Crítica: Hombres De Mentes (The Men Who Stare At Goats) (2009)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA / GB, 2009: George Clooney (Lyn Cassady), Ewan McGregor (Bob Wilton), Jeff Bridges (Bill Django), Kevin Spacey (Larry Hooper), Stephen Lang (Brigadier General Dean Hopgood), Robert Patrick (Todd Nixon), Stephen Root (Gus Lacey)

Director: Grant Heslov, Guión: Peter Straughn, basado en el libro homónimo de Jon Ronson

Trama: El periodista Bob Wilton es contactado por un hombre que dice haber pertenecido a una unidad ultrasecreta del ejército norteamericano, la que experimentaba con la posibilidad de generar soldados “síquicos” – capaces de matar con la mirada, desmaterializarse, tener visiones sobre sucesos lejanos y manejar mentalmente a sus enemigos -. Wilton descree de toda la historia pero, después que su matrimonio estalla en pedazos, decide ir a Irak para probarse como periodista de oficio. Pero en su estadía en Kuwait – mientras espera el visado para ingresar a territorio iraquí -, Wilton se topa con Lyn Cassady, uno de los operativos síquicos que aparecía en su reportaje. Trabando amistad con Lyn, Wilton se entera de los pormenores de esta unidad especial – cuyos miembros se hacían llamar “los Jedis” -, y empieza a descubrir una historia demencial sobre los manejos internos del ejército norteamericano.

The Men Who Stare At Goats Los Hombres que Miraban Fijo a las Cabras está basada en el libro homónimo del 2004, escrito por el periodista británico Jon Ronson. En él, Ronson investigaba sobre los experimentos en lo sicológico que realizaba el ejército norteamericano, lo cual terminaba incursionando en el terreno de lo paranormal en reiteradas ocasiones. Ciertamente la mayoría de los testimonios que recoge Ronson bordean lo disparatado – desde técnicas de tortura basadas en la emisión continua de las canciones del programa de TV para niños Barney, el Dinosaurio, hasta el ingreso secreto de decenas de cabras a las instalaciones militares de Fort Bragg para que los soldados pudieran experimentar con ellas -. La intención de Ronson era, básicamente, demostrar que el ejército americano está impregnado de dementes en posiciones de poder que buscan cualquier tipo de recurso – aún los más ridículos – con tal de generar “armas definitivas” que le brinden una superioridad absoluta sobre el enemigo.

Si bien el libro de Ronson es documental, no resultó muy difícil tomar el texto y transformarlo en una sátira para la pantalla grande. El cerebro detrás de todo esto es George Clooney, un tipo al que le encanta hacer cine político. Junto con su socio Grant Heslov – con quien pergueñara Buenas Noches y Buena Suerte, un drama sobre la censura política al periodismo en los tiempos del Maccartismo – reunieron a un puñado de amigotes, y decidieron afilar sus cuchillos sobre la carne del ejército americano. Pero el resultado final es desparejo; mientras que el 75% inicial es una sátira memorable, el filme pierde rumbo y definición en el último cuarto. Es como si no hubieran sabido cómo redondear la idea.

Ciertamente los primeros tres cuartos del filme son excelentes. A medida que Ewan McGregor empieza a profundizar en la historia, comienza a percatarse de que está delante de un círculo de dementes (pero termina por comprar la idea). La efectividad de los soldados síquicos es realmente muy dispar; por ejemplo, Stephen Root le cuenta a McGregor que pudo matar a un hamster después de mirarlo fijamente durante tres horas (!!). Aún cuando los soldados tuvieran ese poder, ciertamente resulta muy poco práctico. En otros casos en que describen sus proezas mentales – sus poderes “Jedi” (¿cuánto habrá cobrado George Lucas por el uso de la marca en esta película?) -, los resultados no son demasiado creíbles. La gran mayoría de las veces uno cree que un tipo hizo tal cosa simplemente porque él mismo lo está diciendo.

Gran parte de la gracia de todo esto pasa porque el argumento es tan disparatado que todo el mundo tiene licencia para sobreactuar salvajemente (y lo hacen con altura). En especial George Clooney y Jeff Bridges, que la pasan bomba. Cuando Clooney le muestra “la mirada centelleante” a McGregor, o la efectividad de su arma camuflada “Depredador” – que parece una simple chapita con ranuras – es hilarante. El otro punto de la gracia es que toda la mitología “Jedi” es explicada a Ewan McGregor como si éste fuera un neófito (McGregor fue Obi Wan Kenobi en la temible trilogía de precuelas de Star Wars, lo que le da un toque nerd al chiste).

Mientras The Men Who Stare At Goats apunta los dardos a la demencia del ejército norteamericano y a los ridículos poderes de los supersoldados, el filme va sobre ruedas. Incluso cuando la historia apunta a que el cuerpo especial (el ejército de la nueva Tierra) fue creado por un veterano de Vietnam convertido en hippie, la cosa se pone realmente hilarante. Es como si el ejército más letal de la Tierra hubiera decidido abrazar todas las cursilerías del New Age para resultar aún más mortífero. El problema es que la película empieza a desdibujarse con la aparición del caracter de Kevin Spacey. No es un problema del actor, sino que el personaje abre una subtrama con la cual el director Heslov no sabe muy bien qué hacer. Es cuando la historia se ve obligada a poner los pies en la tierra – poniendo a los soldados síquicos en la ocupación en Irak, tema urticante para los americanos si lo hay -, y no sabe cómo despacharse con ello. En su último cuarto la historia pierde filo. Incluso en la resolución a uno no le queda muy claro qué es lo que pasó, o cuáles eran los verdaderos motivos de estos supersoldados apostados en medio del desierto de Irak y ahora contratados por empresas privadas de seguridad.

The Men Who Stare At Goats es muy cómica hasta el clímax. Después pierde momento y rumbo. Pero, durante la mayoría del viaje, es delicioso ver a George Clooney y sus amigotes sobreactuando salvajemente y mostrando lo absurdo de la mentalidad militar estadounidense. Por los quilates de sus momentos logrados es que resulta más que recomendable.