Crítica: La Nave de los Monstruos (1960)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Mexico, 1960: Lalo Gonzalez ‘Piporro’ (Lauriano), Ana Bertha Lepe (Gamma), Lorena Velázquez (Beta), Consuelo Frank (lider venusina)

Director: Rogelio A. González, Guión: José María Fernández Unsáin

Trama: La civilización venusina se ha quedado sin hombres y decide mandar a dos jóvenes exploradoras, Gamma y Beta, a recorrer el universo y recolectar especímenes masculinos de cualquier raza con los que puedan reproducirse y evitar la extinción. Ahora han llegado a la Tierra y Beta se ha enamorado de Lauriano, un vaquero mexicano simpático pero algo mentiroso. Pero Gamma no ha podido evitar tentarse con la sangre humana y se ha convertido en un vampiro, razón por la cual el alto mando venusino ordena que sea destruída. Gamma se rebela y libera a los monstruos de la nave, con quienes se alía para dominar el mundo, comenzando por la aniquilación de Beta y Lauriano. Pero el mexicano charlatán es más habil de lo que parece y pronto le dará pelea de igual a igual a los engendros del espacio.

La Nave de los Monstruos (1960) Antes de comenzar con la review, quisiera hacer una pequeña disgresión. Es interesante notar que la mayoría de las industrias cinematograficas del mundo siempre ha hecho lugar a la fantasía y a la ciencia ficción, aún cuando dispusieran de recursos paupérrimos. Están los yanquis con toda su serie B; están los ingleses, que arrancaron con producciones de la BBC y luego pasaron a la pantalla grande con la Hammer y la Amicus; figuran los japoneses, con Godzilla, la Toho y la industria del animé; están los mexicanos con sus fabulosos wrestlers peleando contra amenazas del espacio hechas de papel maché; y hasta la filmografía turca tiene su cuota de exponentes, aún cuando robe escenas, personajes y argumentos de la mayoría de películas conocidas (el Superman turco, la Star Wars turca, Star Trek, etc). Todos los pueblos le han dado lugar a su cuota de delirio, y hasta en muchos casos podríamos hablar que se tratan de géneros nacionales. Y con la Argentina, ¿qué?. Aquí, por el contrario, le hemos dado cabida a comedias con cómicos y libretos impresentables, melodramas insufribles con cantantes de moda (algo que arrancó en la época del tango en los años 40, se adaptó a los nuevos géneros surgidos y ha llegado hasta no hace mucho, como los filmes con Sandro o Palito Ortega), y películas recargadas de pedantería intelectualoide. O hacemos películas descerebradas o hacemos filmes densos y crípticos. Es interesante notar que los filmes denotan cualidades del ser nacional; y quizás por ello se debería tomar nota que los argentinos no han querido entrar en el terreno de lo fantástico porque consideran ridículo al género. Las producciones criollas de sci fi o terror tan contadas que figuran como espaciados oasis en medio de un vasto desierto.

En México, por el contrario, se animaban a todo. Incluso a cosas tan bizarras como La Nave de los Monstruos. Es una película que lo deja a uno rascándose la cabeza. ¿A qué público va dirigido el filme?. ¿Al infantil?. Tal como pasaba con las aventuras de El Santo (otro que parece un ídolo para los más chicos), abundan las muertes sangrientas y las chanchadas. Gente empalada en estacas. Ojos que explotan. Personas desangradas por vampiros. Cadáveres prendidos fuego. Oh, si; un enorme what the fuck??, porque el tono gráfico y violento de algunas escenas no se condice con lo tonto de los diálogos.

Acá han robado secuencias de efectos especiales a media humanidad, aunque me inclino a que pertenecen a películas rusas de sci fi. Ya que el metraje de dichas escenas era limitado, esto redunda en una falta generalizada de coherencia. En una toma la nave tiene una forma, y en la siguiente otra. A esto se le suman los decorados, que son grandes, vistosos y bizarros. Y la historia, desde luego. Dos chichis en traje de baño, recorriendo el universo y recogiendo (perdón la expresión) monstruos que sean masculinos para reproducirse con ellos. Y no son bichos humanoides parecidos a un Tom Cruise de piel verde, sino que son cosas deformes y atroces. Al parecer las chicas de Venus a) son genéticamente compatibles con cualquier ser del universo, b) no le hacen asco a nada, c) tampoco le importan los engendros que puedan nacer de esas uniones. O sea, son una especie de ninfómanas espaciales.

Como si ese punto no fuera lo suficientemente atroz, las chicas llegan a Chihuahua y se topan con Lalo Gonzalez “Piporro”, un tipo simpático, que canta bien y hace los mismos chistes del Chavo del 8. Al menos como comic relief Gonzalez es disfrutable, y eso es lo que hace digerible a La Nave de los Monstruos. Lo que sigue después es igual de bizarro; un monstruo succiona a la vaca – mascota del protagonista (llamada Lolobrígida… ¿por Gina?), y la deja convertida en puro hueso. El monstruo marciano (que es cabezón y tiene el cerebro al aire) se pone cachondo con Gamma. El patético robot (un tipo en una caja de papel metalizado) se pone ultraviolento. Al menos Piporro, en vez de llamarlo Tor le dice Trac-tor, y el hombre de hojalata se enamora de una fonola. O cuando Piporro va a pelearse con la venusina, interrumpe todo y le canta “Eso es el Amor”, del argentino Pepe Iglesias (otra que Bollywood!). Con detalles como éstos últimos, La Nave de los Monstruos se vuelve tan absurda que termina por ganar por simpatía.

Si gusta pasar un rato de buen entretenimiento sicotrónico, le recomiendo La Nave de los Monstruos. Es tan gloriosamente ridícula que termina siendo simpática, y uno siempre se divierte, aunque sea sacándole mano a las terribles ocurrencias del libreto.