Crítica: El Planeta de los Simios (Planet of the Apes) (1968)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Recomendación del EditorUSA, 1968: Charlton Heston (Coronel George Taylor), Kim Hunter (Zira), Roddy McDowall (Cornelius), Maurice Evans (Dr Zaius), Linda Harrison (Nova), Robert Gunner (Landon), Jeff Burton (Dodge), James Whitmore (Presidente de la Asamblea), Lou Wagner (Lucius), James Daly (Honorious)

Director: Franklin J. Schaffner, Guión: Rod Serling & Michael Wilson, basados en la novela Monkey Planet by Pierre Boulle, Musica – Jerry Goldsmith

Trama: Una nave espacial de la Tierra se estrella en un planeta desconocido. Según el calendario de a bordo, ha pasado un año y medio para los astronautas pero más de 2.000 años en la Tierra. La tripulación de la nave, comandada por el Coronel Taylor, escapa antes que la misma se hunda en las profundidas del lago donde amerizó. Los sobrevivientes inician una larga jornada a través de un vasto desierto, pero sus reservas son escasas. A última hora consiguen llegar a una selva donde descubren la existencia de otros seres humanos en estado muy primitivo – sin cultura ni lenguaje, y alimentándose de la naturaleza -. Pero pronto los astronautas descubren con horror que los humanos – y ellos – están siendo cazados por simios cabalgando a caballo, dotados de armas de fuego y redes. Taylor es apresado pero herido en el cuello. Cuando despierta, se encuentra en un laboratorio de los simios donde realizan investigaciones científicas a los humanos. Los hombres son considerados animales, seres inferiores, y utilizados en labores menores. Debido a su herida, Taylor le resulta imposible hablar, pero por fin consigue comunicarse con la doctora a cargo del laboratorio, la chimpancé Zira. El descubrimiento del humano parlante motiva una revolución en la cultura simia, donde el Dr. Zaius – un orangután – toma el hecho como una herejía y una amenaza a su civilización. Decidido a liquidarlo ya que es un peligro potencial, Taylor se verá forzado a escapar de los simios. Pero le espera un amargo descubrimiento sobre el planeta alienigena.

El Planeta de los Simios 1968 “Oh, Dios mío. He vuelto. Estoy en casa. Todo este tiempo, yo estaba … y al final lo hicimos…¡Maníacos!. ¡Lo explotaron todo! ¡Maldito seas! ¡Dios, te maldigo hasta el infierno!”

(Taylor, gritando y llorando arrodillado en la playa frente a las ruinas de la Estatua de la Libertad)

Hasta 1977 con Star Wars la ciencia ficción resultaba un género menor, despreciable y no muy rentable en Hollywood. Sus filmes eran propios de la clase B, y las escasas excepciones en que los grandes estudios se aventuraron en el género, los resultados de taquilla fueron dispares. Hay clásicos como Planeta Prohibido que directamente fueron demasiado caros para su época (producido por la MGM); en otros casos como la versión 1953 de La Guerra de los Mundos resultaron en enormes éxitos de taquilla, pero aún así la sci fi era mal vista – un género de adolescentes -. No sería sino hasta la llegada de El Planeta de los Simios en 1968 (un año prolífico donde el género cumpliría la mayoría de edad, empezando con el 2001 de Kubrick) en donde los estudios y el público comenzarían a paladear cintas de ciencia ficción y resultados generosos en taquilla (aunque aún con cierta desconfianza por parte de los productores).

Pero en la era pre – Star Wars, El Planeta de los Simios es lo más próximo a una franquicia de blockbusters. No hubo merchandising aunque sí una larga lista de secuelas (cuatro filmes, una serie de TV y una serie de dibujos animados, además de comics y novelas). El éxito tomó a todos por sorpresa (su recaudación actualizada a hoy sería la de unos 300 millones de dólares) y comenzaron a fabricar continuaciones que aumentaban en frecuencia pero disminuían en calidad.

