Crítica: Mockingbird Lane (2012)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 2012, piloto de TV: Jerry O’Connell (Herman Munster), Portia de Rossi (Lily Munster), Charity Wakefield (Marilyn Munster), Mason Cook (Eddie Munster), Eddie Izzard (Grandpa)

Director: Bryan Singer, Guión: Bryan Fuller, basado en la clásica serie de TV Los Munsters, creada por Norm Liebman y Ed Haas

Trama: Los Munsters son una extraña familia conformada por el abuelo – un vampiro milenario cuya identidad es desconocida aunque se presume que es Drácula -, su hija Lily – también vampira -, su yerno Herman – un ser construido a partir de partes de cadáveres, y armado por el abuelo, ya que no encontraba ningún candidato decente para su hija -, su nieto Eddie y su sobrina nieta Marilyn, la cual es la única normal del grupo. Los Munsters acaban de mudarse al 1313 de Mockingbird Lane, y deben enfrentarse con dos problemas: el primero es explicarle al joven Eddie que él posee la genética monstruosa de la familia y que, en noches de luna llena, se transformará en un hombre lobo; y la otra es que el corazón de Herman está al borde del agotamiento, ya que el grandote es un tipo demasiado apasionado y sentimental, y cada emoción fuerte termina con un infarto. Y si bien cambiarle el corazón a Herman es un trámite simple, lo cierto es que él no desea un corazón nuevo, ya que está convencido que una nueva válvula cambiaría todo lo que siente por su amada Lily.

Mockingbird Lane (2012) Es posible que el mundo esté dividido entre los que aman a la clásica serie de TV Los Munsters, y los que la consideran una estupidez irremediable. Yo me encuentro dentro de la última categoría. En todo caso – y quebrando una lanza a su favor – diré que Los Munsters son un producto de su tiempo, fruto de una época en donde aún subsistía la ingenuidad remanente de los dorados años 50, y antes que la Guerra de Vietnam pulverizara los ideales de la sociedad norteamericana. A partir de los 70 todo estaría empapado de cinismo, más aún cuando estallara el escándalo de Watergate. La cruel realidad de ver a jóvenes norteamericanos siendo masacrados en el otro extremo del mundo – en una guerra imposible de ganar -, y el descubrimiento que la cúpula política que gobernaba el país era capaz de disparar retorcidas conspiraciones capaces de mancillar la democracia más fuerte y estable del planeta terminaron por destruir la burbuja en donde vivía la familia atómica de la década del cincuenta. Se murieron los años de candidez de Doris Day; era hora del nihilismo de The Doors.

Pero a mediados de los años 60 aún se tenía la sensación de que todo estaba bien, y de que la gente se podía divertir con cosas simples. Así es como surgieron Los Munsters, los que mezclaban el formato habitual de las sitcom con la parodia al cine de terror y, especialmente, a los monstruos clásicos del panteón de la Universal léase Dracula, Frankenstein, el Hombre Lobo -. A mi gusto, lo de Los Munsters era demasiado naif incluso para su época, y siempre me parecieron una copia de baja calidad (u orientada a un público infantil) de Los Locos Adams (cuyo show es uno de mis favoritos). Lo curioso es que ambas series tuvieron una emisión inicial idéntica, comenzando en setiembre de 1964 y terminando en Abril / Mayo de 1966, aunque corrieron en cadenas televisivas distintas.

Los Munsters demostraron ser un producto duradero, ya que después de su emisión inicial vinieron nuevas series y filmes reunión, el último de los cuales data de 1996. Claro, los actores originales fueron falleciendo y sus reemplazos fueron camuflados bajo toneladas de maquillaje, pero el formato siempre se mantuvo sin alteraciones. Pero ahora en el 2012 alguien tuvo la idea de revivirlos, esta vez adaptados a los tiempos del nuevo milenio. Lo que comentamos ahora es el piloto dirigido por Bryan Singer (Superman Returns, X-Men) y concebido por Bryan Fuller (de la serie de TV Pushing Daisies), el cual terminó siendo rechazado por los ejecutivos de la emisora que lo habían encargado.

