Crítica: Sin Límites (Limitless) (2011)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 2011: Bradley Cooper (Eddie Morra), Robert De Niro (Carl Van Loon), Abbie Cornish (Lindy), Andrew Howard (Gennady), Johnny Whitworth (Vernon Gant)

Director: Neil Burger, Guión: Leslie Dixon, basada en la novela The Dark Fields de Alan Glynn

Trama: Eddie Morra es un aspirante a escritor que se encuentra bloqueado y vive en la miseria. Un día se topa con su ex cuñado – el que se dedica a traficar drogas -, y le ofrece su última novedad: el NZT, un fármaco que expande la mente. En su desesperación por cumplir los plazos con su editorial y entregarles un escrito, Eddie ingiere una pastilla de NZT y se transforma en un individuo brillante, completando una novela formidable en cuestión de horas. El problema es que el efecto del NZT es temporal y Eddie se desespera por obtener más, razón por la cual decide regresar hasta lo de su ex cuñado para adquirir más pastillas. Pero en el departamento sólo encuentra su cadáver y una bolsa con cientos de tabletas de NZT, celosamente escondida. Ahora Eddie se ha convertido en un adicto al NZT, escribiendo best sellers y obteniendo enormes réditos en la bolsa gracias a su sagacidad para las inversiones. Debido a su talento bursátil ha logrado llamar la atención del potentado Carl Van Loon, quien desea contratarlo como asesor. Pero las pastillas del NZT se agotan y Eddie comienza a tener enormes lagunas mentales que le impiden recordar qué hizo y dónde estuvo en las últimas horas. Y las cosas se salen de madre cuando Eddie descubre que una de las chicas que frecuentaba ha aparecido asesinada … sin que él pueda recordar si es el responsable de su muerte.

Limitless Sin Limites viene de la mano de Neil Burger, quien entregara en su oportunidad un thriller ok y algo insulso como El Ilusionista (2006). Acá se despacha con otro relato con tonos fantásticos y claramente influenciado por la obra de Phillip K. Dick. El problema es que una premisa tan prometedora como ésta termina siendo arruinada por un guión que no sabe cómo manejar el tema; ensaya un montón de caminos, no termina por concretar ninguno y deja todas las cosas por la mitad. La sensación final es poco menos que frustrante.

Aquí está el simpaticón Bradley Cooper haciendo de escritor de cuarta que padece un bloqueo mental, y que un día se topa con una droga que lo vuelve super inteligente. Lo que hace el fármaco es que uno, que habitualmente usa el 20% del cerebro, termine por usar el 100% y se convierta en un genio al instante – lo cual es un data falaz, ya que el 80% restante posee funciones vitales que usamos según la ocasión -. Nuestro protagonista se vuelve un adicto, con el grave problema que su proveedor – su ex cuñado y el único que sabía quién fabricaba la droga – ha sido asesinado. Cuando al pibe se le pasan los efectos, vuelve a ser el tarado de siempre, con el agravante que tiene síntomas que le dan a entender que la droga lo está reventando por adentro; y, a medida que consume más y más, tiene baches mentales enormes, en donde el tipo pestañea y se despierta 10 horas más tarde sin saber dónde estuvo ni qué es lo que hizo. Y, mientras tanto, hay dealers que quieren apoderarse de lo que le queda de la droga, hay asesinos que lo persiguen (lo mismos que mataron a su ex cuñado) y hay potentados que lo presionan para que siga dando consejos geniales sobre inversiones en la bolsa.

El problema con Sin Limites es el libreto, que es dispar. Cuando Bradley Cooper toma una pastilla de NZT, su mundo se transforma en un delirio cromático – como si fuera una película de Tony Scott luego de una noche de borrachera -, y él mismo se convierte en un Sherlock Holmes de segunda. Saca conclusiones en cuestión de segundos a partir de detalles mínimos; puede recordar cosas que pasaron 12 años atrás; puede pelear como los dioses, calculando golpes y recordando técnicas de combate vistas en las películas (algo parecido a lo que hacía Robert Downey Jr. en la película mencionada). El punto es que todo esto – que debería ser deslumbrante – no lo es. Los momentos de super inteligencia del protagonista no impresionan y, si no fuera por la saturación cromática, dificilmente no daríamos cuenta que se encuentra en modalidad super genio. A su vez el libreto empieza a disparar intrigas que deja a medio cocinar – si pidió 100.000 dólares a un dealer para jugar en la bolsa, con su brillantez debería haberlo triplicado y devuelto en menos de una semana; jamás se investiga el asesinato del ex cuñado; la existencia “limitada” de NZT se multiplica y se hace eterna; el protagonista “super genio” esconde la droga en los lugares más estúpidos; la muerte de la prostituta en el hotel, los baches mentales, y hasta las secuelas del NZT son subtramas que terminan siendo abandonadas sin la más mínima consideración -, y el protagonista da muestras de una amoralidad creciente e impune. Digo yo; Bradley Cooper se supone que es nuestro héroe, no un tipo despreciable dispuesto a todo con tal de obtener dinero y poder.

Eso no quita que Sin Limites no tenga su cuota de buenos momentos, como la persecución en el parque entre el asesino y la novia del protagonista – que debe tomar un NZT para volverse brillante y encontrar la manera de escapar -, o la batalla campal en el bunker que ha comprado Bradley Cooper, que son escenas que rebosan originalidad (y que se encuentran más en la vena de las aventuras de superhéroes; el NZT pasa a ser otro artefacto de poder, tal como el anillo de Linterna Verde o los anteojos de Ultra Seven, en donde quien lo posee puede transformarse en un superdotado en cuestión de segundos). Y cuando las cosas se ponen oscuras – como los apagones mentales del protagonista -, el filme entra definitivamente en terrenos dickianos sobre la memoria, la identidad, y la expansión de los campos mentales. Lástima que el libreto no tiene ni idea de cómo darle un broche a esas situaciones, las tapa con diarios y sigue adelante como si nada.

Limitless es una gran película a mitad de camino. Comparte cuotas iguales de cosas inspiradas y situaciones frustrantes. Es una lástima ya que la premisa tenía un gancho enorme, pero el libretista no es ni el 10% de brillante de lo que le exige una historia como ésta.