Crítica: Sin Miedo a la Muerte (1976)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1976: Clint Eastwood (Harry Callahan), Tyne Daly (Kate Moore), Harry Guardino (teniente Bressler), Bradford Dillman (capitán McKay), John Mitchum (DiGeorgio), DeVeren Bookwalter (Bobby Maxwell)

Director: James Fargo, Guión: Stirling Silliphant & Dean Riesner

Trama: Un grupo de ex combatientes de Vietnam ha formado un grupo terrorista y están decididos a dejar su marca en San Francisco. Al asaltar un depósito de armas matan a DiGeorgio, el histórico compañero del detective Harry Callaham, y el violento policía ha jurado venganza. Mientras tanto Callaham debe lidiar con su nueva pareja, una muchacha inexperta llamada Kate Moore, la cual está haciendo sus primeros pininos como detective. A pesar de ser impulsiva e ingenua, la Moore pronto demuestra ser una policia de raza y se convierte en el mayor apoyo de Harry cuando éste es suspendido por los violentos raids que ha hecho en los bajos fondos en busca de datos sobre el paradero de la célula terrorista. Y pronto ambos coincidirán en la Isla de Alcatraz – antigua prisión de máxima seguridad devenida museo – en donde los terroristas se han atrincherado, manteniendo al Alcalde como rehén y exigen un cuantioso rescate. Hacia allá partirá Kate, Harry y su poderosa Magnum 44, la cual está decidida a exterminar a todos los criminales que se crucen en su paso.

Critica: Sin Miedo a la Muerte (The Enforcer)

Sin Miedo a la Muerte (1976) Harry el Sucio (1971) es un clásico indiscutible de la historia del cine. La potencia de sus imágenes, la ferocidad de sus antagonistas – el detective ultra violento enfrentado a muerte con el asesino sicópata -, y el profundo debate moral que se despide de la historia – que la burocracia es sólo una máquina que impide la justicia real al trabarla con tecnicismos; de que los hombres honestos deben hacer justicia con sus propias manos cuando se enfrentan a un mal tan superior como imparable; la simpatía del público por una figura tan violenta y fascista como es la de Harry Callaham – dejaron una marca imborrable en el público, y aún es objeto de debate entre críticos e intelectuales. Después de todo, Harry el Sucio es el padre de toda una generación de vigilantes tan violentos como expeditivos (estén dentro o fuera de la ley), los cuales se fueron clonando por millones en el mundo del cine después del estreno del filme de Don Siegel de 1971. Pero, para esa época, la idea de un policía asesino (aunque fuera por causa justa) era shockeante, y quizás el único antecedente previo sería el de James Bond – el agente gubernamental que matara a sangre fría al doctor Dent en Dr. No (1962) -. Al menos Bond tenía la excusa de ser un asesino a sueldo trabajando para el gobierno. Como sea, tanto Harry el Sucio como James Bond terminarían sanitizando sus imagenes en algo mas justificable (o ligeramente mas potable) con el paso del tiempo: Bond no mataría gente indefensa sino a sicarios de crueldad probada en medio de una feroz balacera, y Harry Callaham tendría su cuota de redención al intentar detener a un escuadrón de la muerte conformado por policías en Magnum Force (1973). La idea del vigilante deteniendo a una banda de vigilantes por el mero hecho de dejar una parva de daños colaterales en cada una de sus operaciones – léase, matar civiles cada vez que iban a liquidar a un mafioso – no deja de ser cuestionable, y lo único que sirve es para reafirmar que el código ético de Harry el Sucio dista mucho de ser un listado de postulados claros, definidos y coherentes.

Si antes él era el vigilante, y después le tocaba pelear contra policias asesinos peores que él, en la tercera entrega el debate sobre los límites de la violencia policíaca desaparece para dar lugar a un enemigo genérico. Hay algo insultante en la descripción de un grupo terrorista norteamericano – especialmente para los que han vivido en estos pagos y hemos sufrido la guerrilla durante esos precisos años de principios de la década del 70 -, concebido por alguien que está a millones de kilómetros de distancia de lo que es una celula terrorista real actuando de manera expeditiva. También es cierto que la idea de terroristas yanquis está tomada de los títulos de los tabloides norteamericanos – el caso mas famoso es el del secuestro de la hija del millonario Randolph Hearst, Patty Hearst, en 1974 y la cual estaba asaltando bancos (con boinita a lo Che Guevara) apenas dos meses mas tarde de su rapto luego de un intenso (bah, se dice) lavado de cerebro -, con lo cual The Enforcer apela al sabor del momento. Hay un vago intento de redención sobre lo pedestre de la idea, aduciendo que estos cruzados antiimperialistas no dejan de ser vulgares criminales camuflados de terroristas y a los cuales sólo les importa la enorme cantidad de guita que consiguen con los secuestros (ejem… ¿acá no pasó algo parecido?). Pero, mas allá de eso, no deja de ser un grupo de patéticos barbudos con onda hippoide, miembros de la contracultura que terminan siendo exterminados por un policía ultra violento y miembro de la mayoría ultra conservadora norteamericana.

El debate moral sobre la performance de Harry ha pasado a ser un debate político y hasta social, entre gente fuera del sistema (y no tolerada) y los defensores acérrimos de los valores mas genuinamente americanos. En ese sentido el terrorista / hippie / individuo fuera del sistema pasa a ser una amenaza tan peligrosa como el mismo comunismo. La idea de alterar la sociedad por métodos violentos sólo puede ser aplacada por una contrafuerza mas violenta que ésta, con lo cual The Enforcer viene a ser un escenario de bolsillo de la represión guerrillera padecida en estos pagos en esa época. Eastwood interroga con violencia a marginales, musulmanes, negros – tipos que no forman la clase media blanca y supremacista – para obtener datos sobre los terroristas. Y éstos no dejan de ser “basura blanca”, gente que no encaja en la sociedad norteamericana tradicional.

Lástima que son una manga de idiotas y que sus discursos carecen de veneno. En manos de otros guionistas, The Enforcer podría haber sido otro Dirty Harry un filme de discursos y posiciones encontradas y polémicas -, pero estos flacos se rien como bobos, matan de manera gratuita y nunca dicen por qué son niños ricos con tristeza que eligieron el camino de las armas. Son carne de cañon para la Magnum 44 de Eastwood, una amenaza tan violenta como anónima que son eliminados de manera tan poco diplomática como olvidable.

La gracia del filme es Tyne Daly, cuando estaba joven y flaca. Con sus mohines y su inseguridad, la Daly pronto demuestra que tiene algo mas que ingenuidad, y se convierte en una pieza de valor, una contraparte que incomoda a Callaham con su presencia sexual. Es una lástima que el personaje no tenga el tiempo necesario para crecer como se merecía, y sólo sirva como excusa para que Eastwood arrugue mas el ceño y asesine gente de la manera mas violenta posible.

Sin Miedo a la Muerte es rutinaria, con un par de escenas interesantes y nada mas que eso. La polémica dejó paso a la película comercial en donde el enemigo es políticamente correcto. Ni siquiera está Lalo Schifrin para condimentar las cosas con su buen jazz. Es simplemente carne de cañon para una matineé de sábado por la tarde, en donde la única novedad es ver si Harry el Sucio encuentra algo mas potente que su Magnum 44 para destrozar a los malos de la peor manera posible.

HARRY EL SUCIO

Harry el Sucio (1971) – Magnum .44 (1973) – Sin Miedo a la Muerte (1976) – Impacto Fulminante (1983) – Sala de Espera al Infierno (1988)