Crítica: Lucifer / Sin Temor al Demonio (1981)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Recomendación del EditorUSA, 1981: Stefan Arngrim (Andrew Williams), Elizabeth Hoffman (Margaret Buchanan / Miguel), Kathleen Rowe McAllen (Julie Fanshaw / Gabriel), Daniel Eden (Tony)

Director: Frank LaLoggia, Guión: Frank LaLoggia

Trama: La lucha entre el Cielo y el Infierno ha llegado a la Tierra. Ahora tres arcángeles – Rafael, Gabriel y Miguel – se encuentran en el planeta, mezclados entre los humanos, intentando dar con el paradero de Lucifer – otrora hijo predilecto de Dios y ahora devenido en su principal némesis -, el cual desea despertar a los muertos para sembrar el caos y la destrucción sobre toda la humanidad. Y es que el Maligno ha reencarnado en la figura de un tímido joven llamado Andrew Williams, cuyos poderes se acrecentan con cada día que pasa. Pero la fecha del cumpleaños número 18 se aproxima – la fecha en la cual Andrew asuma la totalidad de sus poderes -, y por ello debe ser detenido antes que desate una masacre… para lo cual ha elegido como objetivo inicial la representación de la Pasión de Cristo que el colegio local ha montado en víspera de Pascuas, y que tendrá lugar cerca de la isla en donde Andrew ha montado su satánico santuario.

Lucifer / Sin Temor al Demonio (1981) Durante la mayor parte de mi vida me he dedicado a cazar trofeos. En mi caso, han sido películas que he visto cuando eran chico y cuyas imágenes han quedado grabadas en mi memoria. Fuera Kolchak, The Night Stalker, No le Tengas Miedo a la Oscuridad, Gárgolas, o el caso que me ocupa. En muchos de los casos eran películas perdidas, cintas que nunca salieron a video, títulos que estaban en la web y no tenían traducción, o filmes de los cuales sólo recordaba un par de minutos impactantes y desconocía cualquier otro dato adicional. En el caso de Lucifer / Sin Temor al Demonio, me acordaba de una impactante batalla entre el bien y el mal, la que tenía lugar en un castillo situado en una isla, y en donde intervenía una especie de versión revivida de Jesucristo. Mi mente, de alguna manera, relacionaba la factura de la cinta con Frank DeFelitta – el mismo de La Reencarnación de Audrey Rose -, pero los datos que encontraba en la IMDB o en la Wikipedia me contradecían. Y cuando los años pasaron y los sondeos dieron en vano, terminé por darme por vencido. No había actores conocidos, la trama de la secuencia era genérica, ni siquiera ubicaba el año de la película. Hasta que hace un par de días terminé por chocar mis narices con el filme. Como suele pasar en la vida, los premios mas deseados aparecen en el momento menos esperado. Y aquí mi trofeo resultó ser esta cinta dirigida por Frank LaLoggia – mi memoria no estaba tan errada -, la cual aprovecho para comentar en la presente columna.

Hablando a ciencia cierta, Lucifer / Sin Temor al Demonio dista bastante de ser una película buena o, siquiera, una equilibrada. El mayor parte del casting apesta y tiene una tendencia natural a sobreactuar; la trama tiene agujeros de lógica grandes como una casa, y ni siquiera el propósito de la historia – Lucifer se reencarna una y otra vez para siempre terminar siendo ensartado por los mismos tipos en el mismo lugar – se entiende demasiado. Por contra, es una película tremendamente divertida: no en el sentido de desmadre pretencioso y ridículo como un Plan 9 del Espacio Exterior (aunque tiene su cuota de momentos bizarros), pero si es un filme que abunda en ideas e imaginería, por lo cual gusta de transitar caminos inusuales aunque para ello termine mas de una vez con las ruedas para arriba. En sí, es otro producto de la moda “satánica” impuesta a principios de los años 70 por El Exorcista, El Bebé de Rosemary y, especialmente, La Profecíaen donde se preparaba la llegada del Anticristo, el cual vendría a implantar un reinado de terror sobre la Tierra y anunciaría el principio del Fin de los Tiempos -, sólo que decide abandonar la vena conspirativa de dichas cintas e irse a un combate frontal entre fuerzas del bien y del mal. Aquí no hay ningún vejete intentando averiguar por qué un pibe se porta mal – y todas las niñeras que han estado a su cargo han caído muertas como moscas -, ni ningún sacerdote mal maquillado recitando parrafadas de la Biblia, sino que tenemos a los mismos arcángeles procedentes del Cielo, los cuales vienen a combatir mano a mano con la encarnación humana de Lucifer. El dato aleatorio es que el Maligno debe esperar a cumplir los 18 para entrar en posesión de todos sus dones mágicos, por lo cual tenemos diversas secuencias previas en donde el chico se la pasa probando el alcance de sus poderes.

