Crítica: El Objetivo (The Objective) (2008)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA / Marruecos, 2008: Jonas Ball (Benjamin Keynes), Matthew R. Anderson (oficial Wally Hamer), Jon Huertas (sargento Vincent Degetau), Michael C. Williams (sargento Trinoski), Sam Hunter (sargento Tim Cole)

Director: Daniel Myrick, Guión: Daniel Myrick, Mark A. Patton & Wesley Clark

Trama: Afganistán, en el marco de la guerra contra el terrorismo. Benjamin Keynes es un operativo de la CIA que dirige un escuadrón encargado de hallar un informante que se ha refugiado en el desierto. Pero en el trayecto comienzan a ocurrir extraños sucesos. Aparecen luces en el cielo, las cuales empiezan a seguir al pelotón. No pasa mucho tiempo antes que los soldados comiencen a inquietarse y a sospechar que su misión real no es cazar a un soplón perdido. Y, bajo la presión de la tropa, Keynes se ve obligado a admitir el verdadero objetivo de la operación: observar y hacer contacto con las luces, las cuales se cree que son manifestaciones de una inteligencia extraterrestre. Pero la tropa se extravía en el desierto, los recursos se acaban y las luces han comenzado a diezmar al escuadrón. Y a menos que ocurra un milagro, Keynes y los suyos tendrán los días contados.

El Objetivo Si alguno de ustedes quiere saber qué ocurrió con la dupla de creativos detrás del megasuceso de El Proyecto Blair Witch, yo les cuento: Eduardo Sanchez ha estado dirigiendo joyitas directas a video como Alterado, y su ex socio Daniel Myrick ha sido responsable de bodrios como El Objetivo. No hay nada en todo el filme que funcione como la gente; todo es anodino y a medio cocinar, y da por tierra las expectativas que la premisa se encargaba de vender.

A esta altura del partido ya a nadie le sorprende que los Estados Unidos considere a Afganistán e Irak como sus provincias. Los tipos entran y salen como panchos por su casa, sin pedirle explicaciones a nadie. A su vez, todo esto termina siendo asimilado por la cultura norteamericana como algo natural, sin cuestionar la legitimidad de usurpar el territorio de una nación ajena. Para Hollywood, es sólo un lugar exótico a donde van a vivir aventuras sus modernos cowboys armados con rifles M16. Para El Objetivo, el ejército norteamericano es una fuerza justiciera que puede perseguir a quien sea en su propio país. Y más le vale a la gente que colabore, sino serán visto como traidores y terroristas.

Dejando de lado el deleznable subtexto político de todo esto, El Objetivo es un bodrio de proporciones mayúsculas. Al menos en Arenas Rojas había otro pelotón perdido en un país musulmán que debía enfrentarse a un demonio ancestral y hacía cosas más interesantes. Pero acá las cosas vienen mal cocinadas desde el vamos, eligiendo a un actor completamente anodino como protagonista. Con la excusa de que debe perseguir a un soplón hasta el desierto, el tipo consigue convencer a un pelotón de veteranos soldados para que lo acompañe en la misión; y después se la pasan caminando y peleándose entre ellos todo el tiempo. Las luces aparecen a lo lejos – siempre muy, muy lejos – y los atacan de vez en cuando. Los tipos terminan por perderse, y las luces comienzan a darle caza. Y todo esto en medio de demasiados diálogos de calidad muy pobre.

Sin duda el desierto es un lugar fascinante para generar un clima de suspenso y paranoia, pero Daniel Myrick es el director menos adecuado para ello. El filme, simplemente, carece de atmósfera. La amenaza no asusta demasiado y, lo que es peor, tampoco hay demasiadas explicaciones sobre el fenómeno. Esta gente se la pasa hablando, escupiendo, puteando y caminando. Cada 20 minutos aparece una lucecita, hace algo rápido y desaparece. Y, a mi juicio, ver lucecitas y soldados caminando – una y otra vez – no se corresponde con mi idea de entretenimiento.

El Objetivo es mediocre por donde se la mire. Uno se la pasa esperando que el filme despegue en algún momento, cosa que jamás ocurre. Por supuesto el climax intenta dejar algún tipo de enigma, pero no le alcanza para redimir los anodinos 90 minutos previos. Mi consejo: evítela, o alquile Red Sands. Tiene una premisa similar, pero está mucho mejor hecha.