Crítica: Razas de Noche (Nightbreed) (1990)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1990: Craig Sheffer (Aaron Boone), Anne Bobby (Lori Winston), David Cronenberg (Dr Philip Decker), Hugh Ross (Narcisse), Charles Haid (Sheriff Eigerman), Doug Bradley (Lylesburg), Catherine Chevalier (Rachel), Oliver Parker (Peloquin)

Director: Clive Barker, Guión: Clive Barker, basado en su novela Cabal

Trama: Aaron Boone es un joven atormentado por frecuentes pesadillas acerca de una ciudad poblada con monstruos y llamada Midian. Boone intenta resolver esas visiones, tratándose con el sicólogo Philip Decker. Pero en sesiones bajo hipnosis Boone ha hecho sorprendentes revelaciones sobre asesinatos, caras y lugares que Decker termina por relacionar con un asesino serial que asola la ciudad. Denunciado por su sicólogo, Boone comienza a ser perseguido por la policía y se convence que quizás las respuestas estén en la verdadera Midian – un cementerio abandonado que yace en la campiña -. Pero al llegar, descubre un mundo subterráneo poblado de monstruos – quienes se hacen llamar las Razas de Noche -. Asustado por las criaturas Boone huye del lugar, solo para caer abatido en medio de un tiroteo de la policía, la que ha cercado el lugar. Pero Boone resucita como Cabal, un mesías legendario de las Razas de Noche, cuya misión es llevar a los monstruos hacia su salvación. Y al mismo tiempo Boone descubre que Decker es el asesino serial, que ahora se ha obsesionado con él y con las Razas de Noche, y que ha llamado a las fuerzas policiales para arrasar Midian.

Razas de Noche Clive Barker es un notable escritor inglés de terror. A partir de los años 80 comenzó a acaparar la atención del público pero no sería sino hasta su puesta en pantalla de Hellraiser que obtendría un lugar en la marquesina internacional como uno de los talentos a tener en cuenta.

Pero después del éxito de Hellraiser en 1987, Barker comenzó a pergueñar lo que él consideraba que sería la Star Wars del género del horror: una trilogía épica sobre demonios conviviendo con la humanidad en mundos subterráneos y secretos. Su novela Cabal serviría para ello, para lo cual obtuvo luz verde con la adaptación del libro, ahora retitulado Nightbreed o Razas de Noche. Pero cuando el filme apareció en pantalla en 1990, el fracaso resultó ser tan estrepitoso que la idea de las secuelas siguientes terminaría definitivamente archivada. Hubo una guerra mediática entre Barker y los ejecutivos de Morgan Creek, productores de la película, acerca de los cortes impuestos por el estudio – que podaron cerca de una hora de cinta (!) -; el pésimo manejo de la campaña publicitaria – que en absoluto promocionaba la mitología demoníaca inventada por Barker para la historia, sino que auspiciaba la película como si fuera un slasher corriente, mostrando las imágenes de David Cronenberg encapuchado y persiguiendo gente con una navaja en la mano -; y una total falta de apoyo – comenzando por su negativa a la pre-exhibición frente a la prensa especializada -. Precisamente esto último le valió la furia de los críticos, quienes terminaron por destrozar el film de una en sus columnas de opinión.

Pero más allá de la anécdota, lo cierto es que Razas de Noche no es un filme muy bueno que digamos. El problema no es la historia en sí sino Barker mismo, que es un pésimo director y un guionista muy indulgente consigo mismo. Para calzar una historia tan larga y llena de subtramas – asesinos seriales, demonios ancestrales, mesías del mundo de las tinieblas – era necesario una poda general de personajes y sub argumentos, lo que le diera oxígeno como para generar el clima que el guión precisaba para construir su credibilidad. Teóricamente la visión de Barker – que jamás se concretó en una versión del director – duraba cerca de dos horas y media, pero dudo mucho que semejante bodoque fuera mucho mejor que esto. Ganaría en tiempos para crear algo de clima, pero la trama también tiene cientos de detalles que bordean lo ridículo. Sólo obtendríamos un bodrio levemente superior, con 60 minutos extra de nuestra vida perdidos en la butaca de un cine.

Un ejemplo de subtrama superflua es la de la novia de Boone, cuyo personaje se podría haber amputado perfectamente sin alterar en lo más mínimo la historia. Hay demasiados personajes, y el 99% de ellos no tiene ni dos minutos en pantalla – como la camarera borracha que se hace amiga de la novia de Boone, y que figura simplemente para ser cortada en pedacitos en la escena siguiente por David Cronenberg -. El otro problema es el exceso de figuras demoníacas, que si bien es un despliegue maravilloso de maquillaje de calidad, nunca pasa de ser meramente decorativo. Incluso algunos de los diseños son ridículos – ¿demonios con camperas universitarias? ¿monstruos con forma de montaña de estiércol? -, cuando se podría haber reducido a 5 o 10 tipos distintos de razas, cuidando la estética y manteniendo la credibilidad.

Pero el peor enemigo de Razas de Noche es Clive Barker como cineasta. Comprime una historia enorme en 137 minutos sin omitir ni un detalle, con lo cual todas las escenas van a dos mil por hora – en menos de diez minutos supimos de los problemas de Boone, la existencia de los demonios, la muerte de Boone y la resucitación, sin contar la existencia del asesino serial de la máscara -. Entre el exceso de historia y el de los efectos especiales, es como ir en un tren bala fuera de control. Para colmo, a Barker se le antoja que todas las apariciones de los demonios deben ser grandes momentos del filme, y dispara todos los fuegos artificiales al mismo tiempo. El tema es que los demonios aparecen cada 5 minutos en la película.

Sinceramente Razas de Noche no es tan mala como para aborrecerla, pero aquí le ponemos una calificación pésima simplemente por la manera en que Barker arruina su propia historia, que dicho sea de paso, tenía un enorme potencial. Es un espectáculo fascinante ver como la trama se descarrila para mal a velocidad supersónica. El mundo subterráneo de los demonios suena fabuloso, así como la idea de que se trata de una raza diferente aborrecida por el hombre y condenada a vivir en la oscuridad. La idea de la profecía del mesías, quien los llevará a la morada final donde encontrarán la paz es otra idea prometedora. Sumarle a esto el concepto de un asesino serial – el demonio humano – ya suena a demasiada trama, y en el filme no pega demasiado bien, especialmente porque la performance de David Cronenberg – el director de la remake de La Mosca, Crash y Videodrome, entre tantos títulos destacados de su filmografía (y que cualquiera de ellos es mucho mejor que esta película) – es glacial y no genera amenaza. Para colmo se siguen sumando personajes, algunos muy molestos como el loquito descerebrado – textualmente – de Narcisse (que es un bizarro comic relief), y otros formidables como el sheriff ario de Charles Haid. La performance de Haid es la única que vale la pena en toda la cinta.

El exceso de personajes impide profundizar en alguno; y la sobreabundancia de historia atenta contra ella. Recién sobre el final la película pareciera encontrar el ritmo justo – la secuencia entre el cura demente y el asesino serial -, pero ya es demasiado tarde. Para esa altura Razas de Noche se ha estrellado y prendido fuego – crash and burn -, y ni siquiera quedan los restos.

Para la trivia figura John Agar – el ícono de la serie B, de títulos como El Regreso del Monstruo de la Laguna Negra, Bajo el Signo de Ishtar y Attack of the Puppet People – como el anciano de la tienda que conoce el secreto de Midian.