El mérito de El Planeta de los Simios se debe a Arthur P. Jacobs, que decidiera comprar los derechos de una poco conocida novela de Pierre Boulle (autor, entre otras cosas, del libro El Puente sobre el Rio Kwai), y comenzara una larga batalla con los estudios de Hollywood para concretarlo como proyecto. Recién cuando pudo hacer un piloto con una prueba de maquillaje – que hiciera creíbles a los simios – logró luz verde de la Fox, pero antes debió obtener una estrella que hiciera peso en el cartel del film. Es en ese momento en que Charlton Heston entra en escena, y el actor ingresaría en una sucesión de filmes de ciencia ficción que tendrían gran suceso: El Planeta de los Simios, Soylent Green y The Omega Man. El resto es historia.

La memoria suele engañar a la gente; por eso cuando uno hace un re-visión de El Planeta de los Simios puede encontrar cosas sorprendentes y otras desilusionantes. Es un film mucho más pequeño de lo que uno piensa (sólo hay tres capítulos: el aterrizaje en el planeta, la captura y traslado de Taylor al poblado simio, y su posterior escape), y se nota que está hecho con un presupuesto ajustado. El libro original de Boulle así como el primer tratamiento del guión (por parte del mítico Rod Serling, creador de la serie de culto The Twilight Zone) instalaban a los simios en una cultura similar a la de los años 50, con radio, televisión y autos. La revisión de Michael Wilson lo lleva a una etapa más primitiva, con lo cual los costos se abaratan sensiblemente, pero resulta en una especie de collage bizarro con tecnología muy dispar. La sociedad simia posee el conservadurismo religioso y político de la edad media, pero a su vez tiene sicólogos y científicos; poseen armas de fuego, vestimentas y cámaras fotográficas pero andan a caballo; sus casas mezclan elementos prehistóricos con otros salidos de la época de los griegos. Es notoriamente desigual y, como mínimo, se puede decir que es peculiar.

El otro aspecto son los errores de coherencia; astronautas que vagan por el planeta sin probar la potabilidad del agua o del aire; alienígenas que hablan inglés perfectamente… Hay muchas pistas en el filme que podrían haber anticipado a Taylor sobre la verdadera naturaleza del planeta (en la novela de Boulle efectivamente es otro planeta). En ese sentido es preferible la interpretación que da el crítico James Berardinelli, indicando que debemos asumir que el filme funciona como una alegoría más que como una historia lineal.

Y es que, con los discursos dados en el desierto y la llegada de Taylor al poblado, los guionistas cargan las tintas sobre el sentido metafórico del libreto. Taylor es un hombre desconfiado y renegado de la humanidad, pero a su vez debe pasar por una prueba donde se humilla su condición de ser humano. Su vana esperanza de encontrar seres en otros mundos superiores al hombre se despedaza al ver un planeta dominado por simios y en donde él es tratado como un animal. Mientras que toda la crítica a la raza humana destila del borrador de Rod Serling (con su cínica visión sobre el hombre), es en las escenas del juicio al humano infame en donde Wilson (que fuera proscripto en la era del Macartismo) hunde el cuchillo sobre la defensa e igualdad de los derechos y el tema de la discriminación. Esto es obvio en la naturaleza de la sociedad simia donde los chimpancés son los científicos y ocupan el escalafón más bajo, superados por los gorilas (militares) y por último por los orangutanes (políticos). Es una sociedad cerrada que pelea para no perder su status quo, algo que puede quebrarse por la aparición del humano parlante. No difiere mucho el juicio de Taylor de alguna escena típica de la inquisición. Y en un momento esto resulta patente cuando Taylor y el Dr. Zaius hablan a solas: “¿por qué me teme y por qué me odia?” a lo cual Zaius le responde que representa una amenaza y que por lo tanto deberá ser aniquilado (en este caso, lobotomizado como sucedió con uno de sus compañeros astronautas). Es una sociedad religiosa que tolera a los científicos como un mal necesario, siempre y cuando sus descubrimientos no puedan minar los cimientos del poder que le brinda el absolutismo religioso y político.

