Crítica: Our Man Flint (Flint, Agente Secreto) (1966)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

5 atómicos - excelenteUSA, 1966: Intérpretes: James Coburn (Derek Flint), Lee J. Cobb (Cramden), Gila Golan (Gila), Edward Mulhare (Malcolm Rodney), Rhys Williams (Dr Krupov), Benson Fong (Dr Schneider), Peter Brocco (Dr Wu), Shelby Grant (Leslie), Helen Funai (Sakito), Sigrid Valdis (Anna), Gianna Serra (Gina), Michael St Clair (Hans Gruber)

Director: Daniel Mann, Guión: Hal Fimberg & Ben Starr, sobre una historia de Fimberg

Recomendación del Editor

Trama: Un ultimátum ha sido lanzado a todos los países del mundo, de lo contrario serán arrasados por tormentas y terremotos causados por el dispositivo que posee una poderosa organización criminal secreta. La Organización Zonal Mundial de Inteligencia y Espionaje (ZOWIE) envía a sus mejores agentes tras la pista, pero son rápidamente eliminados. Ante la falta de espías calificados, y en una reñida encuesta sobre las condiciones del agente secreto ideal para cumplir la misión, el resultado que arrojan las computadoras es uno solo: el agente retirado (y renegado) Derek Flint. Mezcla de 007 y Doc Savage, Flint es reticente a aceptar la misión. Pero cuando el complot toca de cerca a los jefes de ZOWIE (y amenaza su propia vida), decidirá involucrarse, siguiendo el rastro de la organización Galaxy, que planea dominar el mundo con un gobierno de científicos.

Critica: Our Man Flint (Flint, Agente Secreto) (1966)

A mi entender, la década del 60 (y la primera mitad de los 70) constituyen los años más importantes de la historia del cine.

Es bastante comprensible; fue un período revolucionario para el mundo entero, y especialmente para Norteamérica. 007, The Beatles, los hippies y el Flower Power, la guerra de Vietnam, las muertes de John Fitzgerald Kennedy y Bobby Kennedy, Malcom X y Martin Luther King, Hoover en pleno apogeo de poder en el FBI, el Watergate, Andy Warhol y el auge del Pop, la guerra fría … muchos cambios políticos, culturales y sociales. Todo eso generará una oleada de grandes films de la historia, tratando sobre esta realidad, o por el contrario, inventando universos imaginarios, aunque sea por escapismo a dicha realidad. Es la era de The Godfather, The French Connection, 2001, Patton, Hair, Jesus Christ Superstar … o cosas mucho más livianas – e inolvidables – como los filmes de 007, las comedias de Doris Day, Bullitt, The Planet of The Apes, Jaws, The Sting, … hasta cerrar el ciclo con Star Wars (1977)

Pero son los 60 los que me resultan particularmente interesantes. Cuando eran años previos a la depresión de Vietnam (a fines de los 60 aún parecía que se podía ganar la guerra; y aún parecía ser una guerra normal), cuando la TV aún no había empezado a mostrar desgarradoras imágenes de las carnicerías que se hacían en el otro lado del mundo en pos de ideologías estúpidas. Era ciertamente una época muy naif, años de ingenuidad, de cultura Pop colorinche y de humor Camp, que quizás se simbolicen como nunca en la serie televisiva Batman.

Esto viene a cuento para ubicar en qué escenario aparece la Bondmanía en 1964, tras el estreno de Goldfinger. Una observación interesante es que puede decirse que los filmes Bond de los 60 son atemporales, guiados por el buen gusto y con cierto clasicismo en cuanto a modas, escenarios y argumentos. Vale decir, resisten bastante bien al paso del tiempo. Pero como suele pasar, un éxito en cine implica una moda, y la moda implica una horda de hijos bastardos que salen con menor presupuesto a intentar participar en un pedazo (aunque sea mínimo) de la misma torta. Continuando con nuestra observación, estos hijos bastardos no poseen un estilo refinado como el de 007, sino por el contrario, parecen más influenciados por la psicodelia Pop de Batman. Tanto los decorados, ropas, argumentos, colores … se ven – en la mayoría de los casos – excesivamente kitsch, y con una caducidad de corto plazo. Ver hoy a un imitador de 007 de los 60 – al cual los años le han sentado mal – es similar a ver una película de propaganda de la segunda guerra mundial, a una película de surfistas en la playa de los 60, o a una película de asesino serial con hacha o cuchillo de los 80. Se ve demasiado antiguo, una reliquia de su tiempo. Como si alquiláramos Saturday Night Fever el dia de hoy. Está pasado de moda.

