Crítica: Mayhem (2017)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

2 atómicos: regularUSA, 2017: Steven Yeun (Derek Cho), Samara Weaving (Melanie Cross), Steven Brand (John ‘El Jefe’ Towers), Caroline Chikezie (Kara ‘Sirena’ Powell), Kerry Fox (Irene Smythe)

Director: Joe Lynch – Guión: Matias Caruso

Trama:  El Virus del Ojo Rojo. Nadie sabe cómo surgió ni cómo detenerlo. Aparece de la nada, infecta a un montón de gente y, por el espacio de ocho horas los contagiados se enloquecen, perdiendo todo tipo de inhibiciones morales, siendo capaces de tener relaciones sexuales en público o matar personas sin el mas mínimo prejuicio. Derek Cho trabaja para el bufete Towers y, en su primer año, logró sugerir una estrategia legal que volvió inimputables a las víctimas del virus, ahorrándole a las corporaciones cientos de millones de dólares en indemnizaciones. Ahora Cho ha ascendido y se siente todo un ganador; pero el estudio no es mas que un grupo de tramposos y amorales y ahora, que la han embarrado con un cliente importante – sobrefacturándole en un juicio que, para colmo, perdieron -, buscan una cabeza para guillotinar y entregarla en bandeja de plata. Y Cho ha sido elegido para echarle toda la culpa, obligándole a renunciar y falsificando su firma en un montón de papeles relacionados con el caso. Y todo terminaría con el despido impune de Cho si no fuera porque el virus del Ojo Rojo se ha esparcido por el edificio y todo el rascacielos se encuentra en una cuarentena custodiada ferozmente por los militares. Infectado por el virus, Cho aprovechará la ocasión para vengarse de sus jefes – usando la impunidad legal que él ha creado y asentado en tribunales -, subiendo piso por piso, y dejando una masacre a su paso. Y aunque el Penthouse donde residen los directores es una auténtica fortaleza, nada impedirá que Cho penetre – a sangre y fuego – en el lugar para obtener la revancha que tanto desea.

Arlequin: Critica: Mayhem (2017)

Una de zombies sin zombies. Bah, hay un virus que, cuando te infecta, te desinhibe y – al no tener límites morales – puedes violar a 50 mujeres o matar al vecino de al lado por la mas mínima estupidez, muy al estilo de The Crazies de George A. Romero. El plus que trae Mayhem es que los sucesos ocurren en un ambiente cerrado y, como al protagonista le han defecado encima sus jefes involucrándolo en un caso corrupto que quieren sacarse de encima (y del cual el tipo no tenía nada que ver), ahora que está pirado y con un mínimo de lucidez, se ha lanzado a destripar las autoridades de su empresa en busca de una satisfactoria revancha. Se le une una mina que también está infectada (Samara Weaving, sobrina de Hugo y con igual cara de loca), una pobre mujer a la cual el bufete le quiere rematar la casa y que no tiene empacho en aplastar cráneos hasta dar con el pope de la empresa, el único que le puede firmar la anulación del remate.

Gran parte del problema con Mayhem es que no respeta sus propias reglas. Steven Yeun y la Weaving están infectados pero están demasiado lucidos la mayor parte del tiempo mientras uno ve que, piso por piso, la gente fornica, se rebana en pedazos, salta por las escaleras o pulveriza el cráneo de sus compañeros. Yeun y Weaving actúan bastante bien, y la locura del virus solo aparece cuando el libreto decreta que debe haber una escena de masacre. En algunos casos son divertidas, en otras aburren por ser exageradas, repetitivas y carentes de gracia. Joe Lynch (al que conocemos por haber dirigido un capítulo de Chillerama) no es Peter Jackson en onda gore extremo (y creativo) al estilo de Braindead, y al décimo cráneo aplastado a martillazos la cosa termina por cansar.

A la crítica le encantó porque le vió el subtexto obvio de la critica a la cultura corporativa, pero a mi me pareció una película floja con tendencia al exceso y magra en cuanto a humor. Aún las matanzas de los jefes de Cho (que son realmente mal tipos) deberían ser momentos de gloria, pero solo terminan en revuelcos y gore, y sin demasiada imaginación para la masacre. Para colmo Cho debe completar niveles como si fuera un videojuego – el dueño está en el Penthouse junto con la directiva y, para llegar a él, hay que obtener dos tarjetas de acceso para que la computadora de seguridad del ascensor te autorice -, pero cada “jefe” (o final de nivel) es mas rutinario que divertido. Hay alguna escena que otra – la Weaving, hecha una maestra con la pistola lanzaclavos; Yeun tragando el liquido de un gas pimienta para escupírselo en la cara al matón que quiere estrangularlo -, pero son casos aislados que no logran elevar la monotonía de la trama, la que entra en un trance tan automático como cansino antes de que termine la película.