Crítica: A Quemarropa (1967)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1967: Lee Marvin (Walker), Angie Dickinson (Chris), Keenan Wynn (Yost), Carroll O’Connor (Brewster), Lloyd Bochner (Frederick Carter), Michael Strong (Stegman), John Vernon (Mal Reese), Sharon Acker (Lynne)

Director: John Boorman, Guión: Alexander Jacobs sobre la novela El Cazador de Richard Stark (seudónimo de Donald E. Westlake)

Trama: Walker es contactado por Mal Reese, un ex compañero de sus días en prisión, para que le ayude en el robo a un mensajero ilegal que realiza intercambios en la abandonada carcel de Alcatraz. El golpe resulta un éxito, pero Reese traiciona a Walker y le dispara a quemarropa, dándole por muerto. Ahora ha pasado un año desde el suceso, y Walker es contactado por un oficial de la ley que desea ayudarle con su vendetta. El informante le provee los datos del paradero de Reese y de su amante – la ex esposa de Walker -. Y ahora, sin ningún lazo con el mundo que lo rodea, Walker se convierte en artífice de su propia venganza, haciendoles pagar muy caro a aquellos que quisieron matarle.

A Quemarropa (1967) A Quemarropa es un gran clásico que tendría una enorme influencia sobre el género policial que vendría a partir de los años 70. Bullit y Harry el Sucio tomarían prestados muchos de los mecanismos narrativos que John Boorman utilizara aquí. Pero si bien hoy es un filme reconocido, en su momento fue despreciado por la crítica – esa bendita crítica norteamericana que tiene el trasero en lugar de la cabeza, comenzando con Pauline Kael y siguiendo con toda la tanda de mediocres cineastas frustrados que se creen los reyes del mundo y aún piensan que pueden dictaminar los gustos del público escribiendo desde sus míseras columnas en diarios y revistas -.

Es un filme que tiene un lenguaje narrativo muy particular. Boorman utiliza una gran cantidad de recursos muy floridos para construir el relato: por ejemplo, vemos lo que sucede en una escena, y al mismo tiempo intercala lo que ocurre en otra – temporalmente paralela – mientras que la banda sonora se queda con un diálogo o sonido de una secuencia previa a estas dos (como la larga caminata inicial de Walker); el protagonista tiene constantes flashbacks que le dan la sensación de un continuo deja vu; y los días pasan en cuestión de segundos en una misma secuencia (como cuando Walker pasa de un cuarto al otro en la casa de su ex mujer). A su vez, es un filme con largas pausas y silencios, que son súbitamente quebrados por explosiones de violencia. Prácticamente los primeros quince minutos de Lee Marvin en pantalla (después de la secuencia de créditos) carecen de parlamentos. Y cuando Walker / Marvin habla, lo hace desde el cañón de su revolver. A su vez, en otros casos, la actitud de los personajes – en especial las mujeres – es extraña de un instante a otro. Es realmente muy buena la secuencia en donde Lynne – su ex mujer – comienza a responderse a sí misma, anticipando todas las preguntas de Walker; o el súbito ataque de nervios de Angie Dickinson en la casa del mafioso, en donde descarga toda su furia contra un impasible Lee Marvin y termina por desmoronarse.

En realidad Boorman incorpora unos cuantos mecanismos de cine arte (de la nouvelle vague) para generar un relato estilizado. Eso le da una excelente atmósfera al film pero no quita en que haya secuencias que quedan algo bizarras – como toda la porción del relato en donde Angie Dickinson y Lee Marvin se hospedan en la casa de Carroll O´Connor; es una escena de seducción totalmente atípica -. Pero apartando algunos escasos momentos que resultan excesivamente experimentales, es un thriller de sólida atmósfera y excelente desarrollo.

Si uno lo compara con la blanda remake Revancha con Mel Gibson del año 1999, uno se puede dar cuenta de las abismales diferencias entre los brillantes policiales del 60 / 70 y los productos de consumo del nuevo milenio. Aquí los tipos duros son realmente duros; no hay comic reliefs sino un amargo dramatismo (y hasta un sentido trágico; Marvin es un angel de venganza de su propia causa; e incluso uno podría cuestionar – como sugiere el fotograma final – si es que Walker ha logrado salir vivo de Alcatraz y no es su simple imaginación de moribundo); todos los personajes son oscuros, incluyendo al héroe; los villanos son elegantes, inteligentes y despiadados; y Walker es una fuerza arrolladora que aplasta gente a su paso, sin compadecerse por lo políticamente correcto. Todo el cast de secundarios es excelente, en especial John Vernon en uno de sus clásicos papeles retorcidos – nada que ver con el idiota llorón de Gregg Henry en Payback -; y la sorpresa final es muy inteligente.

A Quemarropa es una película excelente. No sólo por el guión, por las actuaciones, por el clima o por el preciosismo visual. Es innovadora en su lenguaje narrativo, es tensa y contiene sorpresas. Y sigue siendo un claro ejemplo de cómo el cine de antes podía ser comercial a la vez que competente.