Crítica: Grita, Blacula, Grita (1973)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1973: William Marshall (Blacula / principe Mamuwalde), Don Mitchell (Justin Carter), Pam Grier (Lisa Fortier), Michael Conrad (sheriff Harley Dunlop), Richard Lawson (Willis Daniels)

Director: Bob Kelljan, Guión: Joan Torres, Raymond Koenig & Maurice Jules

Trama: La líder del culto vudú ha fallecido y todo parece indicar que su protegida, Lisa Fortier, será la próxima Mama Loa. Sin embargo su hijo, Willis Daniels, reclama con insistencia el puesto y, enfurecido por el desprecio que recibe, decide vengarse de todos. Para ello celebra un ritual de magia negra y logra revivir a Mamuwalde, un antiguo principe africano que fuera mordido por Drácula en el siglo XIX y que se convirtiera en un vampiro sediento de sangre. Pero pronto queda en evidencia que Mamuwalde es incontrolable y Willis es mordido y transformado en su esclavo. Ahora Mamuwalde parece haber puesto sus ojos en Lisa… pero al descubrir que se trata de una sacerdotisa vudú, su interés ha cambiado radicalmente. Y es que Lisa es la única que puede exorcisar al demonio vampírico que lleva dentro, transformándolo nuevamente en un ser humano. Pero la policía y el novio de Lisa han comenzado su propia investigación, y el rastro de cadáveres lleva las pistas hasta la mansión de Willis, en donde Mamuwalde y los suyos descansan el sueño de las criaturas de la noche durante el transcurso del día.

Grita, Blacula, Grita En los 70 la situación racial en la sociedad norteamericana estaba en su pico máximo de tensión. O las cosas se arreglaban, o se desataba una guerra civil. En una época de reclamos por la igualdad y la justicia, surgió la necesidad de contar con pro-hombres que simbolizaran el orgullo de ser una minoría. No importaba que dichos héroes provinieran de la fantasía made in Hollywood; la comunidad afro americana necesitaba creer, admirar y sentirse orgullosa. Así es como surgió el blaxploitation, un género marcado por morenos en los papeles principales, los cuales solían dar un alegórico castigo a los malvados blancos… aunque fuera en la pantalla. El blaxploitation no se limitó a los policiales (como Shaft) sino que pronto extendió sus fronteras a casi todo tipo de género. Los exponentes más curiosos del rubro provienen de la AIPahora regenteada en exclusiva por el blanquísimo Samuel Z. Arkoff -, quien olió una tonelada de dólares a la distancia, y decidió combinar blaxploitation y horror, generando uno de los coctels más extraños, explosivos y efectivos. Surgieron versiones morenas de Jeckyll y Hyde, de Frankenstein, de El Exorcista… y de Drácula. Considerando el enorme éxito que supuso Blacula (1972), resultaba obvio que la AIP iba a encargar la secuela. Sin embargo el segundo capitulo resulta ser bastante flojo, como si hubieran tirado un puñado de grandes ideas sobre la mesa y ninguno de los guionistas supiera muy bien qué hacer con ellas.

Acá dirige Bob Kelljan, el mismo de Conde Yorga, Vampiro, y uno podría anticipar que – tal como hizo con el filme con Robert Quarry – con su talento podría obtener algo diferente. Hay chspazos fugaces de buenas ideas – básicamente es confrontar al vampirismo (que en sí es una mutación del mito cristiano del demonio y al cual se lo combate con símbolos religiosos como cruces o agua bendita) con el Vudú, religión hibrida conformada de retazos de paganismo africano y del mismo cristianismo -, las cuales quedan a medio cocinar. Blacula / Mamuwalde no revive por una ceremonia satánica sino por un rito vudú, y ahora el moreno principe de las tinieblas busca que el vudú lo ayude a exorcisar el vampiro que lleva dentro. Mientras que los cinco minutos iniciales son brillantes, todo lo que sigue es una dispersión de personajes, situaciones y diálogos – la gente va, viene, hay un ataque aquí, otro allá, todos hablan mucho pero poco de lo que dicen está relacionado con el núcleo de la trama, etc -, con lo cual la historia pierde toda su intensidad en la primera media hora. Es como si los guionistas hubieran perdido la brújula: no logran convertir a Mamuwalde en una figura trágica – de vez en cuando lo hacen matar a alguien como para justificar que esto es un filme de terror -, y los protagonistas van y vienen sin demasiado rumbo. Por ejemplo, el resentido hijo de la sacerdotisa pierde importancia durante el resto del film; la legión de vampiros creados por las víctimas de Blacula sólo son un relleno para el climax (otro asalto policial a una casa infestada de chupasangres); y quien debería tener un peso vital para la historia resulta ser tan anónima como el resto del cast. También es cierto que gran parte del problema reside en la performance de Pam Grier – figura sobrevaluada de la epopeya blaxploitation si las hay: no es bonita, no es buena actriz y carece de carisma -, quien resulta ser absolutamente blandengue para el rol. Su falta de balance termina por desperdiciar una deliciosa performance de William Marshall, el cual tiene un par de epifanías muy interesantes sobre la naturaleza de ser vampiro.

Scream, Blacula, Scream es demasiado dispar. Hasta el final es anticlimático (bah, justifica el titulo porque William Marshall se la pasa gritando!) y tiene su cuota de momentos ridículos – como las fotos tomadas por la policía a las victimas del vampiro… las cuales no aparecen en las instantáneas! -, detalles problemáticos que conspiran contra un puñado de situaciones inspiradas. En lo personal creo que el personaje de Blacula tenía aún mucha tela para cortar, pero está visto que este filme fue parido en un momento de escasa inspiración por parte de sus creativos responsables. Quizás algún día veamos una remake que haga justicia con el personaje aunque, lamentablemente, ya no contaremos con la presencia física de William Marshall, cuya prestancia daba el pie justo para la versión perfecta de Blacula.

BLACULA, EL DRACULA NEGRO

Blacula (1972) – Grita, Blacula, Grita (1973)