Crítica: Largo Fin de Semana (Long Weekend) (1978)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Australia, 1978: John Hargreaves (Peter), Briony Behets (Marcia)

Director: Colin Eggleston, Guión: Colin Eggleston

Trama: El matrimonio de Peter y Marcia está en crisis, y él decide aprovechar un fin de semana largo para ir de camping, aunque ella rechace la idea. Pero el acceso a la playa que ha elegido Peter resulta tortuoso y la pareja termina perdida en un punto de la costa de Australia. Decidido a pasarla bien a pesar de los contratiempos – y olvidando el reciente aborto que tuvo efectuarse Marcia – el dúo se dedica a diversos menesteres, en especial la caza y la pesca. Pero ambos comienzan a ser atacados por animales de toda raza y tamaño, y por las noches se escucha un desgarrador lamento parecido al de un niño. Y no pasa mucho tiempo antes que la pareja se de cuenta que algo fuera de lo común está ocurriendo,… algo que los acosa e intenta lastimarlos por todos los medios posibles.

Largo Fin de Semana En los setentas y ochentas el cine fantástico australiano era lo más, lo que estaba de moda en círculos intelectuales. Desde Mad Max hasta La Ultima Ola, decenas de producciones circularon por todos los continentes y eran exhibidas en los circuitos de cine arte. Entre ese puñado de filmes figura Largo Fin de Semana, la que vendría ser la entrada australiana en el subgénero conocido como “Venganza de la Naturaleza”. Exacto: hablamos de películas de animales asesinos.

Mientras que lo usual en esta clase de filmes es que haya algún bicho carnívoro fuera de control – desde tiburones hasta osos gigantes, o bien alguna horda de ratas asesinas -, acá los agresores de turno son todos los animales que pueden encontrar en un típico paisaje australiano: sean hormigas, águilas, canguros, manatíes, y un largo etcétera. Y todos ellos se las agarran con la desagradable pareja central, compuesto por el marido egoísta y aniñado, y la malhumorada esposa.

Acá la inteligencia del relato pasa por demostrar que dichos ataques no son gratuitos – p.ej. que los bichos no se han vuelto asesinos por que sí de un momento a otro -, sino que hay varios subtextos que pueden interpretarse como los causantes de dichas agresiones. El primero de ellos es que el zopenco del marido es un enemigo de la naturaleza – va con su rifle y le dispara a cualquier bicho que camina; con su auto pisa a todo tipo de animales en la carretera – y que ahora ha llegado el turno de los animales para desquitarse. Pero el segundo subtexto es aún más interesante y tiene que ver con el aborto que sufrió la protagonista, el cual no fue espontáneo sino fruto de una decisión tomada por su marido. A partir de eso todo lo que sigue entra en el terreno de lo sicológico y hasta de lo paranormal – ellos están proyectando toda esa angustia hacia lo que los rodea, y de alguna forma ellos mismos están provocando los ataques -. La prueba más palpable es la del fantasmagórico lloro de bebé que ellos escuchan por las noches, y que – suponen – proviene de un manatí que ronda por la costa. Las cosas se salen de control cuando el manatí muere, pero su cadáver aparece en los lugares más insospechados y el llanto se sigue escuchando con aún mas fuerza.

Uno no puede negar que el aspecto fantástico de Largo Fin de Semana está bien desarrollado. Los ataques de zarigüeyas, demonios de Tasmania y águilas se ven mucho más impresionantes de lo que uno podría esperar, y el clima de peligro es palpable. La tensa relación entre cónyuges traspasa la pantalla y se ve natural. Lo que sí, en cambio, me parece es que la anécdota es algo corta para llenar todo un filme. Quizás la historia hubiera dado bien para un capítulo de 40 minutos de alguna serie fantástica tipo La Dimensión Desconocida, pero para un largometraje se ve estirado.

Largo Fin de Semana es un buen filme fantástico. Es sólido e interesante, aunque no remarcable. Tiene su cuota de momentos, y la puesta en escena es mejor de lo que uno podría esperar luego de leer el resumen del argumento.