Crítica: Los Robinsons: Perdidos en el Espacio (2004)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 2004, piloto de TV: Brad Johnson (John Robinson), Jayne Brook (Maureen Robinson), Ryan Malgarini (Will Robinson), Adrianne Palicki (Judy Robinson), Mike Erwin (Don West)

Director: John Woo, Guión: Donald Petrie, basado en el concepto creado por Irwin Allen

Trama: Es el año 2082 y la Tierra se encuentra en franca recuperación luego una larga y dura guerra contra fuerzas invasoras alienígenas. Pero la guerra ha arruinado al planeta, y ahora la humanidad ha puesto su mirada en otros mundos lejanos y listos para colonizar. Es por ello que el héroe de la guerra interplanetaria, John Robinson, recibe la misión de viajar junto con su familia hacia el planeta Nova e iniciar el proceso de colonización del mismo… pero el crucero estelar en el cual cargan el Jupiter II – la astronave que van a utilizar para el viaje – es súbitamente atacado por fuerzas extraterrestres, y los Robinsons deben escapar como pueden, perdiendo a uno de sus hijos en el procedimiento. El tema es que los nervios y el apuro han provocado que se internen en un agujero de gusano, razón por la cual han salido del otro lado del universo… un lugar que no figura en ningún mapa estelar, y que se encuentra demasiado lejos del planeta Tierra.

Los Robinsons: Perdidos en el Espacio (2004) Es curioso ver cómo el destino resuelve determinadas cuestiones, jugándola en contra de las expectativas más coherentes. Tomemos por ejemplo Perdidos en el Espacio, una serie ridícula y abominable por donde se la mire: infantil, barata, mediocre… y la lista de epítetos sigue y sigue. Pero la tira duró tres temporadas en su emisión original y, de algún modo, quedó grabada en la retina de la gente durante décadas. Desde ese entonces Hollywood – en plena fiebre de remakes y de agotamiento de ideas – ha intentado resucitarla dos veces y ninguna de ellas tuvo éxito. No sólo las nuevas versiones han resultado mucho más maduras y prolijas en lo técnico, sino que han sido puestas en escena por creativos de reconocida altura. Yo no creo que el fracaso de dichos intentos resida en un núcleo duro de fans que sean capaces de boicotear los proyectos, sino que pienso que la marca no se condice con el contenido del producto. Es como comprar leche descremada y, al abrir el envase, encontrarse con vino. Sí, ambos son líquidos que sacían la sed, pero son muy diferentes entre sí y resulta chocante su descubrimiento en vista de las expectativas. Quizás el problema resida en que las nuevas versiones de Lost in Space no deberían llamarse Lost in Space sino cualquier otra cosa, con lo cual la gente no lo terminaría asociando a una tira en donde solían aparecer todas las semanas tipos enfundados en ridículos trajes de marcianos, amén de poder darle la oportunidad de que el público valore la historia en sus propios términos.

Aún con todos sus problemas de historia, siempre me pareció muy buena la versión 1998 de Perdidos en el Espacio. Combinaba lo mejor de dos mundos – lo rescatable de la vieja serie con una versión más adulta de la misma historia -, pero el fantasma de la tira de Irwin Allen (y de su recordada mediocridad) terminó por atentar contra sus expectativas. Es curioso descubrir cómo 6 años más tarde los responsables se animaron a hacer un nuevo intento, esta vez como piloto para una futura serie de TV, y para el cual enrolaron al talentoso director de cine de acción John Woo. El problema es que el piloto es un bodoque insalvable que resulta más tedioso que excitante, y que hace ver al filme de 1998 como si fuera El Ciudadano de Orson Welles.

