Crítica: The Parallax View (1974)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Recomendación del EditorUSA, 1974: Warren Beatty (Joseph Frady), Paula Prentiss (Lee Carter), Hume Cronyn (Bill Rintels), William Daniels (Austin Tucker)

Director: Alan J. Pakula, Guión: David Giler & Lorenzo Semple Jr sobre la novela homónima de Loren Singer

Trama: Seattle, principio de los años 70. El senador Charles Carroll se prepara para lanzar la campaña política de la presente temporada, y ha decidido reunir a la prensa en el mirador ubicado en lo alto de la Aguja Espacial – la monumental torre que se ha transformado en el símbolo de la ciudad -. Pero Carroll es asesinado y su homicida perece al caer al vacío en el transcurso de la fuga. Ahora han pasado varios años y nadie parece acordarse del hecho; pero la periodista Lee Carter ha acudido a su antiguo compañero de trabajo – y ex amante – Joseph Frady, rogándole que la ayude ya que cree que un grupo de asesinos está tras sus pasos, planeando matarla en cualquier momento. Sus sospechas pasan porque ella fue testigo del asesinato de Carroll y ha descubierto – para su horror – que otros seis testigos del magnicidio han fallecido recientemente y en circunstancias muy extrañas. Frady descree de la paranoia de Carter… hasta que a los dos días se ve obligado a reconocer su cuerpo en la morgue. Puesto en acción, Frady consigue una identificación falsa, abandona su trabajo y se dedica a rastrear al secretario del senador Carroll, el cual se encuentra escondido y posee información vital para descubrir a los responsables de la conspiración; pero enorme será su sorpresa cuando, en el transcurso de la pesquisa, se tope con una siniestra organización llamada Parallax, la cual parece disponer de fondos ilimitados y se encuentra a la búsqueda de sicóticos y violentos de todo tipo, a los cuales recluta a través de una serie de ingeniosos avisos publicados en el diario y los utiliza para cometer sus atentados. Y llegado a ese punto, Frady se verá en la encrucijada de huir o avanzar en la peligrosa investigación que ha iniciado, aún cuando ello implique meterse en la misma boca del lobo para poder conocer todos los secretos de Parallax desde dentro y, de ese modo, desbaratar toda la truculenta operación que éstos han montado.

The Parallax View No hay nada mas inquietante que la idea de un estado conspirador y paranoico, uno que se ha organizado para perseguir, acusar, torturar, encarcelar y matar a los supuestos enemigos del gobierno, disfrazando la movida de cruzada moral para preservar la integridad del régimen imperante … o que, peor aún, opera en las sombras como una especie de estado paralelo y opresor mientras mantiene una fachada de honestidad intachable. Es una fuerza ominosa, silenciosa y omnisciente, una criatura gigantesca dotada de miles de ojos, oidos y brazos, y que se encuentra al acecho, lista para atraparte al instante en que te pases de la raya. Mientras que semejante engendro es un fruto natural de los gobiernos totalitarios, resulta alarmante verlo prosperar en una sociedad tan democrática como la norteamericana, la cual se llena la boca con sus ideales de igualdad, independencia y justicia, y en donde se esconden monstruos tremendos capaces de devorar de manera insaciable a aquellos que considere enemigos de sus intereses creados. Imaginen el shock del estadounidense promedio – encerrado en su burbuja de clase media -, al descubrir que su propio gobierno persigue y asesina a ciudadanos de todo tipo y color, llegando incluso a los extremos del magnicidio con tal de preservar el silencio y el status quo de sus interesados. Si toda esta paranoia estaba latente en la sociedad norteamericana desde las épocas del asesinato de John Fitzgerald Kennedy – y toda la seguidilla de homicidios y desapariciones de los principales líderes civiles, políticos y sindicales de la época -, la detonación del escándalo Watergate terminaría demostrando (de manera fehaciente) que las conspiraciones eran reales, residían en Washington y eran perpetradas por una camada de amorales disfrazados de patriotas, los cuales estaban dispuestos a defender a cualquier precio los atributos logrados por sus políticas corporativistas.

Desde ya que nada de esto espanta a los que vivimos al sur del Rio Grande, ya que nos tocó sufrir en carne propia las manipulaciones de las agencias de inteligencia norteamericanas, las cuales – enfrascadas en flagrante guerra de espacios contra la avanzada comunista -, comenzaron a voltear gobiernos republicanos y sustituirlos por dictaduras fascistas de extrema derecha, seudo bastiones de la democracia occidental plantados frente al rotundo enemigo rojo que había acaparado Cuba, Corea, Vietnam, y ahora parecía abalanzarse sobre territorio hispanoamericano. Nuestros países siempre han sido el patio trasero en donde Norteamérica ha librado sus guerras sucias, razón por la cual nunca hemos sentido demasiado consideración hacia las miserias que les tocó vivir a los Estados Unidos en los 60 y 70s, años plagados de retorcidas conspiraciones y golpes de estado silenciosos. No es que los estadounidenses se hayan vuelto unos santos pero – habiendo caido la Unión Soviética y el grueso de sus países satélite -, ahora han encontrado enemigos en otros lares y han llevado sus disputas hacia otros territorios – arábicos, para ser exactos -, razón por la cual nos han dejado respirar de un tiempo largo a esta parte.