Quizás el mayor problema que enfrenta actualmente Hollywood es que el mundo del cine está siendo dominado por gerentes de marketing, cráneos que creen que cualquier cosa con un nombre establecido – desde un juego de tablero hasta una línea de juguetes, sin considerar la caterva de viejísimas series de TV y filmes clásicos que figuran en los depósitos de los estudios, y sobre los cuales poseen derechos inajenables – puede ser revivida, reciclada y convertida en un producto que recaude millones. Desde ese punto de vista, no sería nada extraño ver en un futuro una película sobre la Coca Cola y protagonizada por actores clase A. La estupidez intrínseca detrás del concepto es que las remakes, re-versiones y reciclados fracasan en el 99% de los casos, simplemente por una cuestión de su propia naturaleza: si usted hace una versión nueva de un hit viejo que data de hace 40 años, ¿quién la va a ver?; ¿los jovenes de aquel entonces, devenidos en gerontes que seguramente protestarán por la violación de lo que consideran una obra incunable?; ¿los jóvenes de ahora, que ni siquiera sabían que la obra original existía (o que la consideran un bodrio insalvable, y ni siquiera van a ver la nueva versión)?. En todos los casos se plantea un reto casi insalvable, ya que la nueva versión debe seducir a los fanáticos de la vieja obra, y crear a su vez una nueva generación de entusiastas; pero el punto es que una obra de hace 40 años estaba pensada para un tipo de público, y trasladar tal cual dicho concepto termina siendo anacrónico. Volver a ver a un tipo enorme maquillado como un Frankenstein risueño (en el rol de Herman Munster) es más bochornoso que gracioso.

Es por eso que la re-versión de Los Munsters que hacen Fuller y Synger en Mockingbird Lane me parece estupenda. Imagino que a los fans de la vieja serie les parecerá una herejía intolerable – Herman es apuesto, a excepción de un feo tajo que tiene en el cuello; Lily es una sensual vampiresa y no un burdo clon de Elsa Lanchester en La Novia de Frankenstein; el abuelo es un siniestro decrépito y no un tipo con un disfraz barato de Drácula; y el resto de la familiar se ve normal, aunque sea en apariencia -, pero a mi juicio es una reimaginación que funciona. Ciertamente estos nuevos Munsters se ven más cercanos a Los Locos Adams que a la serie original en la que se basan, ya que el nene de la familia es problemático, el marido es un apasionado de aquellos, y la esposa destila sensualidad por todos sus poros; pero el factor desequilibrante es el delicioso abuelo vampiro que compone Eddie Izzard, un retorcido manipulador que se roba cada una de las escenas en las que aparece. El tipo no duda en devorarse un león frente a su nieto con tal de demostrarle el punto de que “ellos no son muy normales que digamos”, o de liquidar al maestro de los boy scouts de Eddie para conseguirle un corazón nuevo a Herman. Eso sin contar su siniestro plan de reconvertir a medio vecindario en sus “esclavos de sangre” – dándole biscochitos caseros empapados con su hemoglobina – para usarlos como mano de obra gratuita para refaccionar su decrépita mansión.

Yo me reí mucho con Mockingbird Lane, pero debo admitir que el concepto está demasiado lejos de la ingenuidad original de Los Munsters y se parece a una versión revisada por Barry Sonnenfeld (u otro especialista en humor negro y tétrico). Acá hay bastante gore y tripas en primer plano, y la truculencia está a la orden del día; pero prefiero esto antes de ver a un gigante de piel verde y con cara de Frankenstein pavote.

Es una lástima que el piloto no haya tenido éxito. El cast me parece excelente – en especial Eddie Izzard y Mason Cook, pero el resto es igual de brillante -y los gags son realmente efectivos. Pero lo mejor es que establecía una mecánica creible para un concepto disparatado – léase una familia de monstruos -, ya que uno se quedó con las ganas de ver cómo seguían estás bizarras relaciones familiares espoleadas por el abuelo retorcido y conspirador. Quizás en algún momento alguien decida retomar el proyecto desde el punto donde se quedó, o armar algo parecido sin tener que escupirle a la memoria de un clásico. Como sea, me pareció una gran idea con problemas de identidad debido a la necesidades del marketing de asociarlo a una marca reconocida.

LOS MUNSTERS

La Herencia de los Munster (1966) – Mockingbird Lane (2012)