Crítica: Robinson Crusoe en Marte (1964) (Robinson Crusoe on Mars)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1964: Paul Mantee (Comandante Christopher ‘Kit’ Draper), Victor Lundin (Viernes), Adam West (Coronel Dan McReady)

Director: Byron Haskin, Guión: John C. Higgins en una adaptación libre del clásico de Daniel Defoe, Musica – Van Cleave

Recomendación del Editor

Trama: Una misión a Marte debe esquivar la colisión con un meteoro, y los tripulantes se ven obligados a eyectarse. El comandante Draper sobrevive al impacto pero no su compañero. Solo y con escasos recursos, Draper se enfrenta a la posibilidad de perecer en las próximas horas. Pero con una lenta adaptación a la atmósfera de Marte, el descubrimiento de agua y vegetales, la supervivencia de Draper parece segura. Explorando la superficie marciana descubre a naves alienígenas rondando la zona – las cuales traen a esclavos humanoides a excavar minerales al planeta -. Precisamente uno de los esclavos es rescatado por Draper y comienzan a ser perseguidos por los aliens. Ya con compañía, el astronauta se encargará de educar al esclavo – al que llama Viernes -, y ambos lucharán juntos por sobrevivir ante la hostilidad del clima del planeta y el asedio por parte de las naves alienígenas.

Robinson Crusoe en Marte Las adaptaciones de títulos clásicos de la literatura no es algo que me apasione (mas bien todo lo contrario). Hollywood suele recurrir a ellos periódicamente cuando anda escaso de ideas, y en general tienden a saturar con toneladas de versiones. A mi juicio hay historias que no deberían filmarse más: Drácula, Frankenstein, el Capitan Nemo, Jeckyll y Hyde, el Fantasma de la Opera… todo el mundo las conoce de sobra, ya hay muy buenas versiones de las mismas en la pantalla grande, y lo que se precisan son ideas frescas, no reciclar las mismas novelas una y otra vez.

Y entre esa enorme masa anónima e idiota que se supone son los productores de cine americanos, no falta alguno más descerebrado que el resto al que se le ocurra mezclar géneros. Así han salido cosas bizarras como La Isla del Tesoro (en clave espacial) de la Disney, o La Liga Extraordinaria – que si bien no está mal hecha, no deja de ser un ejercicio de pedantería intelectual -. Pero lo que se dice ideas originales, cada vez quedan menos.

Por esas razones las expectativas no pueden ser peores cuando uno se topa con un título semejante como Robinson Crusoe en Marte. Pero para absoluta sorpresa mía es una idea que está mucho mejor pensada de lo que suena. El concepto del náufrago abandonado en la isla es llevado impecablemente a la escala del astronauta varado en un planeta desierto. A fin de cuentas el relato clásico de Daniel Defoe es sobre la supervivencia, y aquí el escenario está llevado al grado extremo – aire enrarecido, escasas reservas de agua, descubrimiento casual de vegetación comestible -. Es cierto que algunas licencias suenan irreales hoy en día pero uno las puede perdonar perfectamente a causa de las virtudes del relato. El guión se preocupa todo el tiempo por ser creíble – Draper armando un reloj de arena para dosificar cada tantos minutos la ingesta de oxígeno puro mientras respira el aire marciano; el encuentro de combustibles minerales para calentarse y cocinar; la construcción de telares y prendas basada en dichos vegetales; los delirios iniciales de Draper a causa de su soledad – y lo logra muy bien. Además incluye la presencia de la mascota – un simio llamado Mona – lo que permite que el personaje tenga a alguien a quien referirse con sus pensamientos en voz alta sin que la aventura se transforme en un filme mudo. Y el hallazgo de Viernes está muy bien hecho, añadiendo la cuota de misterio y acción al relato – ya no son traficantes de esclavos en un barco, sino naves espaciales que utilizan esclavos para realizar trabajos de minería en suelo marciano -.

Este es un film de Byron Haskin, un veterano de la ciencia ficción que cuenta en su haber títulos como La Conquista del Espacio, De la Tierra a la Luna y el clásico La Guerra de los Mundos. Haskin nunca me pareció un director especialmente habilidoso sino un buen traductor de las ideas de George Pal, pero aquí demuestra una buena mano para adaptar la historia sin caer en lo ridículo. En un principio Pal estaba atachado a este proyecto, pero los FX terminaron a cargo de otros artesanos. Eso determina que el nivel de los efectos especiales sea bastante desparejo – hay secuencias muy bien filmadas y otras que resultan un gran pastiche, como la sonda espacial que tripula Draper y que resulta ser un dibujo animado -. Por ejemplo, las naves alienigenas que transportan los esclavos son las matarrayas recicladas de La Guerra de los Mundos (sin cabeza ni cuello), y las escenas de sus ataques son repetidas una y otra vez. Los decorados son propios de producciones televisivas – cartón pintado – pero cumplen con su propósito. Si uno no se fija en el detalle, el film resulta ser más que correcto.

A mi juicio es un pequeño clásico olvidado. En ningún momento la película cae en lo ridículo, y tiene bastante nervio. Las actuaciones son dispares: Paul Mantee resulta aceptable como protagonista mientras que Victor Lundin (Viernes) es bastante más tosco. Y por supuesto está el ídolo de culto Adam West (en un papel pre Batman) que no participa más de cinco minutos y es totalmente pétreo. Pero como película para la platea infantil me resulta formidable, y es lo suficientemente entretenida para el resto de las edades.