Esa galería de hijos bastardos fue excesivamente abundante. Nunca fue igualado por otra moda cinematográfica. Si en los 70 salieron copias bastardas de Star Wars, en los 80 de Tonys Maneros, asesinos seriales y Rambos y en los 90 de Terminators, todos juntos no alcanzarían a cubrir la cantidad de películas de espías que se disparó en los 60 a la sombra de Goldfinger. Coproducciones europeas en su mayor parte, con presupuestos medianos o inexistentes, con argumentos descerebrados en su mayoría. Desde el agente OSS, pasando por la adaptación del comic Fantomas en Francia a la 007, o con parodias – especialmente en Italia – como las de Lando Buzzanca, Franchi e Ingrassia, el mismo Vittorio Gassman … Sin contar al cine y la TV americanos, que produjeron sus Matt Helms, Napoleón Solo, Kelly Robinson & Alexander Scott, Maxwell Smart … y un largo etcétera, donde solo un puñado sobrevivirían y aportarían algo de interés a un género que se desplomaría por el peso de la saturación en 1970, coincidiendo con la partida de Connery del rol, y la tibia respuesta del público a On Her Majesty Secret Service. Donde parecía que el cine de súper espías estaba por pasar a mejor vida.

Pero cuando aún las cosas eran frescas (en 1966), entre toda esa muchedumbre, surgió un film que puede considerarse como el modelo de parodia Bond, que incluso muchos imitadores intentarían copiar. Es el caso de Our Man Flint.

Siglos antes de que naciera Austin Powers, hubo un super agente que se tomaba a sí mismo en solfa. En vez de copiar paso por paso y recitar maquinalmente la rutina 007, Flint opta por el camino inverso: busca crear su propia mitología. Más que a James Bond, Flint sigue los pasos del comic Doc Savage: es un héroe retirado, millonario, de impresionantes habilidades físicas e intelecto superior. Es ridículamente perfecto. A diferencia de Savage, no está rodeado de mentes científicas brillantes (¿para qué, si el mismo basta y sobra?). Y por contra con el Hombre de Bronce, no es un buen samaritano que se preocupa por la humanidad sino un remarcable cretino que vive rodeado de mujeres y sólo piensa en su bienestar. Y que deberá aceptar una misión cuando su vida esté en peligro, a pesar de no haber tomado el trabajo. Pero es un cretino encantador.

Muchos imitadores de comedia de la época siguieron la mitología Flint sin éxito. La causa fundamental radicaba en el casting y seguía por el argumento: James Coburn era un gran actor con carisma de sobra para el personaje, y tenía una química impresionante con Lee J. Cobb que hacía de Lloyd Cramden – su jefe en ZOWIE – . Pero además, tenían de base un script que disparaba decenas de dardos sobre 007. No sólo en el film hay muchas menciones indirectas (0008; el sosías de Connery que se encuentra con Flint en Marsella – que incluye cejas gruesas y peluquín – ; referencias a SPECTRE), sino que Flint hacía 10 veces mejor cualquier cosa que Bond pudiera hacer. Y una diferencia fundamental es que Flint es expeditivo sin armas, o confía en las que él mismo construye. La secuencia en que Cramden intenta entregarle un maletín trucado y una pistola – similar equipamiento al de 007 en From Russia With Love – es de antología. Coburn le responde: “No es necesario, tengo mi propio encendedor. 82 usos letales, 83 si lo utiliza para prender un cigarrillo”; culminando con el rechazo del arma, ya que él es más rápido con una cerbatana que usa dardos con curare. Cuando le dispara un dardo a una mosca en menos de dos segundos, la platea aplaude de pie.

