Crítica: Red State (Estado Rojo) de Kevin Smith (2011)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 2011: Michael Angarano (Travis), Nicholas Braun (Billy Ray), Melissa Leo (Sara), Stephen Root (Sherrif Wynan), Michael Parks (reverendo Abin Cooper), Kevin Alejandro (Harry), John Goodman (oficial Joseph Keenan)

Director: Kevin Smith, Guión: Kevin Smith

Trama: Travis y sus amigos del secundario acaban de concertar una cita sexual con una mujer madura a través de Internet. La cita tiene lugar cerca del pueblito en donde viven los muchachos, con lo cual todo se reduce a una escapada de la casa de sus padres por un puñado de horas. Al llegar, el trío accede a tomarse unos tragos con la extraña para envalentonarse frente a la noche de desenfreno que se avecina; pero resulta que las bebidas estaban drogadas y los muchachos se desvanecen, despertándose al otro día como prisioneros de la secta que preside el pastor fanático Abin Cooper. Convencido que el dolor expiará sus pecados, Cooper planea torturar a los muchachos hasta matarlos; pero en medio de los preparativos irrumpe en la propiedad el FBI, quienes piensan que Cooper almacena un arsenal debajo de su iglesia y se ha convertido en una figura peligrosa para el público. Lo que sigue es una feroz balacera en donde las fuerzas del orden son diezmadas por el arsenal de guerra de Cooper, quien pelea junto a un numeroso séquito compuesto por familiares y seguidores a ultranza. Y ahora los muchachos – que han aprovechado el caos para liberarse – deberán intentar escapar con vida de la refriega… aunque la orden, de uno y otro bando, es la de no tomar prisioneros ni dejar testigos vivos de la balacera.

Red State (2011) A veces es mejor no saber demasiado sobre los ídolos que más veneramos. Cuando uno los rasca un poco o ve su conducta privada, resultan ser unos idiotas o unos pedantes de primer orden. Ya sea que se llamen Peter Gabriel, el ilustre 10 de la selección nacional, o Kevin Smith. El caso de Smith pertenece al rubro “tipos que se creen su propia prensa”: surgido en el cine independiente, dirigió un puñado de comedias que rápidamente se convirtieron en objeto de culto. Luego de esto siguió en los comics, en donde también se hizo un nombre. Y todo venía bien hasta que en la década del 2000 Smith quiso reinventarse. Primero, quiso filmar comedias más standards (La Chica de Jersey, Dos Inútiles en Patrulla) y ahora quiso aventurarse en el género del horror. Y si en todos los casos antes mencionados el talento de Smith brilló por su ausencia, con Red State terminó por meter la pata hasta el cuadril. No solo es una película de terror que no aterroriza sino que la historia tiene gruesos problemas con el tono y con el rumbo, y al final es tan errática que nunca termina por resultar satisfactoria.

En el fondo todo se reduce a una cuestión de soberbia. Yo he visto declaraciones de Smith y el tipo realmente se cree una versión under de Orson Welles. Acá había anunciado que el film le iba a dar la oportunidad de mostrarse como cineasta serio, pero muy poca gente terminó de comprar el proyecto – posiblemente por la disparidad de tono y las connotaciones polémicas de la historia -. Ni siquiera los hermanos Weinstein de Miramax (quienes habían financiado Clerks y otras aventuras cinematográficas previas de Smith) accedieron a poner un dólar para apoyar la idea. Luego Smith salió a mostrar Red State en el festival de Sundance, anunciando que la película se encontraba en oferta para distribuir… pero luego de ver las reacciones controvertidas del público decidió comprar los derechos de exhibición de su propia criatura, dejando a los posibles distribuidores (que eran muy muy pocos) con las manos vacías. Inmediatamente surgieron los reclamos y las acusaciones – que van desde “pánico escénico” hasta que el filme es un collage inclasificable imposible de vender -, y todas las señales parecen indicar que la carrera de Kevin Smith ha quedado seriamente dañada – tanto por el film en sí como por su mala movida comercial -.