Pero aún en ese mar de consideraciones y especulaciones, uno no puede quitarse de encima la sensación de incomodidad producida por The Parallax View. El subtexto del filme es claro: aún en el país mas poderoso del planeta las intrigas abundan, y ni siquiera los presidentes están a salvo. Desde ya que el filme de Alan J. Pakula no es el primer thriller paranoico y conspirativo de la historia – John Frankenheimer ya había sentado las bases en su trilogía paranoica compuesta por Siete Dias de Mayo, El Embajador del Miedo y El Otro Señor Hamilton -, pero sí es el primero que dispara por elevación al pasado reciente de los Estados Unidos. El homicidio del senador – ocurrido al inicio de la película – se parece demasiado al asesinato de Bobby Kennedy durante un mitin político en 1968; el climax del filme alude subliminalmente a Lee Harvey Oswald y su participación en el magnicidio de John Fitzgerald Kennedy acaecido en 1963. La novedad aquí es que la organización Parallax no crea asesinos profesionales sino que recluta violentos y sicópatas para plantarlos como chivos expiatorios en las escenas de los crímenes. Un sicópata es un loco sin disciplina, pero es alguien fácil de culpar si un grupo de profesionales comete de manera impecable un magnicidio y se decide a ponerle el arma ensangrentada en sus manos.

Desde ya, la dirección de Alan J. Pakula es impecable. El tipo ha creado el lenguaje narrativo de los filmes conspirativos y cualquier cinta de temática similar sólo se ha limitado a imitar los recursos aplicados por Pakula: desarrollo lento, planos muy amplios (en donde la gente se ve demasiado pequeña), escenas en silencio, mucha comunicación sutil por parte de los protagonistas a partir de los gestos, una sensación de peligro constante e inminente – en donde uno sospecha de que el protagonista no podrá llegar vivo a la mañana siguiente -, y la paranoia constante de ser seguido / escuchado por los agentes enemigos que están al acecho permanente. Para colmo está esa incómoda sensación de soledad y desamparo, en donde el héroe no puede acudir a las tradicionales agencias de seguridad ya que carece de garantías de que las mismas no estén infectadas de conspiradores, y de que los mismos se enteren y se presenten en tu casa, en la forma de un sicario disfrazado de uniformado.

En semejante contexto, el único cuerpo que parece independiente y dispuesto a garantizar la libertad y la justicia es la prensa libre: el poder de los diarios dispuestos a denunciar a los corruptos de turno y avanzar hasta las últimas consecuencias, resistiendo toda clase de presiones políticas y/o subterráneas para detener su accionar. Tal como ocurriera con Watergate, aquí el héroe es un periodista; y el mismo sólo podrá avanzar a causa de descubrimientos fortuitos y arrepentidos de último momento, hechos e individuos que han escapado al accionar de la implacable maquinaria conspirativa y que necesitan ser callados para no delatar el andamiaje de poder construido a partir de la ilegalidad. Aún así, la sensación imperante es la de fragilidad: ni siquiera la denuncia mejor construida – y basada en pruebas irrefutables – es garantía de que la justicia participará y detendrá a los culpables. Así lo ha probado JFK de Oliver Stone, en donde los honestos se han visto reducidos al papel de quijotescos caballeros de armadura oxidada, peleando contra la burocracia y la desautorización del inmenso establishment politico de turno.

Acá la idea de fondo es apasionante, y la ejecución bordea lo brillante. Warren Beatty detecta una organización que recluta sicópatas; para ello recurre a tests sicológicos, los cuales parecen creados para sacar lo peor de las personas. Luego la organización los embadurna con dinero y les asigna tareas en puestos sensibles cercanos a los poderosos, a la vez que les realizan un entrenamiento mental que sólo tiende a exacerbar sus sentimientos encontrados. Ya en la primera sesión de testeo (a la que se somete Beatty), a los candidatos le plantan un video plagado de ideas subliminales – que primero asocian correctamente conceptos e imágenes (justicia, patria, padre, autoridad, enemigo), y después empiezan a trastocarlos de manera alarmante – se demuestran las intenciones de lavarle el cerebro a los aspirantes y resaltar los aspectos mas oscuros de sus respectivas (y violentas) personalidades. Otra que el tratamiento Ludovico (de La Naranja Mecánica), sólo que recargado de malicia y manipulación homicida.

Como héroe de la aventura, Warren Beatty está ok. No es un gran actor, a veces es demasiado apuesto para un rol que precisa anonimato, pero proyecta seguridad en sí mismo e inteligencia. No es un héroe impavido sino uno sagaz e inventivo – es brillante cómo resuelve la amenaza de bomba en el avión sin quedar involucrado -, y uno espera que al final logre triunfar contra todas las adversidades; pero la eficiencia de la organización roza la perfección – de hecho el grueso de la historia no es mas que ver la sucesión de testigos eliminados apenas Beatty logra contactarlos -, e incluso uno olfatea que las cosas van a salir mal cuando ve que los conspiradores han ubicado los verdaderos orígenes del protagonista.

La Visión de Paralajeese fenómeno óptico en donde el comportamiento de los objetos cambia según la perspectiva… y lo cual le da el nombre a la película – es un thriller excepcionalmente sólido, inteligente e inquietante. He aquí la decadencia del sueño americano, en donde todos los ideales de libertad y justicia han perecido aplastados bajo la omnipotencia de un estado totalitario, de accionar secreto y prepotente, y guiado por el deseo permanente de resguardar sus propios intereses. Es horrible descubrir que uno vive en una sociedad en donde el Estado, en vez de protegernos, prefiere perseguirnos y eliminarnos si representamos un obstáculo en su camino. Y The Parallax View plasma toda esa sicosis con una eficiencia asombrosa, dando a luz uno de los mejores thrillers de todos los tiempos.