Our Man Flint es un film deliciosamente ridículo. Pero no ridículo por ser malo, sino que posee una gran calidad. Su ridiculez es intencional – Flint es sobrehumano – . Al contrario de los filmes de Matt Helm – que son atrocidades cinematográficas graciosas por su nivel de amateurismo -, Our Man Flint es una sátira brillante y que, incluso, cuenta con un presupuesto que compite – si no es que supera – a los del mismo 007. Siempre cuento lo mismo: Flint destruye una isla antes que 007 lo haga en You Only Live Twice. Flint va al espacio antes de que Bond lo hiciera. Imagino la impresionante presión que debía pesar sobre Saltzman y Broccoli al ver un film como este, compitiendo cabeza a cabeza en el mismo nicho que ellos habían descubierto.

Los americanos tienen una expresión para ciertos films y los llaman de culto. Un film de culto no solo contiene escenas que serán imitadas, sino contiene parlamentos que todo el mundo – aún con una única visión de la película – sabe de memoria. Son cintas que tienen algo más que invitan a verlas y re-verlas una y otra vez. Son películas que poseen un magnetismo especial y que todo el mundo recuerda con afecto. Y Our Man Flint es definitivamente un film de culto: si bien el argumento básico es rutinario (amenaza mundial, super agente al rescate), es en el desarrollo donde posee sus puntos mas fuertes. Sorprende a cada rato, especialmente con las salidas extremas que hace Coburn. Conectando a Cobb a la corriente eléctrica como un fibrilador humano para salvar a un moribundo (!); analizando instantáneamente un dardo envenenado y descubriendo que posee rastros de bouillabaisse – una sopa del sur de Francia que es la que tomaba el asesino que preparó el dardo -; disfrazándose de hindú en un cabaret de mala muerte; descansando más antes de una misión si paraliza su corazón; transmitiendo mensajes secretos con su propia clave basada en las medidas de las mujeres; siendo perseguido por águilas anti norteamericanas; o haciendo acrobacias inimaginables (también merece mencionarse la participación de Cobb, especialmente su acoso por parte del teléfono presidencial – ese con la tonada inconfundible que popularizara Austin Powers años después -). Y, pensando en la platea, Flint no es especialmente sangriento – cuando despacha al asesino nazi Gruber en el restaurant, lo hace tras bambalinas – pero sí expeditivo. La acción en el film pasa por lo físico antes que en persecuciones o tiroteos.

Como mencionábamos al principio, la estética del film es extremadamente Pop. Esto es evidente especialmente cuando Flint llega a la isla Galaxy. Los decorados son impresionantes – aún cuando en bastantes casos se notan las pinturas Matte y las imágenes superpuestas, por no mencionar las miniaturas demasiado obvias – así como la secuencia final con la voladura de la isla. Y algunas de sus ideas son naif propias de los 60, como los científicos construyendo una sociedad perfecta – pero que requieren de las drogas y la hipnosis para comandarla -, libre de la guerra y de la política.

Coburn y Cobb se llevan las palmas y aplausos, y en el casting destaca un joven (y ponzoñoso) Edward Mulhare años antes de The Knight Rider. Y sin lugar a dudas, es imposible olvidar a la impresionante partitura de Jerry Goldsmith, pegadiza como ninguna, y arreglada durante todo el film según la situación como rock, tango, vals, etc. Y especialmente efectiva en las secuencias de acción.

Un clásico de culto, sin duda alguna. Es una lástima que la secuela fuera algo opaca, y decidieran archivar una tercera entrega (The Bride of Flint). Después se resucitaría al personaje en una oscura (y perdida) película para TV con Ray Danton, pero descarnada del humor que lo hizo famoso. Quizás en algún momento de lucidez – entre tantos idiotas con dinero que pululan en Hollywood – sea posible acceder a una remake. El personaje (y el público) se lo merece. El tema es ver quién se calza los zapatos de Coburn.

LA SAGA DE OUR MAN FLINT

La saga basada en Derek Flint se compone de: Our Man Flint (1966) y In Like Flint (1967), ambas con James Coburn. Hay un atroz piloto de televisión que data de 1975 – Our Man Flint: Dead on Target -, con Ray Danton como el personaje del título.