Crítica: Matt Helm: Murderers Row (Matt Helm contra las Asesinas) (1966)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

calificación 3/5: buena USA, 1966: Dean Martin (Matt Helm), Ann-Margret (Suzie Solaris), Karl Malden (Julian Wall), Camilla Sparv (Coco Duquette), James Gregory (MacDonald, jefe de ICE), Beverly Adams (Lovey Kravezit), Richard Eastham (Dr. Norman Solaris), Tom Reese (Ironhead)

Director: Henry Levin – Productor: Irving Allen – Guionistas: Herbert Baker sobre novelas de Donald Hamilton – Musica compuesta por Lalo Schifrin

Trama: Agentes secretos de distintos servicios de inteligencia occidentales están siendo eliminados, y Matt Helm parece ser el próximo. Aprovechando el intento de asesinato, Helm simula su muerte y es enviado a investigar tanto los atentados como la desaparición del Dr. Solaris en la Costa Azul, ya que parece que los hechos se encuentran relacionados. Topándose con la hija de Solaris, Helm pronto se cruzará en el camino del millonario Julian Wall, que pertenece a la maligna organización The Big O, y que ha secuestrado al Doctor Solaris para que desarrolle un devastador rayo de helio – que puede pulverizar ciudades enteras – y poder conquistar el mundo.

Matt Helm: Murderers RowMatt Helm era la creatura literaria nacida de la imaginación de Donald Hamilton en 1960. Su primera aparición fue en la amarga novela Death of a Citizen, donde encarna a un agente de inteligencia retirado, casado y con hijos. Uno de ellos es secuestrado por una ex-amante y compañera del servicio secreto que resulta ser una doble agente trabajando para los rusos. Helm la persigue y tortura hasta poder recuperar a su hija, pero su esposa – descubriendo el cuerpo mutilado de la espía – no resiste y lo abandona.

Como puede verse, el tono de las novelas de Hamilton difiere enormemente de los films que todos conocemos de Dean Martin, pero también se aleja mucho de la línea de libros de Ian Fleming. Mezcla tanto la rutina diaria (y hasta monótona) del espionaje de Len Deighton o John Le Carré, con cierto salvajismo muy propio de las novelas de Mickey Spillane (autor del célebre Mike Hammer). En muchos casos, Helm es realmente un asesino al servicio del gobierno. Y ciertamente el tono de las novelas de Hamilton bajaría un poco su descarnada violencia en las siguientes entregas (y en algunas incluso, su personaje tiene algún rasgo de comedia que lo acercaría mínimamente a su par cinematográfico), pero siempre hay un tono oscuro en sus relatos. No puede acusarse a Hamilton de ser un imitador o de alguien que se hubiera subido a la Bondmania de los 60, pero sí es uno de los autores que surgen cuando el género literario del espionaje comenzaba a tomar vuelo. Antes de ello, Hamilton escribía westerns y había desarrollado algunos guiones para Hollywood, como la excelente y multiestelar The Big Country (con Gregory Peck y Charlton Heston).

Pero el culpable máximo de que pasara lo que pasó no es Hamilton (que es un respetable novelista), sino Irving Allen – casualmente un ex-socio de Cubby Broccoli -. La sociedad Allen Bróccoli se disolvió después del fracaso de The Trials of Oscar Wilde (que se hundió en taquilla por exponer un tema tan polémico para los conservadores 60 como la homosexualidad de Wilde ). Y el próximo proyecto de Broccoli sería precisamente desarrollar el primer film de James Bond (historia que ya hemos descripto en la crítica de Doctor No). Quizás si The Trials of Oscar Wilde no hubiera sido un fracaso James Bond no hubiera llegado al cine, o habría llegado pero con la dupla Allen – Broccoli detrás, y posiblemente con un tono diferente al que conocemos.

Después del divorcio comercial Allen desarrollaría varios proyectos fílmicos, entre ellos la terrible Genghis Khan (1965). Pero sin duda alguna se mordería los puños al ver el impresionante éxito de su ex-socio tras el arrasador estreno de Goldfinger (1964). Decidido a no dejar pasar una nueva oportunidad, se prendió al carro de la Bondmanía tomando prestado el nombre de una marca registrada como Matt Helm, y desarrollaría su propia serie de superagente secreto contra villano que desea controlar el mundo, comenzando por The Silencers (1966).

