Crítica: La Vuelta al Mundo en 80 Días (Around the World in 80 Days) (1956)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1956: David Niven (Phileas Fogg), Mario Moreno “Cantinflas” (Passepartout), Robert Morley (Ralph), Noel Coward (Hesketh-Baggott), Sir John Gielgud (Mr. Foster), Trevor Howard (Denis Fallentin), Fernandel (cochero frances), Charles Boyer (Monsieur Gasse), Shirley MacLaine (Princesa Aouda), Robert Newton (Mr. Fix)

Director: Michael Anderson, Guión: James Poe, John Farrow & S.J. Perelman sobre la novela homónima de Julio Verne, Musica – Victor Young

Trama: A finales del siglo XIX, en el Club de la Reforma en Londres, un grupo de acaudalados individuos realiza una apuesta con el abogado Phileas Fogg, acerca de que éste no puede atravesar todo el mundo en menos de 80 días. Fogg toma a pecho el reto, y con su fiel sirviente Passepartout, salen de apuro en un intinerario agitado que comprende España, Francia, Egipto, la India, Hong Kong, Japon,y Estados Unidos. Pero en la travesía se les suma el molesto Mr. Fix, un detective inglés encubierto que está convencido de que Fogg ha robado el banco de Inglaterra. Y, mientras tanto, Fogg y compañía se involucran en constantes aventuras en cada parada del camino, desde lidiar con los thugs y rescatar a una princesa hindú de la muerte, hasta ser perseguidos por los indios sioux en el lejano oeste. Pero innumerables contratiempos atentan a que Fogg, Passepartout y la recien llegada princesa Aouda puedan cumplir con el plazo de la apuesta.

La Vuelta al Mundo en 80 Dias La Vuelta al Mundo en 80 Días (1873) es un título relativamente menor (aunque no por ello, no menos conocido) en toda la bibliografía de Julio Verne. A Verne siempre se lo reconoce como uno de los padres de la ciencia ficcion, aunque en realidad era un escritor de aventuras de alma. A lo sumo, cuando los medios tradicionales de viaje se le acababan como excusas narrativas para sus libros, Verne inventaba travesías a través de vehículos fantásticos (por el aire o por debajo del agua), o bien atravesando el corazón de la Tierra. Todo lo que quería contar Verne era lo que pasaba con un grupo de individuos yendo del punto A al B, cualquier fuera el medio de locomoción que utilizaran.

Esta adaptación viene como coletazo del suceso de 20.000 Leguas de Viaje Submarino (1954) de la Disney. E incluso este film impulsaría toda una sucesión de adaptaciones posteriores de obras de Verne, en especial por el éxito de taquilla y la obtención de varios Oscar (incluso como mejor película).

Pero todo esto es una cabal muestra de los excesos de Hollywood, de la indulgencia de la industria, y en especial, de los votantes de los premios Oscar, que suelen ser unos imbéciles siderales que erran más de lo que aciertan. Si uno se atiene a los valores de producción, Around The World in 80 Days es sencillamente descomunal, con un despliegue infernal de estrellas (en papeles menores o en cameos; hay quienes cuentan hasta 50, incluyendo a Ronald Colman, John Gielgud, John Carradine, George Raft, Marlene Dietrich, Red Skelton, Peter Lorre, Dominguín el torero, Fernandel, Buster Keaton, y un larguísimo etcétera), unas vistas panorámicas excepcionales, una enorme cantidad de extras en cada escena, además de una reconstrucción pormenorizada de época. Para los cincuenta, que un film costara 6 millones de dolares era exhorbitante.

Pero como suele pasar, muy poco de ese dinero parece haber sido destinado para el guión. Es un film descomunalmente aburrido. Buena parte de la culpa la tiene el productor Michael Todd (en esa época, esposo de Elizabeth Taylor) que utilizó el film para mostrar al mundo su nuevo sistema de filmación Todd-AO, obteniendo panorámicas en widescreen formidables. El tema es que después de cinco minutos de vistas panorámicas, uno empieza a aburrirse. Por momentos el film parece aquellas cabalgatas internacionales a lo Cinerama, donde sólo pasaban vistas de estatuas de Buda en la India o sampanes en Hong Kong, entre otros cientos de cosas que hoy cualquier programa de TV turístico lo pasa. El director Michael Anderson (a quien considero uno de los peores de la historia; el equivalente de Joel Schumacher de los años 50) se engolosina una enorme cantidad de minutos con las vistas, posiblemente para demostrar las virtudes del Todd-AO. Y, lo que es peor, existe argumento cero en el medio. Por ejemplo pasa una larga secuencia panorámica, intercala unos segundos con David Niven rascándose la cabeza o jugando un solitario de Whisk, y sigue diez minutos más mostrando escenarios.

No sólo eso. David Niven se pasea como un sonámbulo durante la mayoría del film (y eso que es un intérprete de gracia exquisita), con secuencias enteras sin decir lineas, sin algún momento de gracia que le reserve el guión, ni siquiera decir algo coherente. Si el viaje es una excusa, al menos cada parada del viaje debería servir para mostrar un momento de comicidad o de aventura. Los encuentros casuales con quienes le proveen medios de transportes para la siguiente etapa (buques, trenes, elefantes, etc) son tan asombrosamente absurdos y torpes que uno se sorprende de lo malo que es el libreto. Hay una larguísima secuencia de flamenco en España, seguida de un burdo contacto con un supuesto sheik (que es Gilbert Roland vestido como explorador inglés!!!), lo que es una excusa para que Cantinflas deba participar en una corrida de toros. El cruce con George Raft y Marlene Dietrich en San Francisco produce vergüenza ajena. El pesadísimo personaje del detective Fix (un supuesto villano que pone la historia y que, por error, desea capturar a Fogg) estorba a cada rato sin comicidad. El viaje a la India es otro dolor testicular con el insípido rescate de la princesa Aouda (Shirley McLaine!!), que además tiene un tío en Hong Kong (!!) y que Fogg decide proteger, llevándosela consigo a Londres (sin papeles!!). Decir que el libreto es atroz y que la dirección es abominable es quedarse corto.

No todo es tan horrible. Cuando los viajeros llegan a Estados Unidos, las cosas se animan un poco, en parte a John Carradine, que hace de un militar pendenciero, y en parte porque la correría con los indios tiene algo de gracia. Sorprendentemente el film se apoya en el inusual protagonismo de Cantinflas, a quien le da un montón de espacio y de escenas cómicas. Cuando Cantinflas – que no es un comico que figure entre mis favoritos – corretea en la plaza de toros, participa en el circo japonés o escapa de los indios, se roba la escena (esta película le abriría las puertas de Hollywood al cómico – algo que era reticente, ya que prefería siempre filmar en Mexico -; su siguiente film en la meca del cine, Pepe, se estrellaría en la taquilla y nunca más volvería a rodar para los estudios norteamericanos). El gran drama es que todas las secuencias de Cantinflas suman un tiempo mínimo en las casi 3 horas que dura el film. El resto es un insufrible e incoherente bodrio.

Este es un claro ejemplo de cuando la memoria engaña sobre la calidad del producto. Todo el mundo recuerda maravillas del film… pero en una visión actual, es obvio que es malísimo. Si usted soporta tres horas de letanía para ver los 20 minutos de Cantinflas, allá usted. Yo le avisé.