Crítica: El Mensajero (The Postman) (1997)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1997: Kevin Costner (el cartero), Will Patton (general Bethlehem), Olivia Williams (Abby), Larenz Tate (Ford Lincoln Mercury), Daniel Von Bargen (sheriff Briscoe), Giovanni Ribisi (bandido), Joe Santos (Getty)

Director: Kevin Costner, Guión: Brian Helgeland & Eric Roth, basados en la novela de David Brin

Trama: Es el año 2013 y ya han pasado 15 años desde que una plaga devastara a la humanidad. Ahora los supervivientes resisten en pequeñas comunidades y algunos de ellos – como el general Bethlehem – se han erigido en señores feudales, poseedores de su propio ejército y los cuales explotan a los más débiles en busca de comida, mujeres y reclutas. Un desconocido va por los pueblos, ofreciendo performances de obras de Shakespeare a cambio de comida, y resulta enrolado a la fuerza en el ejército de Bethlehem. Pero las condiciones de vida en el campo de entrenamiento son brutales, y el extraño decide escapar a cualquier costa. Herido, cansado y con sus captores siguiendo de cerca sus pasos, el extraño logra refugiarse en un antiguo camión del servicio postal, en donde encuentra un viejo uniforme que le sirve como abrigo. Pero al llegar a otro pueblo al día siguiente el desconocido es recibido como un representante real del servicio de correos, generando una sensación de esperanza en toda la comunidad, quienes creen que el gobierno central de Estados Unidos ha sido reconstituído y ha vuelto a funcionar. Obteniendo casa y comida, el extraño sigue con la parodia y hasta llega a nombrar como cartero a un entusiasta muchacho que le sigue día y noche. Pero, lo que comenzó como un engaño para obtener alimento, empieza a transformarse en una verdadera fuente de inspiración y esperanza para los desamparados, los cuales han formado un cuerpo de improvisados carteros y han comenzado a desafiar la autoridad de Bethlehem. Y ahora el general ha salido a cazar al cartero y a su ejército de mensajeros, los cuales representan el principio del orden en un mundo en donde reina el caos y lo cual atenta contra sus despóticos intereses.

El Mensajero (The Postman) Yo creo que Kevin Costner es un gran director, y que el Oscar que recibió en Danza con Lobos estuvo totalmente merecido. También creo que The Postman tiene sus momentos de lirismo y gran belleza, en donde la emoción de la épica asoma su cabeza de a ratos. Pero también creo que tres horas de una historia plagada de situaciones bizarras es un exceso y un monumento a lo pretensioso. The Postman es demasiado larga y dispar como para ser tomada en serio. Creo que la falla reside en el libreto – facturado por Brian Helgeland, un tipo al que le encanta salirse de lo standard -, más que en los intérpretes o en el director.

The Postman se basa en una novela post apocalíptica escrita en 1983 por David Brin, y la cual fue premiada en todos lados. Dicho detalle no necesariamente garantiza calidad, ya que a veces los jurados le ponen galardones a cualquier cosa (por ejemplo, al menos malo de un grupo espantoso). Yo no creo en las chapas ni en los diplomas, prefiero ver como anónimo el producto final. En la historia original había una larguísima épica que involucraba desde comunidades ultraconservadores hasta señores feudales, ciborgs y computadoras pensantes. Gracias a Dios el libreto ha podado lo último – ya que serían demasiados incongruencias para asimilar en tan poco tiempo -, y ha convertido a la historia en un western post apocalíptico. Pero el libreto jamás analiza por qué ocurrió la hecatombe o quiénes corno son los holnistas – el grupo de mesiánicos comandados por Will Patton -. Uno puede asumir, leyendo entre líneas, que hubo un líder chiflado (¿Holn?) que desató una plaga, en un claro ejemplo de terrorismo casero. Un tipo que predicaba la supervivencia del más fuerte, quizás uno de esos locos arios que viven en las montañas o en los pantanos y que suelen ser los protagonistas de las masacres que aparecen en los diarios, cuando se enfrentan a tiros con un ejército de oficiales del FBI. Como sea, el mundo está hecho pelota y hay un déspota erigido en el señor feudal de la zona. Al tipo sólo le interesa vivir bien y ser brutal, y ni por asomo desea re-crear un nuevo tipo de estado a su gusto y antojo. En el medio aparece un estafador de poca monta, un mentiroso serial que busca sobrevivir como puede y que termina por generar de manera impensada una pequeña revolución que termina por transformar a todo el mundo conocido.

Mientras que la idea central de El Mensajero está bien, la ejecución tiene momentos que apestan. La primera hora es un compendio de situaciones bizarras y malos diálogos, que van desde Costner viendo programas en un televisor apagado hasta oficiando como donante no-anónimo de esperma (ups!) para una pareja que no puede tener chicos; loquitos malos con problemas de dentadura, mudos que hablan, villanos que sobreactúan, y un staff de malos que parecen sacados de alguna mala copia italiana de Mad Max. En esa primera hora hubo muchas veces en las cuales me sentí tentado a apagar el reproductor y tirar el dvd por la ventana. Eso no significa que a partir de la segunda hora el film mejore sensiblemente pero al menos hay un cambio, quizás porque Costner se transforma en El Cartero y llegamos al nudo de la historia. El romance central comienza a funcionar (en un caso bizarro de gente que primero tiene sexo – y hasta un hijo – y después se enamora), y los buenos comienzan a erigirse con fuerza como una alternativa a los malos. Pero The Postman es una película plagada de momentos pretensiosos, con caballos cabalgando en cámara lenta, música grandilocuente e inflamados discursos patrióticos que bordean lo ridículo. Uno puede imaginar a algún locutor de voz ronca diciendo “el ganador del Oscar, Kevin Costner… regresa en la épica más grande de todos los tiempos!”, en uno de esos inflados trailers que pretenden venderte algún estúpido melodrama como la próxima gran obra maestra salida de Hollywood.

A The Postman le sobra una hora de filme y una parva de chistes malos, y con ello tendríamos un comienzo para lo que podría ser una buena película. También vendrían bien algunas explicaciones – ¿cómo es que un vendedor de fotocopias se convierte en un brutal angel exterminador? – de qué pasó o cómo llegó esta gente a ser lo que es. Habría que podar secuencias eternas e innecesarias (como el refugio de Costner y Olivia Williams en la cabaña del bosque), y algunas extravagancias como poner a Tom Petty como líder comunal (“¡Eh!, ¡usted solía ser famoso!”, “sí, solía…”), amén de hacerle sintonía fina a los discursos patrióticos de turno. En el fondo The Postman no es más que una oda al patriotismo norteamericano, diciendo que aunque el estado no exista formalmente, la nación subsiste en cada uno de nosotros y sólo es cuestión de tiempo para que nos reorganicemos. El problema es que el desarrollo de semejante tesis es aburrido y estirado, y nunca termina por interesarle a nadie.