Para repetir la obvia verdad, salvo algunos nombres y situaciones, los films de Dean Martin no tienen nada que ver que las novelas. Uno sólo puede deducir algunas cosas – ya que no vivió en los sesentas -, como que Allen decidió orientar su propia serie de espionaje hacia cierto disparate camp muy similar a la serie televisiva Batman – que era el otro furor del momento – con tramas, decorados y villanos de pacotilla. Los films de Matt Helm copian el molde de James Bond, pero poseen la décima parte de presupuesto, crean sus propias organizaciones enemigas – I.C.E. contra The Big O -, exageran los peores aspectos de los films Bond – saturándolos de mujeres en ropa interior, exacerbando los hábitos mujeriegos del agente, haciendo chistes sexistas (malos por cierto) – , y carecen de todo el encanto y estilo que caracteriza a 007. Ni siquiera el enfoque de comedia – centralizado en Dean Martin – es demasiado bueno, y algunas de las líneas de los guiones son definitivamente atroces. Y se debe sumar a esto una galería de directores que en conjunto ni siquiera llegan a la altura de un mediocre artesano.

Sin embargo, los films de Matt Helm fueron inexplicablemente populares en su época. Y uno de los mejores ejemplos para analizar por qué tuvieron su éxito es precisamente Murderers Row (el camino de los asesinos sería su traducción), el film que nos ocupa.

Muchos puristas consideran que las películas de la serie son malas. No es así; son terriblemente malas, pero tanto que resultan divertidas. Si usted es un fan de los libros de Donald Hamilton seguramente se sentirá humillado por el sacrilegio que han hecho con el personaje. Pero para el espectador promedio, son tan entretenidas como ver cualquiera de las obras del auteur Ed. Wood Jr. Si le colocamos aquí una calificación de tres Connerys no es por su calidad, sino por la diversión de ver una película tan excepcionalmente torpe y amateur que provoca risas inintencionadas, aún en los pasajes mas serios del film.

En primer lugar está la presencia de Dean Martin. Martin era un comediante muy bueno, con la carga de experiencia aprendida desde sus épocas de dúo con Jerry Lewis. Además de ser un buen crooner y de integrar el Rat Pack de Frank Sinatra, poseía un carisma y una chispa que lo hacían un personaje disfrutable (obviamente no para cualquiera – tómelo o déjelo -). Al contrario de lo que muchos creen, Martin no era un bebedor empedernido – como se ve en el film de TV The Rat Pack (1998), simulaba tomar whisky cuando en realidad era jugo de manzana -, pero había cultivado la fama de tal y lo usaba como chscarrillo frecuente. Ese gag sería transplantado a la serie de films de Matt Helm, donde en realidad Martín lo único que hacía era interpretarse a sí mismo y buena parte del tiempo repetir sus rutinas sobre su supuestos hábitos alcohólicos.

Sin el carisma de Martin estos films no hubieran podido sobrevivir (ni la carrera actoral de Martin tampoco). También debe notarse que Martin ya estaba bastante grande para la época en que se filmaron las películas – 49 años -, y fuera de estado físico. Identificar a Martin como un letal agente secreto es uno de los chistes por error de la serie. Sus combates cuerpo a cuerpo pueden definirse, en el mejor de los casos, como lamentables.

En segundo lugar está lo malo que eran estos guiones. En Murderers Row muchos diálogos se alternan entre estúpidos y atroces, especialmente las bromas sexistas (que tienen un nivel de comedia juvenil similar al de Moonraker y otros films de Roger Moore). Como años después parodiaría Austin Powers, Matt Helm trabaja como fotógrafo de modelos. Las mujeres desfilan por su estudio y por su casa – situación muy similar a Our Man Flint -, y cualquier desconocida termina en escasos segundos en los brazos de Helm. Su casa es el clásico ejemplo del departamento de soltero hollywoodense de los 60 – ya visto en los films de Rock Hudson y Doris Day, y homenajeado en Down With Love -, que es lo que hoy se encuentra en cualquier albergue transitorio (botones para la musica y la TV, camas giratorias, bares camuflados en los muebles). Es en una de esas citas en que Helm escapa de un atentado – concretamente, su cama mecánica se desplaza hacia la piscina donde hay un rayo esperando pulverizarlo -. Aprovechando la publicidad de su muerte, Helm será contactado por el jefe de I.C.E. (la organización de Inteligencia y Contra Espionaje para la cual trabaja) que se encontrará con él en un garage, y le expondrá – en un televisor instalado en su auto – detalles de su misión para encontrar al Dr. Solaris.