Pero si bien la necedad de los simios resulta algo molesta, el film funciona muy bien hasta allí. El problema es el clímax – pre Estatua de la Libertad -, que me resulta absurdo. La llegada de Cornelius, Zira, Taylor y Nova a las cuevas de la Zona Prohibida es una escena totalmente superflua, o como mínimo, mal escrita. Es contradictoria y mal resuelta. El hallazgo de restos antiquísimos de huesos de simios se basa en un cálculo a ojo de Cornelius. Los elementos encontrados allí deberían dar pie a una acalaroda discusión sobre la naturaleza de la sociedad simia – si efectivamente, ellos descienden del hombre -. Pero la aparición de la muñeca que habla es risible (si con esto Taylor no se da cuenta de dónde está…). A final de cuentas la aparición de Taylor no resuelve nada y los pobres científicos terminan siendo castigados. Como es obvio, Zaius sepulta los indicios de la verdad en una explosión que demuele la cueva. Pero sólo la mitad de los diálogos funciona en esta escena, y las secuencias de acción no tienen sincronía en la lógica de los hechos – por ejemplo, era innecesario que los gorilas regresaran a disparar contra ellos -. No es un duelo de ingenios o de ideas que resulte de valor; sólo algunas frases y conceptos funcionan.

Y por supuesto está el final. El Planeta de los Simios funciona por el excelente maquillaje de John Chambers, las buenas interpretaciones de Heston, McDowell y Hunter, la prolija dirección de Schaffner, la música alienígena de Goldsmith … pero fundamentalmente por el shockeante final. Esa escena de por sí sola es un clásico del cine. Por supuesto hay bastante de leyenda sobre la ocurrencia – el final del libro de Pierre Boulle es similar al de la remake de Tim Burton del 2001, donde realmente es otro planeta y el astronauta regresa… pero en el futuro -. Hubo un borrador en donde Nova quedaba embarazada, pero fue rechazado aduciendo que si Nova era una alienígena humanoide (y carente de inteligencia) entonces Taylor la debería haber forzado sexualmente (?). El rumor más probable es el que indica que en una etapa temprana del proyecto Jacobs y Blake Edwards (el director de La Pantera Rosa) estuvieron conversando para concretar el filme, pero no encontraban un final viable. A la salida del restaurant donde almorzaban vieron un afiche con la Estatua de la Libertad y al únisono exclamaron: ¡Rosebud! (la expresión que emitía Orson Welles antes de morir en Citizen Kane). Ni a los guionistas ni a Boulle le agradó mucho la idea, pero la voluntad de Jacobs prevaleció. La secuencia es en sí impactante – es un fuerte alegato anti armamentista -, pero resulta algo descolgado del film. Como dije antes, si uno (y Taylor) hubiera seguido con atención los detalles no habría costado demasiado anticipar lo que Heston termina de percatarse en la playa.

A pesar de sus huecos sigue siendo un filme más que destacable. Algunos lo citan como un clásico, otros no. La evidencia indica una disparidad en donde afloran buenas y fuertes ideas, unas (muy pocas) terribles y algunos baches de lógica. Pero en general prefiero valorar las intenciones antes que hacer la matemática de los hechos, y me resulta una experiencia cinematográfica más que satisfactoria.

THE PLANET OF THE APES

Los filmes de la saga de El Planeta de los Simios son: El Planeta de los Simios (1968), Regreso al Planeta de los Simios (1970), Escape del Planeta de los Simios (1971), La Conquista del Planeta de los Simios (1972), y Batalla por el Planeta de los Simios (1973). El Planeta de los Simios (2001) es la remake de Tim Burton del filme original. Posteriormente se iniciaría una nueva trilogía que reimaginaría el universo simio con El Origen del Planeta de los Simios (2011), El Amanecer del Planeta de los Simios (2014) y El Planeta de los Simios: la Guerra (2017). La Historia de El Planeta de los Simios es un artículo especializado de este portal, que narra la lucha del productor Arthur P. Jacobs para poder rodar el filme original de la saga.