Crítica: Lawrence de Arabia (1962)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

GB, 1962: Peter O’Toole (T.E. Lawrence), Alec Guinness (principe Feisal), Anthony Quinn (Auda abu Tayi), Jack Hawkins (general Lord Edmund Allenby), Omar Sharif (Sherif Ali), José Ferrer (Turkish Bey), Anthony Quayle (coronel Brighton), Claude Rains (Dryden), Arthur Kennedy (Jackson Bentley)

Director: David Lean, Guión: Robert Bolt y Michael Wilson sobre el libro Seven Pillars of Wisdom de T.E. Lawrence, Música – Maurice Jarre

Recomendación del Editor

Trama: El oficial del ejército británico T.E. Lawrence ha muerto en un accidente en la carretera en 1939. En su funeral – cono honores de jefe de estado – asisten múltiples personalidades del ejército y la política de Gran Bretaña. Y entre ellos comienzan a hablar sobre la vida pasada que le diera fama a Lawrence. Siendo un oficial de menor rango en la milicia inglesa apostada en Arabia durante la Primera Guerra Mundial, es visto como individuo de talento y conocedor de las costumbres locales por parte de Dryden – el agente del Bureau Arabe – y se le asigna la misión de contactar al príncipe Faisal, quien está llevando una guerra desordenada contra la invasión turca y cuenta con escaso apoyo de los británicos. Pero Lawrence pronto abandona su misión de observador y comienza a organizar de manera brillante tanto a las tropas de Faisal como a las tribus árabes, asestando duros golpes a las fuerzas turcas. Y muy pronto Lawrence comienza a erigirse como una leyenda, un héroe del desierto que puede doblegar a los invasores y llevar la luz de la esperanza sobre el posible surgimiento de una república árabe independiente.

Lawrence de Arabia Este es uno de los clásicos más amados del cine. Y es también el modelo de épica por antonomasia. Numerosos directores modernos han descubierto su vocación viendo la cinta de David Lean – Spielberg y Scorsese, entre otros -. Y es un ejemplo brillante del camino del héroe, el trayecto en que un ser común se transforma en un líder que cambia el futuro de masas y naciones.

Es un film particularmente bello en todo sentido. Si uno entra a revisar en minucias, verá que hay varias licencias artísticas. El personaje de Omar Sharif aglutina a varios líderes tribales que pelearon junto a Lawrence en aquella época; y algo similar sucede con los roles de Jack Hawkins y Claude Rains. Tampoco la cronología es exacta, y hay varios acontecimientos que han sido disfrazados en pos de obtener un mayor rédito dramático. Ciertamente son datos para las estadísticas.

Es interesante ver la óptica que le ha dado el libreto de Robert Bolt y Michael Wilson a semejante historia épica. Al contrario de lo usual, no hay villano sino que el enemigo se reduce a una gran masa anónima (los turcos) que es vista en pantallazos. Tampoco hay detallados y violentos choques entre fuerzas al momento de la batalla; por ejemplo, la conquista de Aqaba es sorprendentemente expeditiva, y la toma de Damasco es omitida completamente – las fuerzas están en la ciudad entre una escena y otra -. En todo caso el drama (o las fuerzas de oposición al héroe) pasan por dos aspectos: el desierto y el héroe mismo, víctima de un fuerte conflicto moral. En el primer caso, la campaña de Aqaba es tomada por David Lean como una travesía en donde el real enemigo es la geografía; es un viaje mortal donde la victoria es fácil para aquellos que logran sobrevivir las inclemencias del desierto.

