Crítica: Memories de Katsuhiro Otomo (1995)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Japón, 1995: Film por segmentos, basados en mangas de Katsuhiro Otomo

La Rosa Magnética: Director – Kouji Morimoto, Guión – Satoshi Kon, Musica – Yoko Kanno / La Bomba Apestosa: Director – Tensai Okamura, Guión – Katsuhiro Otomo, Musica – Jun Miyake / Carne de Cañón: Director / Guión – Katsuhiro Otomo, Musica – Hiroyuki Nagashima.

Trama: Tres historias, tres épocas diferentes. En La Rosa Magnética, una nave espacial acude a investigar una señal que ha recibido y descubre el mausoleo espacial de una diva del canto lírico. En La Bomba Apestosa, Nobuo Tanaka trabaja en un laboratorio medicinal de alta tecnología e ingiere, por error, unas pildoras experimentales que lo transforman en una bomba ambulante de gas letal. Y en Carne de Cañon asistimos a la rutina diaria de una familia que vive en una ciudad fortificada con cañones y que vive en constante guerra contra un enemigo invisible.

Memories Katsuhiro Otomo es uno de los próceres del manga y anime japones. El gran hit de Otomo será por siempre Akira (1987), el film fundamental de animación que terminaría por abrirle las puertas de occidente al anime. Otomo participaría como guionista en numerosos animés, aunque su producción como director ha sido esporádica: desde Akira hasta el día de hoy sólo dirigiría un puñado de filmes, entre los cuales se destaca también Steamboy (2004).

Memories (recuerdos) es un film por capítulos, basado en mangas de Otomo; y el creativo se reservaría el sillón del director para el último segmento Carne de Cañon. Como suele ocurrir con los filmes de animación en capítulos, estos suelen resultar más en ejercicios de estilo que en narraciones concretas, además de que el nivel de las historias no suele ser parejo. Aquí sucede lo mismo; la intención de Otomo es mostrar mundos y épocas diferentes, pero el único nexo argumental es el que los relatos se desarrollan en los terrenos del género fantástico.

La Rosa Magnética es el primer capítulo, y es el más acabado desde el punto de vista artístico. Una nave espacial acude a investigar una señal y encuentra los restos de una astronave. La computadora de a bordo aún se mantiene operativa y elabora todo un mundo de realidad virtual sobre los recuerdos de la diva de la opera Eva Friedel, lo que confunde a los astronautas. Tanto la banda sonora (basada en Madame Butterfly de Puccini) como la imaginería visual son impresionantes. Pero la historia no profundiza demasiado en los detalles, sino que se entretiene en crear un clima de misterio y pesadilla – los tripulantes de la nave no logran distinguir entre la realidad y lo virtual, y a duras penas logran escapar de ese mausoleo espacial -.

Mientras que La Rosa Magnética impregna la pantalla con tristeza, el cambio de tono viene con el segundo capítulo, La Bomba Apestosa. Aquí definitivamente hay un tono de parodia al genero del kaiju eiga; pero en vez de monstruos tenemos al torpe empleado de un laboratorio de avanzada, que ingiere unas píldoras experimentales (confundiéndolas con pastillas para la gripe) y empieza a despedir un gas letal a través de la transpiración de su cuerpo. Como en todos los kaiju eiga, se repiten las escenas obligadas del género: las evacuaciones, las movilizaciones militares, los centros de mando donde se ve el avance de la amenaza. El pobre Tanaka recibe la orden de abandonar el laboratorio (que ha quedado poblado de cadaveres mientras él se tomaba una siesta) y llevarse consigo la fórmula secreta hacia la central en Tokio… sin que los jefes caigan en la cuenta de que él es la verdadera arma biológica. Todo lo que sigue es lo habitual del género llevado al extremo: Tanaka va por la carretera con su frágil bicicleta mientras que miles de aviones, helicópteros, barcos y tanques están esperándolo para bombardearlo a la vuelta de la esquina. Ciertamente también es una parodia de Otomo hacia su propia criatura Akira, ya que que Tanaka incrementa su poder de manera geométrica con cada una de las emociones fuertes (sin que él se de cuenta), y deja una estela enorme de gas que llega a niveles catastróficos (al final puede infectar a naves y vehiculos a cientos de metros de distancia). El final es algo obvio, pero está ok. No hay demasiado misterio en todo el asunto.

Donde sí hay misterio es en el último segmento, Carne de Cañon. Aquí el capítulo se toma el trabajo de pintar un universo alternativo fascinante… pero no termina por contar una historia en el sentido tradicional, con inicio y fin. Sólo se trata de una viñeta sobre este mundo tan particular, que parece un delirio de la era industrial, como si la primera guerra mundial no hubiera terminado y pasaran muchísimos años en conflicto (y con escaso avance de la tecnología). Es definitivamente una fantasía steampunk, donde cada edificio tiene montadas torretas en los techos, las viviendas están hechas de acero y cañerías, y se viven en una cultura de la guerra. El padre del niño protagonista trabaja todos los días como cargador de uno de los inmensos cañones ofensivos – al estilo del Gran Berta de la primera guerra -, y la madre es obrera en una fábrica de municiones. Incluso los uniformes parecen salidos de la milicia prusiana alemana de 1914. Mientras que la dirección de Otomo es excelente – realiza un paneo único y constante que se mueve por todo este mundo mostrando hasta el más mínimo detalle -, el relato no tiene conclusión alguna. Los cañones bombardean a una “ciudad móvil” enemiga, pero nunca se explican las causas de la guerra o la duración del conflicto. Es un escenario fascinante que daba pie para tener su propio film, pero carece de contenido. Como dijimos antes, es sólo otro ejercicio en estilo.

Memories sirve como un paseo virtual por los universos fantásticos que Otomo crea, pero no tiene mucho más que eso. Técnicamente es impecable, los relatos entretienen, y consigue crear buenas atmósferas. Pero la consistencia de las historias no es demasiada, y sólo sirven como excusas para sumergirnos en mundos de fascinante imaginería visual.