento y muchas cosas interesantes en esta película, y es un filme que hubiera obtenido el mérito que le corresponde si se hubiera estrenado en la época actual, en un momento en donde todos hacen precuelas y la fantasía para adolescentes se ha puesto de moda.