Crítica: La Máscara del Demonio (La Maschera del Demonio) (1960)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Italia, 1960: Barbara Steele (Katya / Princesa Asa), John Richardson (Dr Andrej Gorobec), Andrea Checchi (Profesor Choma Kruvajan), Arturo Dominici (Principe Ivo Javutich), Enrico Olivieri (Principe Constantine), Antonio Pierfederici (sacerdote)

Director: Mario Bava, Guión: Ennio De Concini & Mario Serandrei, sobre el cuento The Vij de Nikolai Gogol

Trama: Moldavia, 1630. La princesa Asa y su hermano y amante, el príncipe Javutich, son apresados y torturados por actos de brujería. Asa es atada y se le incrusta una máscara con clavos en el rostro; pero antes de morir maldice a sus ajusticiadores, prometiéndoles regresar de la muerte para vengarse de ellos. Ahora han pasado dos siglos, y dos médicos se dirigen hacia Moscú cuando deben hacer un alto inesperado en Moldavia, debido a la rotura de su carruaje. Mientras matan el tiempo, el profesor Kruvajan inspecciona el lugar y descubre la tumba de Asa, rompiendo accidentalmente uno de los sellos del sepulcro. Momentos más tarde, la bruja revive y resucita a Javutich, ordenándole que comience su venganza contra los descendientes de sus victimarios. Pero uno de ellos resulta ser Katya, quien es la viva imagen de Asa; y la bruja precisa su sangre y su alma para recuperar totalmente su cuerpo y poder desatar la furia de su represalia sobre los pobladores de Moldavia.

La Mascara del Demonio Mario Bava (1914 – 1980) era un director de segunda unidad que trabajaba para la productora italiana Galatea Film. Pero a Bava le había tocado en suerte ser el salvador de las papas del fuego en varias películas del estudio – como El Gigante de Maratón, Caltiki, The Immortal Monster e I Vampiri, todas de finales de los cincuenta, y en donde los directores de turno habían abandonado la filmación a mitad de camino -, amén de una colaboración directorial no acreditada en la aventura épica Ulises (1954, con Kirk Douglas). Cansado de su trabajo anónimo, Bava y la gente de Galatea terminaron por acordar el debut oficial como cineasta en La Maschera del Demonio. E inmediatamente Mario Bava se convertiría en uno de los directores más conocidos e influenciales de la cinematografía fantástica europea.

Aquí el guión toma apenas un par de influencias del cuento original de Nikolai Gogol – una bruja revivida -, e inmediatamente escribe su propio camino. En el fondo no es más que un reciclado de ideas de Drácula – vampiros, ambiente gótico, historias de reencarnaciones, horda pueblerina que se levanta contra el monstruo -, pero el guión lo termina por disfrazar sorprendentemente bien y el resultado final no suena a cliché remanido. La diferencia estriba en la agilidad del relato, que tiene lugar en menos de un par de días, y en donde la figura del villano permanece en las sombras del conocimiento público la mayor parte del tiempo. Por otro lado el tema del vampirismo es tocado tangencialmente, y si bien estos personajes se alimentan de sangre y almas, son más bien figuras demoníacas: controlan a las personas, se mueven de manera espectral, reviven muertos. Por lo demás, le temen al día y a las cruces.

Pero donde La Máscara del Demonio funciona mejor es en lo explícito de su horror. Por el contrario de lo que ocurre con los filmes de la Hammer donde todo es más teatral e incluso intelectual, el terror aquí es visceral y crédulo. Nadie cuestiona la existencia de estas criaturas, simplemente es aceptada. A la hora de mostrar una mutilación, se lo hace en primer plano. El incrustamiento de la máscara de pinchos es particularmente sangrienta – y aún cuando el filme sea en blanco y negro, mantiene su impacto -. La apertura de la tumba de la princesa Asa muestra a su cadaver fresco pero sin ojos y poblado de escorpiones; el proceso de resucitación (y re-encarnación) de su cadaver es efectista pero sorprendente; y el instante en el clímax en que Asa revela su cuerpo a medio formar bajo su vestido – huesos y carne putrefacta – es fabuloso. Bava no tiene miedo en ser gráfico a la hora de mostrar la muerte, y se despacha con una serie de imagenes de gran impacto. Para ser un filme de 1960 es notablemente avanzado para su época.

Lo otro que es realmente muy bueno es el clima del filme. La imaginería visual es muy rica – casi de comic -, con criptas enormes, iglesias derruidas en donde la luna se asoma en donde estaba el techo, hogueras ardientes listas para cremar en vida a las brujas… y todo filmado con una cámara en movimiento que es inusual para el género del terror, donde habitualmente todo es muy estático – como los filmes de Terence Fisher -. Todas las escenas de la bruja en la cripta son brillantes, en especial el momento en que revive frente al profesor Kruvajan – cuando el ataud de Asa explota, es sorprendente -. Es como si Bava empezara a disparar todo tipo de recursos efectistas a su alcance para obtener un logrado clima sobrenatural – carruajes fantasmales, niebla que surge de la nada, muertos que emergen de sus tumbas -; pero aquí el relato no se entretiene con ello (como lo haría cualquier película mediocre de horror), y sigue adelante con un ritmo envidiable. La acción nunca se detiene, y los personajes – sin ser tridimensionales – al menos no son estúpidos y se deciden siempre a actuar. Quizás el único momento descolgado sea la pelea de Gorobec con Javutich, que es ilógica considerando que es un un humano luchando mano a mano con un demonio super poderoso.

He aquí el primer rol de importancia de Barbara Steele. En los 60 Steele se convertiría en un ícono del terror, pero este sin dudas es su papel más recordado. No es una belleza en el sentido tradicional, pero sus enormes ojos y su apariencia cadavérica le dan una gran presencia. Como actriz no es muy buena en el rol de víctima (como Katya), pero como villana destila maldad y es impactante. También figura John Richardson – alguna vez aspirante al puesto de James Bond, y a quien viéramos en la terrible Cosmos: War of the Planets -, que es un héroe demasiado estoico. Por suerte se la pasa todo el tiempo consultando y corriendo, sin dar tiempo a que nos aburra con un primer plano suyo.

La Máscara del Demonio es un clásico sólido. No escatima en sangre y tripas a la hora de ser explícita; tiene un ritmo formidable, una villana impactante, y un clima de la hostia. Aún cuando cada una de sus piezas no sea original, tiene un enfoque fresco para el conjunto; y Barbara Steele se erige como una criatura demoníaca realmente memorable.