La primera parte funciona como una especie de versión masculina de Carrie, en donde Satanás Junior resulta ser un chico tímido, retorcido y bastante amanerado. Para el rol eligieron a Stefan Arngrim – el cual era el pibe de la serie de Irwin Allen Tierra de Gigantes, y que después vivió todo un escándalo al descubrirse que molestaba sexualmente a su hermana de la vida real, desde la temprana edad de los 12 años -, el cual no puede ni leer el prospecto de una caja de medicamentos. Es tan desgarbado y blandengue que resulta ridículo verlo enfurecido. Al chico lo molestan de todos lados, lo cual no quita que use sus superpoderes – al estilo de Carrie – y reviente a algún matón con una pelota de basketball (parecida a la ridícula muerte de Anne Ramsey en Obsesión Fatal), o tenga la bizarra idea de avergonzar al bravucón de la clase, forzándolo a que le de un beso de lengua en las duchas y frente a la vista de todos sus compañeros. Como si tuviera algún tipo de obsesión gay con el flaco, al final termina por hacerle un implante mágico de pechos mientras lo castiga con otra sesión de chupones a la francesa. Harto de tanta homosexualidad en su vida, el pibe decide matarse dándose 50 cuchilladas en el pecho, lo cual es una versión expeditiva de resolver su conflicto de género.

A medida que pasa el tiempo y Arngrim se pone más malvado, nos enteramos que hay tres arcángeles viviendo entre los hombres desde hace décadas, esperando el momento de combatir a la versión carnal del demonio antes que desate el Fin de los Tiempos. Como si fuera un episodio de Buffy, tanto los ángeles como el maligno viven en el mismo pueblo – nada de uno en Uruguay y otro en Uganda -, un detalle que debería acelerar las cosas. A final de cuentas, en una comunidad de 5.000 personas no debería ser difícil descubrir a alguien capaz de hacer sangrar las paredes de una iglesia o siquiera de reventar a sus compañeros de estudio de las maneras mas bizarras posibles. Como sea, los arcángeles no tienen dos dedos de frente e incluso han perdido el GPS, razón por la cual han reencarnado en familias distintas y han sido incapaces de reencontrarse durante décadas. Al final el libreto les planta una flecha gigante arriba de la casa del más anciano de ellos, los chicos logran juntarse y terminan saliendo de cacería de demonios en plena noche veraniega.

Cuando los arcángeles hablan con lenguaje bíblico y reflexionan sobre la importancia de su misión, Lucifer parece una película seria. Definitivamente es un filme rodado por un católico de raza, el cual se ha dedicado a subrayar el aspecto místico de la historia. Cuando pasa a aspectos mas mundanos – como la sufrida vida estudiantil del Anticristo -, el relato va de lo disparatado a lo ridículo, pero siempre es tan original que resulta divertido. Es completamente aleatoria la manera de como la historia se decanta a la gran conflagración final – los arcángeles se reúnen, piensan que todo va a pasar durante la representación de la Pasión de Cristo que va a tener lugar esa misma noche, y salen hacia allá armados con su lanza todopoderosa -, lo cual no quita que sea entretenida. Es en ese momento en donde el filme entra en una espiral de delirio, con cientos de zombies saliendo de la Tierra, un actor – que encarnaba a Jesús en la procesión religiosa que estaba llevándose a cabo al momento de los hechos – siendo poseído por El Señor, experimentando los estigmas de Cristo y dándole un mensaje divino en vivo y directo a los arcángeles, y una parafernalia de efectos especiales – que van de lo ok a lo berreta – que orquestan la pelea apocalíptica entre el bien y el mal. Si hay algo que uno debe agradecerle al filme de Frank LaLoggia es que no se anda con medias tintas y busca ser épico en todo lo que hace, aún cuando los recursos o el talento no le alcancen.

Vuelvo a subrayar: Lucifer / Sin Temor al Demonio no es una película buena; pero falla de una manera tan espectacular que resulta inmensamente entretenida. Uno siente que aquí había un enorme potencial – piensen sino en todo el material que el filme brinda para una remake, ideal para ésta época enviciada con los efectos especiales -, el cual termina saliéndose de madre por un director tan entusiasta como poco equilibrado.