Crítica: Martes 13 (Friday the 13th) (1980)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1980: Adrienne King (Alice), Betsy Palmer (Sra Voorhees), Laurie Bartram (Brenda), Peter Brouwer (Steve Christy), Kevin Bacon (Jack), Jeannie Taylor (Marcie), Mark Nelson (Ned Rubinstein), Harry Crosby (Bill), Robbi Morgan (Annie)

Director: Sean S. Cunningham, Guión: Victor Miller

Trama: Steve Christy ha adquirido el campamento de Crystal Lake, el cual se encuentra en refacciones y preparándose para la gran apertura. Como la idea es abrirlo a un público infantil, hasta él han llegado varios adolescentes que Christy capacitará como supervisores. Pero Crystal Lake tiene mala fama – en 1958 dos adolescentes fueron asesinados a cuchilladas -, y la gente del pueblo cercano evita acercarse al campamento. Pero ahora, a días de la apertura, comienzan a sucederse numerosas desapariciones y asesinatos; y los mismos parecen estar relacionados con el pasado ominoso de Crystal Lake.

Martes 13 (1980) El slasher es el sub género del terror por el cual un asesino implacable y enmascarado se dedica a liquidar a sus víctimas (generalmente adolescentes) con algún objeto filoso (slasher significa cortadas o cuchillazos). El primer slasher es sin dudas Psicosis (1960) de Alfred Hitchcock, y luego el género sería tomado de forma abundante por la cinematografía italiana de terror. Pero tendría que pasar más de una década para que la industria americana tomara la posta y decidiera hacer sus propias versiones en formato mainstream (antes, el género había tenido algunas entradas en el circuito Grindhouse como los filmes de Herschell Gordon Lewis – p.ej. Blood Feast de 1963, la primera película gore de la historia -). Parte de esa demora tiene que ver con los estrictos códigos de ética cinematográfica (el código Hays) que para los años 70 se habían desmoronado pero que que estuvieron firmes por más de 40 años.

Vale decir, el slasher y el terror gráfico existieron desde antes pero estaban restringidos a producciones baratas e independientes exhibidas en circuitos under. En los setentas los slashers seguían siendo patrimonio de productoras independientes, pero ocasionalmente los grandes estudios las compraban para su distribución. De esas primeras entradas figuran La Ultima Casa de la Izquierda (1972) de Wes Craven, y posiblemente la película más influencial de toda esa tanda: The Texas Chain Saw Massacre (1974) de Tobe Hooper, la que le daría la forma definitiva al género. Allí había un asesino caníbal enfundado en una máscara de cuero y persiguiendo a adolescentes semidesnudas con una motosierra. Lo que seguiría es una tonelada de clones que pulirían la fórmula y que obtendrían su propio status de culto de acuerdo a su calidad.

En definitiva, la trinidad compuesta por The Texas Chain Saw Massacre (1974), Halloween (1978) y Martes 13 (1980) es la que puede considerarse la fundamental del género. Tobe Hooper aportó la originalidad de la idea, John Carpenter le agregó una historia de fondo y Sean S. Cunningham hizo lo suyo con el estilo – en especial, el filmar los ataques desde el punto de vista del asesino -. Y el slasher tendría una época de gloria hasta mediados de los años 80, en donde empezaría a desplomarse por saturación del género. Recién empezaría un revival a partir de la desconstrucción de la fórmula con Scream (1996) de Wes Craven.

Martes 13 es considerado un clásico del género; pero no deja de ser otro de esos típicos clásicos de terror, sobreinflando la fama de una película realmente pésima. Uno no puede considerar un clásico por la cantidad de secuelas – si fuera así Los Chicos del Maiz, basado en la obra de Stephen King y con 8 capítulos hasta la fecha, debería ser un clásico -; y ni siquiera Martes 13 es original, ya que es una copia barata y hecha con poco talento de Halloween que es un filme superior (aunque no por mucho). Quizás la fama de clásico se deba a que Jason Voorhees es una figura que se ha popularizado por encima de la calidad de la enorme cantidad de secuelas que disparó Martes 13 (doce en total, incluyendo dos reboots de la franquicia, un crossover con Freddy Krueger y una remake en el 2009). Pero allí termina todo su mérito.

