Crítica: Devilman (2004)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Japon, 2004: Hisato Izaki (Akira Fudô / Devilman), Yûsuke Izaki (Ryô Asuka), Ayana Sakai (Miki Makimura), Asuka Shibuya (Mîko), Ryûdô Uzaki (Keisuke Makimura), Yôko Aki (Emi Makimura)

Director: Hiroyuki Nasu, Guión: Machiko Nasu, basado en el manga de Go Nagai

Trama: Akira Fudo es un tímido joven que ha sido adoptado por los Makimura luego que sus padres murieran en un accidente de tráfico. En la escuela el único amigo de Fudo es el excéntrico Ryo Asuka, quien vive solo y cuya fama de violento es bien conocida. Un día Ryo descubre que su padre ha fallecido y le ha enviado un video antes de morir. En él le cuenta que se encontraba trabajando en la Antártida en busca de un yacimiento de hidrógeno cuando dio con el paradero de una antigua pirámide, la cual contenía legiones de demonios que han quedado en libertad. Ahora Ryo y Akira han sido poseídos por dichos demonios, pero el noble corazón de Akira lo ha preservado y lo ha convertido en un devilman – un híbrido con alma humana -. Pero los demonios comienzan a apoderarse de toda la raza humana y Akira parece ser el único capaz de detener dicha amenaza.

Devilman Devilman está basado en el manga de 1972 de Go Nagai, el padre de Mazinger Z. Al mes de iniciada la publicación la historieta pasó a la TV, con lo cual quedaba claro que se trataba de un proyecto corporativo desde el vamos, y no de “un éxito editorial que se convirtió en animación debido a su suceso” – nadie desarrolla una serie animada de TV en menos de un mes, no seamos tontos -. Igual eso no importa demasiado, ya que uno a esta altura está convencido de que los japoneses compran cualquier cosa que tenga tintes fantásticos. Lo cierto es que el éxito de Devilman se asentó, generaría varias animaciones directas a video (OVAs) y en el 2004 dio lugar a la adaptación en vivo que ahora nos ocupa.

La primera conclusión que uno saca al ver la versión live action de Devilman es que Hiroyuki Nasu debe ser un pariente japonés de los hermanos Strause – los execrables directores que han dado a luz engendros como Alien vs Depredador: Requiem y la reciente Skyline -. Yo no creo que la historia del manga de Go Nagai sea Shakespeare – a lo sumo es un delirio bastante colorido -, pero la manera en que Nasu lo arruina es impresionante. Digo: aquí había una trama larga, épica y probada, y abundante dinero para efectos especiales. ¿Cómo se las ingenió este tipo para convertirlo en un bodoque insufrible?.

Durante el primer tercio Devilman resulta relativamente potable. Hay dos amigos – con pinta de travestis adolescentes más que de otra cosa – que van a la misma escuela; uno es tímido y el otro es un ricachón de personalidad sicótica – el pibe le ha amputado los dedos a más de un compañero de clase y, aún así, lo mantienen en la misma escuela (wtf!) -. Al tímido lo tienen zumbando a las trompadas los matones de la clase, y el sicótico siempre termina por rescatarlo. Un día el padre del sicótico se muere, revelando que descubrió un antiquísimo templo en la Antártida y el mismo aprisionaba a miles de demonios que han quedado en libertad. A partir de entonces el filme se clava de nariz y no remonta vuelo nunca más. Lo que antes era pausado y digerible comienza a convertirse en un catálogo de disparates que se suceden uno tras otro. Medio mundo se convierte en demonio, la gente se enloquece y forman hordas para exterminarlos, empiezan a aparecer personajes de la nada – como la chica timida a la molestan en la clase y se transforma también en un demonio; el nene cuyos padres se convierten en criaturas asesinas; el vecino mirón de los Makimura, etc – y la historia va a los saltos, como si fragmentos enteros de película hubieran quedado en el cuarto de edición. Debo admitir que llega un momento en que yo me canso de mí mismo, de escribir siempre las mismas palabras, pero a su vez concluyo de que eso ocurre porque los malos filmes caen siempre en los mismos errores. A partir de los primeros 30 minutos el director Hiroyuki Nasu pisa el pedal del acelerador y la credibilidad explota por los aires, arruinando lo que venía medianamente pasable hasta ese momento.

Es difícil describir todos los problemas de Devilman. Absoluto descuido de los personajes. Credibilidad nula. Exceso de personajes. Historia entrecortada. Abundantes deux ex machina. Sobreactuaciones por doquier. Pésimos efectos especiales. Si existía la porno tortura (como Saw y Hostel), los hermanos Strause inventaron la porno FX y Devilman es un cabal ejemplo de ello. Los actores dicen parlamentos estúpidos, sin convicción y de manera rápida ya que al director sólo le interesa llegar a las escenas de efectos especiales – que encima aquí son malísimos -. Y tal como los hermanos Strause en Alien vs Depredador: Requiem, Nasu se despacha con escenas desagradables. ¿Era necesario filmar en detalle el linchamiento de los Makimura?. Y a medida que se acerca al final, la cosa se pone más incoherente. Oh sí, aquí hay una historia con ribetes apocalípticos a lo Akira (dicho sea de paso: ¿el 90% de los mangas japoneses tienen que tener a algún Akira como protagonista? ¿no hay otros nombres en el idioma?), la que incluye impresionantes escenas del planeta devastado… pero, llegado a ese punto, al espectador le importa todo un pito. ¿Por qué?. Porque a los libretistas no les ha importado en lo más mínimo desarrollar siquiera un personaje de manera decente y por el cual se pueda interesar el público. El climax – abrupto, incoherente – no es más que la frutilla del postre de un filme abominable. ¿Eso significa que la historia es muy mala?. En absoluto, clama a gritos una remake hecha por un director como la gente. Pero indudablemente el filme es malo, ya que resulta indignante ver la manera en que Hiroyuki Nasu extermina todo el potencial de la trama. Esta es una historia que volvería a ver – sin lugar a dudas – si me dieran las garantías que ha caído en manos de gente que ha respetado el material de origen. Pero en este caso eso no ha ocurrido, y lo que tenemos aquí es un bodrio que bordea la incoherencia, el que por momentos da fugaces muestras de lo que podría haber sido pero no fue.