Crítica: Phantoms (1998)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1998: Peter O’Toole (Dr Timothy Flyte), Ben Affleck (Sheriff Bryce Hammond), Joanna Going (Dra Jenny Pailey), Rose McGowan (Lisa Pailey), Liev Schreiber (Alguacil Stu Wargle)

Director: Joe Chappelle, Guión: Dean Koontz, basado en su novela

Trama: Con el fin de curar sus heridas emocionales después de un fuerte desengaño amoroso, Lisa Pailey ha aceptado la invitación de su hermana para pasar un tiempo en su casa, situada en el pequeño pueblo de Snowfield, Colorado. Pero, al llegar, descubren que las mas de 700 personas que habitan el pueblo han desaparecido. Asustadas, han ido a la oficina del sheriff y se han armado con un par de escopetas, pero al usar la radio y el teléfono descubren que todas las comunicaciones han sido cortadas o interferidas. Aún con ello logran mandar un SOS, el cual es recibido por el sheriff Bryce Hammond, quien se pone en camino de Snowfield junto con un puñado de sus alguaciles. Hammond descubre algunos cuerpos de apariencia bizarra, amén de cadaveres mutiladas y extrañas marcas en las paredes. Una de las señales dejadas por las víctimas es el nombre de un investigador de lo paranormal, Timothy Flyte, el cual parece saber lo que ha estado ocurriendo. Mientras tanto el gobierno está al tanto de los sucesos de Snowfield y ha reclutado a Flyte, incluyéndolo en una expedición de búsqueda e investigacion enviada al pueblo. Pero al llegar casi todos son asesinados por hordas de insectos mutantes, y Flyte pronto descubre que el causante de todo esto es una entidad orgánica ancestral, laa cual fuera causante de la desaparición de muchos pueblos – como los mayas – en la antigüedad. Ahora Flyte, Hammond y las hermanas Pailey deberán descubrir cómo combatir a la entidad, antes de que ésta se lance a devorar todo tipo de forma de vida sobre la Tierra.

Ben Affleck y Leiv Schreiber compiten para ver quién da la peor sobreactuación, en esta secuencia de Dean Koontz's Phantoms (1998) Ben Affleck y Leiv Schreiber compiten para ver quién da la peor sobreactuación, en esta secuencia de Dean Koontz’s Phantoms (1998)

Phantoms (1998) Dean Koontz = bullshit. Koontz es otro de esos cráneos que se creen estrellas de rock en el género literario del terror, pero que sólo termina resultando un generador serial de idioteces. Algo así como un Stephen King de segunda – y eso que King hace rato que dejó de ser un buen escritor -. Las pruebas están a la vista: el libreto de Phantomsen un arranque de egolatría, pensando que su material es de calidad superior y que solo él puede entenderlo – está redactado por Koontz, adaptando su propia novela. Es indescriptible la cantidad de imbecilidades que incluye, las cuales serían mas apropiadas para un guionista pendex e inmaduro que para un escritor de carrera considerado best seller. El resultado final es un festival de idioteces en donde la idea de fondo – que era muy potable – es arruinada por los sustos baratos que incluyó el escriba en un ataque de mediocre inspiración.

El villano resulta ser una especie de petróleo caníbal y consciente, cuya mente está compuesta por las mentes de todas las víctimas que ha devorado. Al tragarsetantos cristianos, el bicho ha llegado a la conclusión de que él es la representación material del Diablo y que, por ello, necesita que alguien escriba una especie de evangelio describiendo cómo es que va a arrasar todo tipo de vida sobre la Tierra. Entre eso y las explicaciones de seudo ciencia del personaje de Peter O’Toole – de que la criatura es la responsable de la desaparición (instantánea y misteriosa) de gran cantidad de pueblos desde el inicio de la humanidad, incluyendo la extinción de los dinosaurios – son las únicas cosas potables que tiene para ofrecer Phantoms. Después, el resto, parece salido de una película serie Z sobreproducida. Si el engendro demoníaco negro no fuera suficiente, Koontz agrega insectos gigantes mutantes, un alguacil sicópata (Liev Schreiber, sobreactuando salvajemente y siglos antes de que lo consideraran un actor respetable), cadáveres envenenados de color púrpura, y cuerpos mutilados de las maneras mas ridículas. Entre las cabezas que los protagonistas encuentran en un horno (¿qué? ¿la abeja mutante las cortó, abrió la puerta del horno y las puso allí?), los motores de los autos destrozados en un santiamén ni bien los protagonistas le sacan la vista (¿en serio? ¿las abejas mutantes abren los capós, se morfan medio motor y se dan maña para bajar la tapa sin hacer ruido?), y la gigantesca imbecilidad de una mano cercenada portadora de un lapiz de labios, la cual al parecer se fue flotando hasta un espejo y escribió el nombre de un periodista de la prensa amarilla (y el único que puede saber lo que pasa), las ocurrencias del libreto son mas propias de Ed Wood que las de un imitador de Stephen King. Súmese a esto la desagradable Rose McGowan (la única expresión facial que tiene es la de chupar limones agrios), un Ben Affleck demasiado pendex como para resultar creíble como curtido sheriff que fue a Harvard, demasiadas ideas robadas de El Enigma de Otro Mundo (versión Carpenter), una entidad acuosa que puede marcar el número de tu celular pero que es incapaz de hablar en un inglés coherente, y un Peter O’Toole almidonado que estira las explicaciones hasta lo insufrible para crear misterio… son demasiadas bobadas para un filme que se supone innovador y terrorífico. Es increible pensar que esto salió de la cabeza del mismo tipo que escribió Odd Thomas.

Phantoms es un engendro a evitar. Mal escrito, mal actuado, plagado de pavadas y con un final insatisfactorio, me hace acordar a obras espantosas refrendadas por tipos que se creen geniales (¿se acuerdan de 8 Dias de Terror dirigida y adaptada por Stephen King de su propio material, o M. Night Shyamalan’s Devil?), y que terminan generando bofes intragables cuando tienen todo el control creativo de la obra. Gente de ego enorme que se creen autores de otro mundo y que no se dan cuenta que son productores masivos de hamburguesas literarias, productos escasamente nutritivos que sirven para pasar un rato pero que terminan indigestando por la grasa que chorrean.