Crítica: Ronin (1998)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

4 atómicos: muy buenaRecomendación del EditorUSA / GB / Francia, 1998: Robert De Niro (Sam), Jean Reno (Vincent), Natascha McElhone (Deirdre), Stellan Skarsgård (Gregor), Sean Bean (Spence), Jonathan Pryce (Seamus O’Rourke), Skipp Sudduth (Larry)

Director: John Frankenheimer – Guión: J.D. Zeik & David Mamet

Trama:  Un grupo de mercenarios – todos ex militares o agentes de inteligencia – ha sido reclutado por la misteriosa Deirdre. A cambio de un cuantioso pago en dólares deberán robar un misterioso maletín blindado que contiene secretos de altísimo valor estratégico. El norteamericano Sam y el francés Vincent pronto se hacen amigos en un grupo donde predomina la desconfianza. El maletín está en manos de una camarilla de rusos que viaja por la Costa Azul francesa, dotados de una escolta fuertemente armada. Tras derrotar a la oposición y hacerse con la valija, lo primero que descubrirán es que la valija ha sido reemplazada por un señuelo y, dentro del grupo hay un traidor que hace su propio juego. Mientras tanto el peligroso terrorista irlandés Seamus O’Rourke – organizador de la operación – carece de paciencia y ha comenzado a cazar a los mercenarios hasta dar con el doble agente que ha decidido apropiarse de la valija con intenciones desconocidas.

Crítica: Ronin (1998)

McGuffin: la película.

Ronin es un ejercicio de estilo de John Frankenheimer. Para fines de los 90s la carrera de Frankenheimer era una pálida sombra de lo que había sido – The Manchurian Candidate, Seconds, Siete Dias de Mayo, Grand Prix – y agarraba lo que podía como director por encargo. La razón de la caída de Frankenheimer fue Secondsque forma parte de la memorable trilogía paranoica creada por el director (junto con Manchurian… y Siete Dias…) – la cual fue apedreada sin piedad por la crítica como excesivamente nihilista y terminó hundiéndolo en el alcohol. Mucho de lo que siguió en los 70s y 80s fue olvidable aunque, por cada bodrio como Prophecy había cosas paladeables como The 52-Pickup, Black Sunday o Contacto en Francia II. Dos años antes de Ronin había filmado la demencial versión de La Isla del Doctor Moreauun rodaje épico por la cantidad de disparates por parte de ejecutivos, actores (Marlon Brando!) y directores (la visión de Richard Stanley, su director original, fue demasiado atrevida y el estudio lo echó de una patada para contratar a Frankenheimer en un intento de poner las cosas en carril aún cuando la producción estaba excedida de tiempos y costos de hacía rato) -, la cual fue un fracaso que hizo ruido. Se ve que alguien vió el filme y se acordó que ese mismo tipo era responsable de la mejor película de carreras de todos los tiempos (Grand Prix, 1966), y lo reclutó para hacer una de acción a la europea: vale decir, algo mas emparentado con lo que Belmondo y James Bond hacían en aquel momento antes que las eternas persecuciones de coches gigantes en calles yanquis, las cuales ya habían aburrido al gran público hacía rato (¿remember, Hal Needham?).

La historia no tiene mucho sentido; todo es una cuestión de poses y estereotipos de la época de la Guerra Fría… cuando la Guerra Fría aún existía. Grupo comando de ex agentes de inteligencia / militares renegados de diferentes nacionalidades devenidos mercenarios es reunido por una misteriosa mujer (Natascha McElhone; que alguien me explique qué tienen los ojos de esa mujer, por Dios!), los cuales arman un team tipo Misión Imposible para recuperar un misterioso maletín que porta una camarilla de conspiradores rusos. Lo que hay en la maleta jamás se descubre, lo cierto es que todo el mundo es capaz de matar por ella. Toda la película gira en torno a la valija – lo que podría contener, lo que vale, quién la quiere – pero jamás la abren siquiera en un fotograma perdido del filme como para sacarnos la duda (al menos Tarantino te daba un vistazo de la valija de Marcellus – con un siniestro resplandor dorado – en Pulp Fiction; acá, ni eso). Lo que si es seguro es que en el equipo de mercenarios hay traidores, hay un terrorista irlandés (Jonathan Pryce; ¿en serio?; ¿era el irlandés mas curtido que pudo conseguir la producción, el mismo que se hacía pipí encima al ver los muertos vivientes en Piratas del Caribe?) que va tras ella, y hay persecuciones a granel… persecuciones larguisimas, filmadas como los dioses – creo que no se veía algo así desde la época de Bullitt y Contacto en Francia -, las cuales son una delicia para los ojos. Qué CGI ni qué ocho cuartos… puros stuntman (¿Remy Julienne?) haciendo acrobacias en autopistas saturadas de autos, y con los Audis pegándose palos contra BMW, Peugeots y Citroëns.

Aún cuando sólo sean clichés, Ronin es sorprendentemente entretenida. Hasta Robert De Niro – sobreactor consumado – está bien. Es fascinante ver los rostros de terror de De Niro y la McElhone en la persecución; quizás iban con un conductor fantasma (oculto en el asiento del pasajero) o enganchados a un camión que iba a mil por hora pero esa sensación de miedo real inyecta de adrenalina a la cacería. Michael Lonsdale aporta el toque de clase que el film precisa y, aunque no sea una obra maestra, es un filme supersólido de acción hecho por un artesano chapado a la antigua… una especie en extinción en esta época de cineastas criados viendo la MTV y que solo saben de planos rápidos y efectos especiales antes de cómo condimentar con gusto un guiso que tiene muy pocas menudencias.