Crítica: El Malvado Zaroff (The Most Dangerous Game) (1932)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1932: Joel McCrea (Bob Rainsford), Leslie Banks (Conde Zaroff), Fay Wray (Eve Trowbridge), Robert Armstrong (Martin Trowbridge), Noble Johnson (Ivan)

Director: Irving Pichel & Ernest B. Schoedsack, Guión: James Ashmore Creelman, basado en el cuento de Richard Connell

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Trama: Bob Rainsford ha logrado sobrevivir al naufragio del crucero en donde viajaba, y a duras penas ha podido nadar hasta las costas de una isla que no figura en los mapas. Luego de explorarla descubre la existencia de una enorme mansión en mitad de la jungla, la cual parece ser la unica muestra de civilización en toda la isla. Allí mora el conde Zaroff, un aristócrata ruso que vive en el ostracismo y está rodeado de un puñado de fieles sirvientes. Además de Zaroff están los hermanos Eve y Martin Trowbridge, quienes han naufragado en la isla del mismo modo que Rainsford. Pero luego de una agradable velada Eve logra escurrirse en la habitación de Rainsford y le advierte que, junto con ellos, habían mas sobrevivientes del naufragio y que los mismos han desaparecido misteriosamente en los recientes días. Sospechando que pasa algo extraño – como que los naufragios no hayan sido accidentales -, Eve y Rainsford deciden explorar la mansión de Zaroff en busca de pistas… hasta que dan con un salón secreto en donde el conde almacena cabezas humanas disecadas como si fueran trofeos. Allí se dan cuenta que el pasatiempo de Zaroff es cazar seres humanos y que ellos, al alba, serán las próximas presas del conde.

El Malvado Zaroff (The Most Dangerous Game) (1932) Esta maravilla viene de la mano de los grandes maestros de la aventura, Ernest B. Schoedsack y Merian C. Cooper, quienes aquí colaboraron con otro talento, Irving Pichel (el que más tarde tendría su cuota de filmes memorables como Destino: La Luna y la versión 1935 de She, la Diosa del Fuego). Aquí Schoedsack y Cooper venían medios apretados con los números del presupuesto, ya que los decorados construidos para el proyecto que estaban rodando – el megaclásico King Kong (1933) – les habían salido muy caros, y decidieron montar de apuro una segunda película para recuperar costos, utilizando los mismos sets. Así fue como filmaron de noche este filme, mientras que el día lo dedicaban a seguir elaborando la inolvidable aventura del simio gigante. Y tanto sería el talento de este equipo que la película de relleno terminó por convertirse en un clásico por mérito propio. El Juego Más Peligrosoo como se la tituló en español, El Malvado Zaroff – es otro de los títulos más influenciales de la historia del cine. Piensen en filmes como Depredador, The Tournament u Operación Cacería, y descubrirán que su premisa se remonta a este filme de 1932.

Si uno entra a analizar en detalle, verá que El Malvado Zaroff no es más que una variante del Dracula de 1931, solo que aqui el villano no posee colmillos. Es cierto que algunas fechas no coinciden – el cuento original de Connell data de 1924 mientras que la película de Tod Browning se estrenó en 1931, el año anterior a The Most Dangerous Game – pero sin dudas la película del vampiro debe haber influido en los guionistas a la hora de esbozar el escenario y el clima: un caserón aislado, invitados inesperados, un anfitrión siniestro, terribles secretos ocultos, y un duelo que tiene lugar al amanecer.

También uno puede leer a El Malvado Zaroff como una alegoría de los tiempos en donde fue filmada. Recordemos que en ese momento la gente estaba empantanada en lo peor de la depresión mundial del año 29 y, aquellos que se encontraban en una posición solvente y completamente alejada de la crisis eran vistos con resentimiento. De ese modo la historia surge como un enfrentamiento de clases, en donde los aristocratas inundados en dinero deciden matar su aburrimiento… liquidando gente obrera y/o desocupada.

Ciertamente el filme está rodado de manera muy apretada – dura apenas una hora! – lo que, si bien le da ritmo, por otra parte le poda la posibilidad de expandirse en otras áreas en donde resultaba necesario explayarse. Lo más obvio es la persecución en la selva, que dura poco y no es demasiado excitante – el héroe prepara algunas trampas más que obvias y muy pocas de ellas dan resultado -. En todo caso los méritos del héroe pasan por su obstinación y valentía, pero no es precisamente un dechado de inteligencia – nunca llega a deslumbrar por su ingenio para combatir al conde desde una posición totalmente inferior -. Por su parte Zaroff no es todo lo intimidante que debiera, aunque la secuencia en donde descubren la “sala de trofeos” – y de la cual uno venía imaginando los horrores que albergaba – resulta inquietante. Aparte de esto hay un par de detalles desprolijos, como las peleas del final (que son muy poco creíbles y parecen rutinas de payaso de circo) y el insufrible borracho que compone Robert Armstrong (Carl Denham de King Kong!), el que habla demasiado.

El Malvado Zaroff no sólo es una muy buena película sino que también utiliza técnicas de filmación realmente modernas – teniendo en cuenta que los directores de la época usaban planos estáticos cuasi teatrales, la cámara de Schoedsack es móvil y se acerca a los protagonistas desde grandes distancias hasta cerrar en primerísimos planos, como la toma que parte desde la escalera de la mansión y culmina en el rostro de Leslie Banks -. Ese tipo de innovaciones sería constante en el resto de los títulos que rodó la dupla: desde las memorables escenas de King Kong hasta la secuencia del club en El Fabuloso Joe Young.

Hay películas atemporales y El Malvado Zaroff es una de ellas. Uno no le da 80 años de antigüedad: es ágil, entretenida y excitante, aunque uno la hubiera disfrutado mucho más si le hubieran añadido media hora extra de persecuciones.