Y razones para el desastre no le faltan. Comencemos por la temática: éste no es un filme de horror, aunque Smith intente vender eso. Hay muertes, pero no es una carnicería gore tipo Martes 13 ni tampoco hay asesinos sádicos. La violencia es bastante light, casi del nivel de un telefilme; y, en el apartado shocks, ni siquiera hay un susto como la gente, de esos que nos hacen pegar un salto en la butaca. El otro punto es el tono. Red State comienza como una estudiantina, y uno presiente que Smith se encuentra copiando el modelo de Hostelmucha comedia simpática al principio para luego despacharse con una carnícería… algo que aquí no llega nunca -. Hay diálogos zafados propios de Smith (“el sexo anal equivale al pecado”), y tres chicos calentorros que vienen a enfiestarse con la veterana que levantaron por internet. Los muchachos terminan drogados y se despiertan dentro de la iglesia del furibundo pastor que interpreta Michael Parks. A partir de allí Smith intenta imitar a Tarantino – ¿se acuerdan cuando Bruce Willis era apresado por una horda de degenerados en Pulp Fiction?; aquí pasa algo parecido, sólo que en vez de maníacos sexuales tenemos una horda de fanáticos religiosos -, poniendo a Parks en el centro de la escena y despachándose con un denso discurso homofóbico, pregonando de que los gays están dominando y corrompiendo al mundo con sus actos impuros. Y mientras que está visto que los chicos la van a pasar mal, el sheriff del pueblo – que a pesar de estar casado es un gay encubierto y a quien el pastor le ha asesinado un hijo en el transcurso del día, ya que vió algo que no debía ver – decide llamar al FBI para mandar al diablo a Parks y Cía. Lo que sigue es una balacera al estilo de la masacre de Waco, con pastor mesiánico armado hasta los dientes disparándole a las fuerzas del orden que tienen sitiada su mansión.

Red State es una película difícil de seguir, simplemente porque no hay protagonista que dure vivo más de 20 minutos. Es posible que Smith haya querido aplicar el mismo efecto de shock que implementó Hitchcock en Psicosis crear a un protagonista y matarlo a mitad de la historia – pero, cuando el chiste se repite diez veces en una misma trama, uno termina por saturarse (“¿Cómo? ¿A ése también lo van a matar?”) y el recurso pierde su gracia. El otro punto es que Smith no tiene filtro y a veces se explaya hasta el aburrimiento con los discursos de Michael Parks – la performance del actor es muy buena; el problema es que sus dichos son redundantes la mitad del tiempo -. Y entre todo ese discurso mesiánico, la burocracia del gobierno, las políticas de mano dura contra los terroristas y el trio de muchachos calentorros, lo único que uno obtiene es un desastre, un collage de escenas que podrían haber funcionado muy bien en películas muy distintas – una comedia sexual, un policial, una sátira política, incluso un filme de terror – pero que, en conjunto, no pegan ni con moco.

Yo creo que detrás de Red State hay una buena idea, pero que Kevin Smith no ha sabido plasmarla como corresponde. Aquí faltaba alguien más prolijo y que fuera a su vez más osado (como podrían haber sido los hermanos Coen). O se precisaba a alguien externo – un script doctor – para darle una segunda mirada y unificar los criterios (si es una comedia, que sea comedia; si es un análisis de la proliferación de pastores sicóticos y mesiánicos, quitemos los chistes, etc). Lo que sí parece cierto es que Smith ha caído en el vicio del control artístico total, un defecto que ha arruinado la carrera de mucha gente con talento (¿alguien dijo Francis Ford Coppola?), y que les hace creer que todo lo que hacen es arte y es perfecto. Así como está Red State es un licuado que resulta insatisfactorio a cualquiera que vea el filme, incluyendo a los fans del director como el escriba que redacta estas líneas.

KEVIN SMITH

Algunos de los filmes reseñados en este portal: del View Askewniverse, Clerks (1994), Dogma (1999), Jay and Silent Bob Strikes Back (2001), Clerks II (2006), Jay and Silent Bob Reboot (2019); fuera del universo del View Askew Smith hizo Red State (2011), Tusk (2014), Yoga Hosers (2016)