Crítica: Leviathan (1989)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA / Italia, 1989: Peter Weller (Steven Beck), Richard Crenna (Dr. Glen Thompson), Amanda Pays (Elizabeth ‘Willie’ Williams), Daniel Stern (Buzz ‘Sixpack’ Parrish), Ernie Hudson (Justin Jones), Michael Carmine (Tony ‘DeJesus’ Rodero), Lisa Eilbacher (Bridget Bowman), Hector Elizondo (G. P. Cobb), Meg Foster (Martin)

Director: George P. Cosmatos, Guión: David Webb Peoples

Trama: Una instalación minera submarina encuentra los restos de un carguero ruso hundido. Recobrando su caja fuerte, descubren la bitácora del capitán en donde registra que la tripulación ha caído víctima de una grave enfermedad. Entre otras pertenencias hay una petaca de plata con vodka, que el descubridor del naufragio decide apropiársela secretamente. Pero después de beber el licor comienza a sentirse mal y, durante un análisis en la enfermería, su cuerpo revela enormes llagas. Los síntomas se agravan y el desconocido mal termina por llevarlo a la muerte; pero, mientras que el resto de la instalación debate sobre las causas del deceso – posiblemente a causa de algún virus desconocido incluído en el vodka -, su cuerpo muta hasta transformarse en un enorme monstruo. Ahora los supervivientes de la base deberán luchar por sus vidas en los oscuros corredores de la instalación submarina.

Leviathan Cuando hay un éxito de taquilla que levanta polvareda, inmediatamente se pone en marcha la fábrica de clones en Hollywood. Vienen las rachas de filmes de épicas galacticas, de épicas de fantasía, de agentes secretos, de asesinos enmascarados, y de todo lo que se le ocurra que haya tenido éxito en los últimos 30 años. Y si los monstruos del espacio acechando en corredores mal iluminados hizo de un éxito a Alien (1979), ¿por qué no habría de suceder lo mismo con Leviathan?.

Los productores de este engendro son el hermano y el sobrino de Dino de Laurentiis, junto con algunos americanos (incluyendo a Lawrence Gordon, el mismo que después adquiriría los derechos de Watchmen y montaría todo el despiole legal entre la mitad de los estudios de Hollywood), pero todo despide el mismo tufillo de mediocridad que caracteriza a las películas patrocinadas por don Dino. Sin dudas es un producto a pedido, pero uno se da cuenta de que los que ponen el dinero no tienen dos dedos de frente. Aquí han elegido a un director usualmente competente – George Pan Cosmatos, el mismo de Cobra, De Origen Desconocido y Rambo II -; hay un cast interesante liderado por el ex Robocop Peter Weller; hay criaturas diseñadas por Stan Winston; hay un guionista de talento como David Webb Peoples, que pergueñara Blade Runner y 12 Monos; e incluso está el excelente músico Jerry Goldsmith a cargo de la banda sonora. ¿Y qué hacen los De Laurentiis con todo este talento reunido?. Obligarlos a desarrollar un plagio textual de Alien sin alterar ni un punto ni una coma.

El tema es que Alien había sido un éxito 10 años antes; para 1989 lo que había tenido suceso era El Abismo de James Cameron, y a los De Laurentiis no se les ocurrió mejor idea que mezclar bases submarinas + monstruo asesino = Leviathan. Yo no tengo problema en que alguien copie una idea exitosa (monstruo acosando a gente en una base aislada), pero al menos que intente crear algunas situaciones intermedias nuevas. Pero Leviathan hace por Alien lo mismo que Las Minas del Rey Salomón por Los Cazadores del Arca Perdida, sólo que con menos humor: es una copia textual, más barata y hecha con infinitamente menos talento.

Tenemos otro grupo de mineros. Hay un personaje baboso y terriblemente molesto como el de Daniel Stern, que por suerte se muere rápido y cierra la boca. Hay otro naufragio (o nave estrellada) que esconde un secreto terrible. Uno de los tripulantes muta y se convierte en monstruo. Otro, que está infectado, le sale un bicharraco por el estómago. Nuevamente hay un médico que embarra la cancha. Todo es enormemente previsible.

Lo que resulta realmente irritante. Uno piensa qué triste es el papel de Hector Elizondo, un actor tan capaz, que acá hace de carne de cañón de la criatura y no tiene ni diez segundos para decir o hacer algo medianamente interesante. El filme en sí no empieza tan mal, hasta que llegamos al naufragio y se dispara toda la rutina Alien de manera mecánica. Y a mitad de camino la película empieza a hacer agua. Los personajes no pueden sumar dos mas dos (si uno ya murió horriblemente por el virus, ¿por qué dejan a la infectada sola con el cadaver en la enfermería?), las actuaciones de medio elenco comienzan a ser afectadas (Michael Carmine resulta demasiado gay; Meg Foster empieza súbitamente a sobreactuar cuando decide darse cuenta de que es la villana de la historia), y el director Cosmatos empieza a demostrar que está aquí sólo por el dinero. No tiene idea de cómo crear un clima de terror, o no le interesa. Los ataques de la criatura son tan fugaces que uno piensa en el desperdicio de tiempo y dinero empleado para contratar a Stan Winston para que diseñe un monstruo que no piensan mostrar. Las escenas empiezan a sucederse cada vez más rápido y pierden coherencia. Y si la total falta de originalidad y la pésima ejecución no fueran suficientes para atentar contra la salud mental de la platea, en los últimos cinco minutos se roban el clímax de Tiburón.

Si usted es la única persona en el planeta que no tiene ni idea de qué trata Alien, seguramente Leviathan le parecerá aceptable. Pero aún para un espectador ocasional del cine de terror, es un filme terriblemente mediocre. Con sólo variar un poco los mecanismos de la trama podría haber sido un entretenimiento pasable. Así como está, simplemente es dinero quemado en generar una copia baratísima de una película notablemente superior.