Crítica: Perros de Paja (Straw Dogs) (1971)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA / GB, 1971: Dustin Hoffman (David Sumner), Susan George (Amy Sumner), Del Henney (Charlie Venner), Peter Vaughan (Tom Hedden), Jim Norton (Cawsey), T.P. McKenna (Alcalde John Scott), David Warner (Henry Niles)

Director: Sam Peckinpah, Guión: Sam Peckinpah & David Zelag Goodman, basado en la novela The Siege at Trencher’s Farm de Gordon Williams

Trama: El joven matrimonio de David y Amy Sumner se va a vivir a una villa en la campiña inglesa. Pero en el pueblo no son bien vistos, y pronto comienzan los roces entre los Sumner y los lugareños. David ha contratado un grupo de trabajadores locales para que terminen de levantar un garage en su cabaña, pero empiezan a descubrir que – durante su ausencia -, los obreros han ingresado a husmear en la casa. Las cosas se enturbian más cuando engañan a David para ir de caza y terminan regresando furtivamente a la granja para violar a Amy. Aunque Amy guarda el secreto del ultraje, el clima se volverá explosivo cuando Tom Hedden y sus hijos – quienes han estado acosando a los Sumner todo el tiempo – intenten ingresar por la fuerza a la granja, en donde David está resguardando al sospechoso de la desaparición de la hija de Hedden.

Crítica: Los Perros de Paja (Straw Dogs) (1971)

Perros de Paja fue y sigue siendo un filme controversial. Está dirigido por el maestro del cine violento, Sam Peckinpah, y es la punta del iceberg del subgénero llamado brutalidad en los bosques (o citadinos atemorizados, como prefiero denominar). A partir de Straw Dogs se dispararía una larga lista de filmes que abarcarían los años 70 y con el ojo puesto en la misma temática: desde el clásico Deliverance hasta La Ultima Casa a la Izquierda, Las Colinas Tienen Ojos y La Masacre de la Motosierra de Texas.

Pero si bien hoy muchos lo consideran una de las obras maestras de Peckinpah, Perros de Paja es una película sumamente molesta e irritante. Uno percibe al instante que los personajes no son reales ni se comportan como seres humanos, sino que son creaciones intelectuales del autor que quiere establecer dos fuerzas diametralmente opuestas y antagónicas para poder crear el supuesto clima dramático. El gran problema que tiene el guión es que los obliga a convivir durante todo el tiempo que dura la historia, lo cual normalmente sería absurdo. Cualquier individuo en la situación que viven los Sumner se habría marchado del lugar al poco tiempo; y si Amy vivió en el pueblo, su relación con los lugareños debería haber sido otra – pero aquí es una completa extranjera, tal como David que es norteamericano -; tampoco existen otros personajes en el pueblo que no sean los irritantes Hedden; y así ocurre con un montón de cosas. Ni siquiera el matrimonio de David y Amy es creíble – ella, toda una gatita sexual provocativa, mientras que él es un tipo tímido, intelectual y poco agraciado; ¿cómo estos dos terminaron juntos? -, carecen de química entre sí, y toda su relación se ve forzada. En el fondo, todos los personajes de Perros de Paja conforman un circo de gente detestable que viven llevándose entre sí para el demonio.

El tema es que, para narrar una historia de opresores y rebelión (o bien, de venganza), se precisan personajes simpáticos – en el sentido de que el público pueda relacionarse e interesarse por ellos -. Los Sumner no lo son. El otro punto es la violencia gratuita; el vandalismo de los Hedden, la muerte del gato, el robo de las prendas íntimas, el acoso… no tiene sentido (e incluso esas escenas están ridículamente filmadas). Es como si David hubiera contratado a una banda de sicópatas para los trabajos de albañilería en su casa, y aún a sabiendas de su probada peligrosidad, decide mantenerlos. Aún cuando el personaje de Dustin Hoffman sea un débil de caracter – que se verá forzado a asumir su hombría durante la escalada de violencia -, hay hechos que la lógica del espectador rechaza. Esta gente no puede cometer tantas estupideces ni ser tan indefensa contra las agresiones constantes de los locales.

Hay varios puntos a discutir sobre la película. El primero, es el escenario de la campiña inglesa, que termina por transformar a todo el relato en xenófobico. Si uno trasladara los sucesos a los bosques americanos (y con personajes americanos), sería el choque entre la cultura de la colina y la del hombre de la ciudad; pero al ubicarlo en Inglaterra, Peckinpah le da otro sabor a la historia – que no es el adecuado – y termina por entenderse que es el rechazo de los ingleses hacia el americano y su esposa. Resulta bizarro ver a hillbillies británicos en la misma actitud de clan violento que la pandilla que acosaba a Burt Reynolds y sus amigos en Deliverance. El otro punto es la ambigüedad moral de toda la historia, que se enlaza con la cuestión de lo mal desarrollada que está la escalada de sucesos violentos. Mientras que la primera hora uno está esperando que en cualquier momento a Dustin Hoffman se le queme el cerebro y empiece una carnicería (porque todos los acontecimientos están apuntando a eso), la inclusión repentina (y artificial) del degenerado bobo de David Warner termina por volar todo tipo de expectativa, transformándola en una orgía de violencia por motivos absolutamente triviales o poco probados. El asedio de la granja por parte de los Hedden no tiene ningún tipo de justificativo real, más que una sospecha. El crecimiento del coraje de Dustin Hoffman es poco creíble. La sucesión de atentados e intentos de ingreso a la casa roza por momentos lo patético. Y Hoffman termina por desatar una matanza por defender su casa (como último bastión de su dignidad) mientras que toda la instancia de la violación de Amy – que debería haber sido el causante del clímax – queda totalmente diluído y olvidado en medio del baño de sangre.

Perros de Paja es un filme escrito de manera desesperante, pero en el peor sentido de la palabra. Es posible que Sam Peckinpah quisiera hacer su propia versión de La Naranja Mecánica – un estudio sobre la violencia gratuita -; pero aquí fuerza a un troupe de personajes irritantes, patéticos, apáticos, irreales y ambiguos a convivir entre sí durante una hora y media de metraje, para finalmente desatarlos y dejar que se maten entre sí. Es como incluír caracteres propios de la Nouvelle Vague en una orgía de violencia – física, sexual, verbal, intelectual como el encuentro entre David y el cura del pueblo -. No tiene sentido, no tiene mensaje, ni siquiera brinda la satisfacción de la venganza; la acción y los diálogos no son creíbles o rayan en lo ridículo por su artificialidad. Simplemente es un circo de locos agresivos que carece de cualquier tipo de propósito.