Aqui figura Sean S. Cunningham como director, alguien que había empezado como técnico con Wes Craven en el rodaje de The Last House on the Left. La idea de Cunningham era aprovechar toda la movida que Hooper, Carpenter y las películas italianas de terror estaban explotando hasta ese momento. Pero Cunningham es un director muy crudo y torpe, y eso se transpira durante todo el filme.

(alerta: spoilers) La inspiración más obvia es Psicosis de Alfred Hitchcock. Al revés de aquella película, ahora es la madre loca la que tiene doble personalidad y busca vengar al hijo. Curiosamente acá Jason Voorhees es un personaje secundario (la víctima del relato) y recién empezaría aparecer con estatura propia (y tal como lo conocemos actualmente) a partir de la secuela Martes 13 II (1981). Pero aquí es la señora Voorhees la que se encarga de despachar las víctimas, lo cual termina por resultar ridículo cuando vemos la patética presencia física de Betsy Palmer cuando aparece sobre el final del relato. Pero la copia de Psicosis no termina allí; hasta la banda sonora clona los chillidos de los violines de la partitura de Bernard Hermann para el clásico de Hitchcock.

Que el hecho de que la señora Voorhees sea la asesina justifica la mayoría de las acciones del filme, que terminaría por convertirse en cliches del género. Su hijo murió ahogado en 1958 mientras que el resto del campamento estaba teniendo relaciones sexuales entre los yuyos y desatendió los llamados de auxilio de Jason. Ahora un grupo de futuras víctimas se hace cargo del campamento, y cada vez que están por fornicar (palabra que suena extremadamente conservadora), Mrs Voorhees corta sus planes al vuelo literalmente. La chica casta y pura es la que sobrevive al final, y la que tiene el duelo con el asesino de turno. Como diría Richard Scheib, el asesino se convierte en el colmo de la figura paternal que desautoriza los excesos de la juventud descarriada, castigándolos con la muerte.

Pero los personajes son unos completos idiotas, los diálogos son horribles y las situaciones son patéticas. No hay nadie que se porte con algún grado de naturalidad, y las performances son aún peores. Uno podría resumir Martes 13 en un capítulo de media hora de Cuentos de la Cripta (o alguna otra serie de terror) y el resultado hubiera sido el mismo o un poco mejor. El 90% del filme es relleno idiota, una simple excusa para ver cómo van despachando a los imbéciles de turno.

La película repunta un 0.5% cuando la señora Voorhees aparece en escena, pero el duelo final es tan patético como el resto del filme. Uno se pregunta cómo Betsy Palmer pudo ser tan eficiente para liquidar al resto de los muchachos y tiene tanto trabajo para liquidar a la última de las adolescentes (fin de spoilers).

Martes 13 es uno de esos bodrios que sólo sobrevive por el culto de los fans. Pero es mala en todos los sentidos, lo que no le impidió ser popular. A lo sumo lo que queda es como un intento comercialmente inteligente de hacer una película exploitation distribuida por un estudio major de Hollywood (en este caso la Paramount, aunque después le vendería los derechos a New Line Cinema). De hecho, uno puede afirmar que desde La Guerra de las Galaxias (1977) los grandes estudios se dedicaron a generar proyectos exploitation o claramente comerciales, los que antes estaban restringidas a circuitos Grindhouse, y abandonando el sistema tradicional de producción – usualmente basado en novelas previamente publicadas -. Es decir, fueron al efectismo que atraía multitudes a los cines y se apoderaron de elementos underground y de la serie B para masificarlos con mayor presupuesto. Pero una enorme cantidad de dichas películas tiene la misma consistencia y valor alimenticio que una hamburguesa. Y Martes 13 es una prueba cabal de ello.