Crítica: La Maldición de la Mosca (1965)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1965: George Baker (Martin Delambre), Carole Grey (Patricia Stanley), Brian Donlevy (Henri Delambre), Jeremy Wilkins (Inspector Ronet), Yvette Rees (Wan), Michael Graham (Albert Delambre)

Director: Don Sharp, Guión: Harry Spalding

Trama: Patricia Stanley es una joven que ha escapado de una clinica siquíatrica. En su fuga es recogida por Martin Delambre – nieto de André Delambre, quien hiciera desastrosas pruebas con la teletransportación años antes -, y el joven se enamora de ella. Ambos se casan en cuestión de días, y van a vivir a la casa del padre de Martin, Henri Delambre, quien prosigue realizando pruebas para teletransportar personas y objetos a grandes distancias. Pero Patricia terminará por descubrir el aterrador secreto que los Delambre ocultan en el sótano de su mansión, y que consiste en una galería de seres deformes, fruto de experimentos fallidos con el teletransportador que han estado probando.

La Maldicion de la Mosca La Mosca de Cabeza Blanca (The Fly – 1958) es todo un clásico, e inmediatamente comenzó a disparar secuelas de las cuales La Maldición de la Mosca es la segunda y última de ellas (pasarían más de 20 años hasta que llegara la remake de David Cronenberg de La Mosca – 1986 -, la que tendría secuela propia). Como el chiste de mezclar a una persona con una mosca en el teletransportador ya estaba algo gastado, al menos al libretista Harry Spalding se le ocurrió probar una variación sobre el tema y dedicarse a explorar las fallas técnicas del improbable proceso de la materialización a distancia. La Maldición de la Mosca no hace nada memorable, pero al menos termina siendo una serie B medianamente competente.

En los primeros cinco minutos del filme hay una estilizada presentación en cámara lenta en donde Carole Grey rompe un vidrio y se escapa semidesnuda de la clinica. Lamentablemente lo que sigue no está a la misma altura, y es donde el libreto empieza a pegar fuertes repingos de lógica – la chica es levantada por George Baker (que hiciera de capitán de la armada británica en La Espía que me Amó), el que no le pregunta nada, se enamora al toque y en menos de una semana se casa con la desconocida -. Inmediatamente uno espera que la chica termine siendo cuando menos una asesina serial y tema lo peor por el joven científico… hasta que se nos damos cuenta de que en realidad la muchacha es la que ha caído en una trampa mortal – saltó del siquiátrico para caer en el circo de los locos -. Apenas llegan a la mansión Delambre empezamos a descubrir la trastienda de estos científicos de clase acomodada. No sólo el accionar amoral del patriarca (Brain Donlevy, ex profesor Quatermass), sino de los deformes seres que los científicos esconden en el sótano de la mansión y deambulan por allí. Mal día para escaparse del loquero…

Ahora no hay mosca volando por allí que se meta en donde no debe, pero el dúo de los Delambre – complementados por otro hijo que está en Londres y tiene un teletransportador – no le hace asco a nada para despachar gente sin probar demasiado la versatilidad del aparato. Todo el inicio rebuscado de la chica escapada del siquiátrico sólo sirve para una subtrama en donde los Delambre intentan hacerle creer que ve alucinaciones cuando se topa con los bichos deformes que los experimentos dejaron por el camino. El bueno de George Baker no lo es tanto, ya que pasó a su esposa por el aparatito y así le quedó. Y la mayor parte de la trama se reduce a incursiones de la policía en la mansión Delambre – primero para atrapar a la fugitiva del siquiátrico; y después cuando empiezan a sospechar que el chico Delambre “hizo desaparecer” a su anterior mujer -. En el medio, Brian Donlevy hace su habitual rutina de sobreactuación amanerada.

Lo que levanta un poco el nivel del filme son un par de buenos momentos que podrían haber sido electrizantes sin Don Sharp no hubiese sido tímido y no hubiera retirado el lente de escena tan pronto. En una secuencia deciden deshacerse de los experimentos fallidos, despachando dos o tres al mismo tiempo a Londres (y que terminan convirtiéndose en un postre Royal celular); el otro es la instancia final con las últimas teletransportaciones. El problema es que esas secuencias de shock duran dos o tres segundos, y eran en realidad lo que la audiencia venía esperando ver después de soportar lo rebuscado de la trama. Pero ni el director sabe manejar el impacto de semejantes escenas, ni tampoco sabe crear un clima de paranoia alrededor de Carole Grey. Para colmo el maquillaje de los mutantes es poco convincente y muy poco aterrador.

La Maldición de la Mosca es pasable. En general el cine en blanco y negro tiene otro sabor que hace tolerable las cosas, quizás porque la fotografía monocroma a uno lo pone en esa onda. Si hubiera estado filmada en color, posiblemente fuera un bodrio. No asusta, y cuando puede hacerlo, arruina los shocks. Pero al menos no resulta indigerible.

THE FLY

La saga de la Mosca se compone de: La Mosca de Cabeza Blanca (1958), El Regreso de la Mosca (1959) y La Maldición de la Mosca (1965). Años más tarde vendría la remake de David Cronenberg La Mosca (1986) y su secuela, La Mosca II (1989).