Ahora la Tierra está recuperándose de una larga guerra contra una raza alienígena y, en vista del daño planetario, deciden colonizar un nuevo mundo. Para ello mandan al coronel John Robinson junto con su familia, quienes deben traspasar media galaxia para establecerse y plantar la simiente de una nueva civilización. Esta nueva familia Robinson es muy numerosa – quizás demasiado -: además de Will, John, Maureen y Judy, tenemos a una bebé (que podría ser la versión pet de Penny), y a un hermanote también piloto llamado David, al cual los alienígenas lo rostizan (en teoría) al final del piloto. El problema con toda esta gente es que les gusta demasiado el melodrama barato, con lo cual el 80% del tiempo tenemos diálogos propios de una telenovela de la tarde: el padre ocupado con su carrera y muy ausente, la hija mayor (Adrianne Palicki – tóquense todos un testículo u otra gónada! -, la cual tiene el ominoso récord de haber tumbado tres pilotos / filmes en los cuales ha aparecido, sea la nueva versión de Amanecer Rojo, La Mujer Maravilla 2011, y la cinta que ahora nos ocupa) pasada de levantisca (y excusa para poner una bocha de adolescentes bonitos y calenturrientos en la pantalla), el hijo menor devenido en un nerd con rasgos de genio, y un hijo intermedio que se lleva a las patadas con su viejo. A la mezcla se suma Don West, un pibe que hasta el mes pasado debía usar pañales y que ahora hace de chico malo y rebelde, aunque sea el mejor piloto de la galaxia. Toda esta gente se pasea de manera interminable por los decorados y habla… habla… y habla, hasta drenar las glándulas salivales de su boca y la paciencia del sufrido público que tuvo la mala suerte de ver esta película. Cuando el histeriqueo familiar termina, aparecen los aliens: el ataque es espectacular pero está plagado con detalles estúpidos. Por ejemplo, en un momento el capitán de la nave llama a John Robinson al puente y le dice “tenemos problemas para ver lo que pasa en el espacio, ya que hay interferencia en los monitores; además sentimos ruidos raros afuera, pero no sabemos qué es lo que ocurre. ¿Nos podría ayudar con su experiencia?”, a lo que John Robinson les hace apagar los monitores, abrir las ventanas y ver cómo una tonelada de naves alienígenas están destrozando la pintura de cubierta del crucero con ráfagas de rayos láser. Es como si yo vendiera bolsas de hielo en cubitos y el capitán del Titanic me llamara a la cabina para preguntarme – en base a mi experiencia – contra qué corno chocó la nave. Gran momento para abrir la bolsa con tomates podridos y lanzarlos a la pantalla.

Al menos el ataque al crucero está filmado con nervio pero, aparte de eso, no hay nada que ni por asomo dé indicios de que John Woo (o Enrique Carreras) estén detrás de cámaras. El drama es chato, la historia tiene detalles molestos, hay demasiado histeriqueo adolescente en todo esto, y ni siquiera el aspecto sci fi del asunto termina por equilibrar las cosas. Incluso el piloto termina de manera abrupta, sin que nadie extrañe al hijo que quedó en el crucero masacrado por los aliens o que, al menos, sufra pesadillas por haber ido a parar a la otra punta del universo y carecer de una guía Filcar para encontrar la vía de regreso.

Si Los Robinsons: Perdidos en el Espacio se perdió en el tiempo, fue con justa razón. Salvo los efectos especiales, no hay nada interesante en él. Las performances son, en el mejor de los casos, chatas. Quizás la historia pretendía convertir esto en algo tipo Star Trek: Voyager, con los Robinson navegando un cuadrante perdido en el universo y topándose una y otra vez como los mismos alienígenas hostiles (y, quizás, reencontrándose con su hijo perdido); pero al menos en esta puesta en escena, no hay nada que termine de engancharme como para admitir que estoy dispuesto a comerme 15 o 20 capítulos de una temporada para saber qué le deparó el destino a esta familia atómica. Quizás lo mejor haya sido que el fracaso terminara por sepultarlos de una vez y para siempre, ya que hay una contradicción inherente entre el título, el pre-concepto que uno tiene del título, y la realidad final de la puesta en escena, la cual no ha podido ser resuelta de manera satisfactoria como para que el público vuelva a interesarse en estos náufragos del espacio.

PERDIDOS EN EL ESPACIO

Estas son las películas basadas en la clásica serie de TV de Irwin Allen: Perdidos en el Espacio (1998) y Los Robinsons: Perdidos en el Espacio (piloto de TV, 2004)