En general los gadgets que muestran los films de la serie son más ridículos que prácticos. Son chistes camuflados en el argumento como la pistola con retardo de disparo de este film (o la que disparaba hacia atrás en The Silencers). El film expositorio de la misión que presenta Mac Donald – el jefe de Helm – es más un catálogo de bikinis que el dossier de una misión de espionaje. La pistola de helio – que congela personas – o las utilidades del auto de Helm entran directamente en el campo de lo ridículo, y son un claro ejemplo de por qué el mal gusto americano no puede nunca asemejarse al estilo de los británicos. Pero a fines de comedia resultan medianamente funcionales.

En tercer lugar, está lo escaso de los presupuestos. Matt Helm va a Monte Carlo a rastrear a Solaris, pero Dean Martin no quería viajar a Europa, así que la acción se desarrolla en estudios, en otros escenarios o con Martin simplemente pavoneándose delante de una proyección fílmica turística. Así mismo las escenas involucran un puñado de decorados (el castillo del villano, la boite de la riviera, una comisaría). Será precisamente la boite donde Ann Margret baila salvajemente, la que sería homenajeada en el inicio de Austin Powers, International Man of Mistery años más tarde.

No hay demasiadas investigaciones, ya que los villanos no tardan en descubrir los movimientos de Helm. En este caso el malo es Julian Wall, eclipsado por la amanerada sobreactuación de Karl Malden, que no le da ni clase ni exotismo al personaje. Hay varios secuaces torpes por allí, incluído Ironhead con quien Helm tendrá algunas de las peores y más risibles peleas de la historia del cine.

Helm es apresado y enviado al castillo de Julian Wall; descubrirá un traidor en I.C.E. y advertirá a Mac Donald sobre él; escapará del castillo para salvar la vida de Ann Margret (quien resulta ser la hija del Dr. Solaris) en lo que terminará siendo un chiste privado hacia el Rat Pack. Cuando Helm llega a la boite a quitarle el prendedor bomba a Suzie Solaris, lo lanzará contra una pared donde precisamente hay un poster de Frank Sinatra (“perdona Frank”, se disculpa Martin). Como ése hay un par de bromas privadas más, como incluir al conjunto Dino, Desi y Billy (donde toca el hijo de Martin, además de Desi Arnaz Jr.), que en un momento lo llama “padre”.

Helm regresará al castillo de Wall, se disparará con algunos guardias – siguiendo con los gags de las pistolas de extraño comportamiento, ya visto en The Silencers – , se trabará en una memorable pelea a muerte con Ironhead (tan mala que incluso hasta los stunts pelean pésimo), y perseguirá a Wall a través del Mediterráneo en Hovercrafts. Final del film.

No llega siquiera a la calidad de una película mediocre. Al menos hay algo más de agilidad y mejores escenarios que enThe Silencers. La música de Lalo Schifrin es excelente, demasiado para lo que es este film, y la presentación es una de las mejores de toda la camada de imitadores Bond que vieron la luz en los 60. Considerarla como entretenida depende si a usted le caia bien Dean Martin o no. A mí me cae bien y, si usted también es como yo, de esos que se despanza de risa con films como Plan 9 from Outer Space – o cualquier película impresionantemente mala -, encontrará que Murderers Row es tan pésima que es deliciosamente divertida.

3 CONNERYS: Una película realmente mala, tanto que divierte. Son tantos los gafes de la dirección, los estúpidos argumentos del libreto o las sobreactuaciones, que entretiene por lo bizarro. Más ágil y entretenida que The Silencers, algo mejor producida y con una excelente (y olvidada) banda sonora de Lalo Schifrin.

LA SAGA DE MATT HELM

La saga de Matt Helm protagonizada por Dean Martin se compone de: The Silencers (1966) – Murderers Row (1966) – The Ambushers (1967) – The Wrecking Crew (1969)