Pero donde hace hincapié el relato es en el segundo punto, que es el conflicto del héroe. La primera mitad es decididamente heroica – este inglés (oficial de segunda, insolente y autosuficiente) que comienza a tener ideas brillantes al momento de plantearle una guerra de guerrillas al príncipe Faisal; las sorprendentes victorias en lo militar y en lo diplomático; el surgimiento de Lawrence como leyenda entre las tribus árabes -, y es donde comienza a delinearse el drama. Lawrence es cada vez más árabe, entiende las costumbres locales y demuestra un profundo respeto por ellas. Es un héroe noble y apasionado, que le ha encontrado el gusto a la aventura y ha hecho con ella su causa común. A pesar de sus modales burdos, los árabes son sinceros; y esto plantea un fuerte contraste con los regresos a la guarnición británica, donde los oficiales ingleses viven en la superficialidad. Pero al llegar a la segunda mitad, ya asistimos a la caída del héroe: su egocentrismo que le lleva a cometer errores, el remordimiento de conciencia por parte de las muertes de amigos y conocidos en la contienda (muchas veces por su propia mano debido a las circunstancias), y la célebre secuencia de la violación por parte de los turcos, que termina con la destrucción moral de Lawrence. Es una escena montada con mucha clase – sólo las expresiones de Omar Sharif dan indicios de lo que está ocurriendo – y que es la derrota espiritual del héroe. Cuando Jack Hawkins le ofrece comandar la última etapa de la reconquista es simplemente la oportunidad de tomar venganza, tal como sucede en la masacre a la brigada turca en las afueras de Damasco. Ya en ese momento Lawrence se ha convertido en un border sediento de sangre. Lo que sigue – el fallido consejo de tribus árabes, el descarte del héroe por parte del príncipe Faisal, el regreso a casa – son las frutillas del postre. El héroe ha sido desechado, ya sea porque no es el mismo, o porque se trata de una figura demasiado alta que oscurece a políticos y militares. Es un final algo abrupto y deprimente. Y, en la vida real, el resto de la existencia de Lawrence se debatiría entre mantenerse en las sombras – incluso con nombres falsos, trabajando en otros puestos y fuerzas de la milicia británica – o recordar sus gloriosos (y a la vez amargos) días épicos, como desarrollando su autobiografía y los reportajes concedidos a los periodistas.

El comienzo del filme es muy moroso. Incluso las irrupciones de la partitura de Maurice Jarre son algo molestas, ya que suenan con una resonancia épica cuando en realidad las imágenes que la acompañan son comunes y corrientes – los viajes en solitario de Lawrence por el desierto, el calor y los obstáculos de la terrible geografía que debe padecer -; y la performance afectada de Peter O´Toole es algo chocante al principio – hasta uno puede pensar que los turcos ya lo han agarrado desde el inicio del film -. Pero al momento de pisar el desierto, la película entra en calor, va a full y no se detiene nunca. El rol de Lawrence termina por comprar el público debido a su nobleza e inteligencia; por ello, cuando llega la segunda mitad, resulta sorprendente como se va desintegrando y como sus sueños se caen a pedazos. Pero no sólo Lawrence es interesante; el resto de los secundarios tiene muy buenos parlamentos y están en manos de excelentes actores. En particular me gustó Claude Rains como el político cínico pero sabio, que hace las observaciones realistas de turno. Y en cuanto a O´Toole brinda una amplia galería de facetas sobre el personaje; quizás lo más reprochable del libreto y de su performance sea la inclusión de aspectos claramente gay en Lawrence con anterioridad a la violación – los manerismos, el festejo de sus nuevas ropas árabes, el andar siempre en telas blancas y de manera impecable -. En ciertos momentos – y para las audiencias modernas y más cinicas – el Lawrence de O´Toole es tan afectado que bordea lo ridículo.

Lawrence de Arabia es un filme formidable; el lenguaje visual de David Lean es brillante, y es un guión lleno de parlamentos sabrosos. Maneja la escalada de la épica con maestría, e ilustra la caída y el olvido del héroe de forma particularmente trágica. Quizás el tema sea – tal como en el otro clásico de Lean El Puente sobre el Rio Kwai – que la guerra nos transforma, enloquece y mutila a todos, y al final del conflicto nunca volveremos a ser los mismos.