Crítica: Espionaje en Casablanca (Il Nostro Agente a Casablanca) (1966)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

3 atómicos: buenaEspaña / Italia, 1966: Lang Jeffries (Brian Kervin), Olga Omar (Nadia Nalis), Thea Fleming (Ingrid van Heufen), Barbara Nelli (Zara Abbas), Pier Paolo Capponi (Hermann von Heufen), Rubén Rojo (Shannon), Paco Morán (Draco)

Director: Tulio Demicheli – Guión: Fulvio Gicca Palli & Vittoriano Petrilli

Trama:  El general Dem – líder autócrata de un país aliado de Occidente – está en problemas. Un dossier con todos sus trapos sucios – incluyendo su pasado nazi – ha sido robado de manos de un diplomático estadounidense y ahora circula en el bajo mundo de la ciudad de Casablanca, siendo ofrecido al mejor postor. El agente Brian Kervin es llamado para recuperarlo pero chinos y rusos van tras el mismo expediente, deseosos de exponerlo al público y generar un golpe de estado que derroque a Dem. Mientras tanto un misterioso asesino – dotado de una mano de metal que aplasta las gargantas de sus víctimas y termina por electrocutarlas – se ha estado encargando de liquidar los cabos sueltos y los posibles sospechosos. Utilizando todos los aliados que le sea posible, Kervin deberá recuperar el dossier antes de que sea demasiado tarde.

Crítica: Espionaje en Casablanca (Il Nostro Agente a Casablanca) (1966)

En general los filmes de Euroespías tienen ese no sé qué que las hace pasables y entretenidas, sin importar lo barata o rutinaria que sean. Ya sea porque son un esperpento y uno se ríe de ellas o, como el caso que nos ocupa, porque son bastante mas sólidas de lo que uno esperaba. Dirige este circo un argentino, Tulio Demicheli, un tipo que empezó haciendo comedias con Tita Merello y, como una buena parte de artistas argentinos, se fue a Europa a probar suerte en los 60s terminando por filmar de todo – terror, espionaje, westerns, comedias, etc -. A decir verdad Nuestro Agente en Casablanca tiene una dirección muy buena – las peleas están hechas con nervio y hay un duelo entre una avioneta fumigadora cargada de DDT (!) y un coche en una playa que es mucho mas intensa y excitante que la sobrevaluada persecución del biplano a Cary Grant en Intriga Internacional -. Nada mal para ser una película hecha con dos mangos.

El argumento es simple pero uno a la media hora termina de perderle el hilo por tantas idas y vueltas. Hay un reporte – sobre un dictador simpatizante de las fuerzas de Occidente, otrora con pasado nazi (vaya novedad!) – que no puede salir a la luz porque sino al tipo lo echan del poder y perdemos un poderoso aliado. Cuando la contra va a robarlo se topa con que el mensajero sólo carga papeles en blanco; lástima que es demasiado tarde para preguntarle sobre qué hizo con los originales ya que al flaco lo hicieron fiambre. La cara visible del enemigo es un tipo con una mano de lata (si, como leyeron bien: de lata!; no de metal, o un gancho o siquiera robótica) que cuando te agarra te descarga como 2.000 voltios y te fríe como un huevo (no quiero ni imaginar qué le pasa al tipo cada vez que quiere ir al baño a orinar). La mano es un esperpento inmóvil y nada práctico pero es el detalle original de la película. Al toque mandan al espía de turno, Lang Jeffries, un tipo alto, morrudo, bastante buen actor y bien pintón que tiene un humor sarcástico que lo saca del anonimato de toda la caterva de Euro-espías que proliferaba en esa época. Como esto pasó en Casablanca el tipo se va a África, va a investigar a la secretaria del diplomático asesinado así como a la esposa del chofer (que cometió la traición junto con el tipo de la mano de hojalata) y empieza a rebotar de un lado a otro en busca de los papeles originales. Por ahí andan moscardoneando agentes rusos, chinos y de otros colores a los cuales Jeffries les encanta bardear.

No hay nada demasiado excitante ni demasiado nuevo en el filme, pero quizás ésa sea su principal ventaja: es rutina y está bien hecha. Como ambiente exótico Casablanca destila pobreza a más no poder, con toneladas de gente en la calle que el agente (y el cameraman) se esfuerzan en no atropellar con el auto. Quizás lo mas pavo sea una carrera a caballo entre árabes (??), los cuales se la pasan disparando sus rifles al aire en una época en donde no existía el concepto de “muerte por una bala perdida” (todo lo que sube tiene que caer!) y el circuito hípico está atestado de gente. Pero, salvo ese y algún otro detallito se deja ver sin complicar la neurona y sin que haga historia de ningún tipo.