Crítica: Robot Jox (1990)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1990: Gary Graham (Charles ‘Aquiles’ Peck), Anne-Marie Johnson (Atena), Paul Koslo (Alexander), Michael Alldredge (Tex Conway), Danny Kamekona (Dr Matsumoto), Hilary Mason (Profesora Laplace), Robert Sampson (Comisionado Jameson)

Director: Stuart Gordon, Guión: Joe Haldeman

Trama: En la Tierra del futuro, las guerras han devastado el planeta y se encuentran prohibidas. El modo de resolver los conflictos es mediante un combate entre androides descomunales conocidos como Robot Jox. Ahora las facciones de la Confederación y el Mercado se encuentran disputando el territorio de Alaska, rico en minerales y petróleo. Pero el piloto de robots Aquiles Peck ha sufrido un grave accidente en su último enfrentamiento contra el robot de la Confederación, provocando la muerte de 300 personas del público asistente al combate. Aquiles está decidido a retirarse; pero la elección de una novata a tomar su puesto le hace regresar a la actividad. Y ahora deberá entablar una pelea a muerte con Alexander, el desquiciado piloto ruso de la Confederación, cuyo accionar descontrolado generara la masacre que pesa en la conciencia de Aquiles.

Robot Jox De algún modo los japoneses se encuentran obsesionados con la tecnología. Es posible que tras la devastación sufrida por la derrota en la Segunda Guerra Mundial, vean a la tecnología como el medio por el cual volvieron a reconstruir su nación y recuperaron una situación de peso en lo internacional para el imperio del sol naciente. Específicamente la industria electrónica – radios, televisores, productos informáticos – se transformó en la herramienta que restauró el puesto de potencia mundial para Japón, con lo cual debe considerarse un orgullo nacional. Y a su vez esa pujante industria determinaría una serie de cambios en la forma de vida de todo el planeta; pero en Japón – hogar de los últimos avances tecnológicos – generaría transformaciones radicales. Nadie en el mundo – ni siquiera Estados Unidos – vive en un standard de vida tan avanzado y futurista como en la nación nipona.

Si a esto se suma la ferviente imaginación escapista de la literatura japonesa – que siempre oscila entre el pasado feudal y el futuro más delirante (y nunca sobre lo reciente o sobre el mundo actual) -, es lógico que ese culto nacional a la tecnología deviniera en una fuerte influencia en la ciencia ficción japonesa. De allí en más, se abrirían tres puntos temáticos dominantes en la sci fi nipona: los monstruos atómicos, el cyberpunk (y la fusión del hombre con la máquina), y los robots gigantes.

Posiblemente Astroboy sea el primer antecedente de robots en la literatura fantástica japonesa, nacido como manga en 1952. Pero la elaboración de la mitología de robots gigantes vendría con las series Ultra de Eiji Tsuburaya en los sesenta, y pasaría al animé con Mazinger Z en los setenta. En sí, no deja de ser un reciclado de los mismos componentes del cine de monstruos japonés, sólo que con criaturas de metal. De hecho, en la saga de Godzilla, aparecen varios robots tripulados como MechaGodzilla y Mogera. Pero lo que caracteriza al género de los robots gigantes es que se tratan de historias centradas en los pilotos, lo cual le permite reciclar una enorme cantidad de clichés del cine de guerra (y en especial de las películas de aviación). Usted podría poner a Tom Cruise al mando de un mecha, y no habría diferencia alguna entre un anime de robots y Top Gun.

Acá las intenciones de Robot Jox son las de recrear en vivo el universo de los animés japoneses (incluso incluyen a un ingeniero japonés como referencia al género). El escenario de fondo es tan delirante como cualquier historia típica de la animación nipona – las guerras se han suprimido y ahora todo se resuelve mediante un combate de robots -. Uno, en algún momento, se pregunta seriamente cómo sería que algún autor / cineasta intentara explicar gradualmente cómo se ha llegado a semejante delirio, pero debemos aceptarlo como el disparate inicial sin el cual no habría historia que contar. No hay mucha diferencia entre la premisa de Robot Jox y Rollerball, por ejemplo.

Y las intenciones de Stuart Gordon (Re-Animator) son sinceramente honestas. Hay un gran cuidado en recrear un mundo típico de animé, con gladiadores, científicos, androides gigantes, villanos locos, y aspirantes a piloto con mal de amores. Los robots se ven sensacionales, y son ideales para la animacion stop motion. Por otro lado resulta sorprendente que il ladri de Charles Band (una especie de Roger Corman directo a video de los ochenta) se haya puesto con los verdes para generar un film que se vea producido de manera potable, y no como los engendros baratos que suele patrocinar. De hecho la producción resultó tan cara que desbarrancó financieramente a Band y co, entrando en quiebra y quedando el film archivado por más de 4 años hasta que fue recomprado por otro estudio y lanzado directo a video.

Pero lamentablemente con las intenciones no sólo se basta, y el resultado final termina siendo mediocre. El problema es, precisamente, que es tan fiel a la premisa de origen que carece completamente de originalidad. Dejando de lado los robots, es una catarata interminable de clichés de filmes de deportes y películas de guerra. Hay momentos que suenan textuales a Rocky IV, como el sobreactuado villano ruso de Paul Koslo retando a muerte a Gary Graham. En ningún momento la película intenta hacer algo que no sea previsible, o que uno no haya visto en filmes anteriores. Así mismo Graham (de la serie de TV Alien Nation) como héroe carece de presencia física – incluso la novata que lo reta es más alta que él – y del carisma que la historia precisa. Y cuando llega el momento que uno espera – los combates de los mechas gigantes -, son demasiado breves para las expectativas generadas. Para colmo los últimos cinco minutos del clímax son realmente absurdos – como si el presupuesto de los FX se hubiera terminado de golpe -, y el último fotograma de la película es un insulto a la inteligencia del espectador, completamente inconsistente con la fuerza y trayectoria de los hechos que estaban aconteciendo.

En sí Robot Jox es una curiosidad que merece verse sin demasiadas expectativas. No hay nada nuevo ni original y al menos las escenas de los combates de los robots gigantes están muy bien, pero el resto es demasiado chato. Hay montones de detalles – el mundo despoblado por la guerra que propicia la natalidad, los pilotos creados en laboratorios genéticos – que podrían haberse explotado para darle densidad a la historia, pero que sólo terminan siendo elementos decorativos.