Crítica: Krakatoa, al Este de Java (1969)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1969: Maximilian Schell (capitán Hanson), Diane Baker (Laura), Brian Keith (Connerly), Barbara Werle (Charley), Sal Mineo (Leoncavallo), Rossano Brazzi (Giovanni), John Leyton (Rigby), J.D. Cannon (Danzig)

Director: Bernard L. Kowalski, Guión: Cliff Gould y Bernard Gordon

Trama: Fines del siglo XIX. El capitán Hanson comanda un buque carguero en aguas de Indonesia. Ha organizado una expedición para recuperar un cuantioso botín en perlas, que se encuentra en la caja fuerte de un barco que ha naufragado cerca de la isla de Krakatoa. Pero en su viaje es obligado por las autoridades locales para transportar una dotación de reclusos hasta su destino final en Madera. Tras algunos incidentes, Hanson logra llegar hasta el navío hundido pero la inestabilidad del volcán hace presagiar lo peor. Y entre el peligro latente de una posible rebelión de los presos a bordo, y el inminente estallido de Krakatoa, Hanson deberá correr una carrera contra el tiempo para salvar a su barco y a su tripulación.

Krakatoa, al Este de Java Krakatoa, al Este de Java es un típico producto de matineé de finales de los sesenta. Es una mezcla de filme de aventuras y cine catástrofe, con un reparto y un equipo técnico bastante curioso. El alemán Maximilian Schell encabeza el cast, están los malogrados Sal Mineo y Brian Keith en roles secundarios, así como el italiano Rossano Brazzi; y en la producción, figura unos cuantos desconocidos de origen televisivo como el director Bernard L. Kowalski y el guionista Cliff Gould. Pero entre ellos hay algunos especialistas del género: el co guionista Bernard Gordon (La Tierra vs Los Platillos Voladores; El Día de los Trifidos), y en el apartado de efectos visuales está Eugene Lourié, quien dirigiera The Beast of 20.000 Fathoms, Gorgo y El Coloso de Nueva York.

Con el paso de los años Krakatoa, al Este de Java se ha hecho la reputación de película terrible, lo cual es injusto. Ciertamente hay una enorme cantidad de gaffes – empezando por su nombre, ya que Krakatoa está al Oeste de Java (!) -, en especial sobre la escenificación de la que es considerada la mayor erupción volcánica registrada de la historia. En 1883 el volcán entraría en actividad y provocaría un cataclismo que afectaría a todo el mundo. He aquí algunos de los datos: la explosión se pudo escuchar a 1.600 km de distancia, la monumental cantidad de cenizas lanzadas al cielo oscureció al planeta y, durante 5 días – por el efecto invernadero provocado – la temperatura de la Tierra subió 2 grados Celsius. La isla misma desapareció como consecuencia de la violencia del sismo, provocando múltiples tsunamis que arrasaron a las islas cercanas, y entre la ceniza y los maremotos más de 120.000 personas morirían en el suceso. Incluso hasta dos años después de la erupción, seguían apareciendo cadáveres en las costas de lugares tan lejanos como el este de Africa.

En ese sentido, el escenario histórico suena apetitoso para generar un excelente filme de aventuras. Lamentablemente el libreto no le va en saga y termina por resultar bastante chato. Hay muchos caracteres de stock propios del cine catástrofe – en vez de un borracho tenemos a un buzo con problemas de salud que se droga con láudano; hay un cargamento de presos que es puesto de manera gratuita a bordo del barco; la chica que provee la localización del naufragio estuvo en una clínica mental y ha extraviado a su hijo, etc -, que no obtienen más de cinco minutos de exposición y son abandonados de un momento a otro. La subtrama de los presidiarios a bordo es resuelta en dos minutos por Maximilian Schell él solito; las tensiones entre los aviadores en globo – padre e hijo – sólo duran unos segundos en pantalla; y todo sigue del mismo modo. Con lo cual llegamos al momento cumbre – la explosión del volcán – con un elenco de personajes que no le interesan demasiado a nadie.

Donde Krakatoa, al Este de Java encuentra sus mejores momentos son en las escenas relacionadas con la inminencia y la resolución del cataclismo. Secuencias fantasmales como los bancos de neblina de azufre, los extraños y aturdidores silbidos en medio del mar, o las llamaradas en mitad del océano terminan por resultar fascinantes; del mismo modo, el clímax infernal – con el barco navegando en medio de la erupción o debiendo capear el tsunami – son brillantes. El tema está en que el elemento humano está tan burdamente dibujado que a veces resulta risible lo mal que lo maneja el guión. En un momento una tea ardiente cae en el barco y mata a una de las buscadoras de perlas – supuestamente un personaje importante -, y en la escena siguiente todos siguen como si nada hubiera pasado. Nadie comenta el suceso, llora o se agarra la cabeza.

Krakatoa, al Este de Java es una película aceptable para un sábado a la tarde. El desarrollo de los personajes es muy torpe, pero al momento de llegar el cataclismo las cosas repuntan bastante. Maximilian Schell es un héroe bastante chato, pero la culpa es del libreto que no le da buenas líneas. El único que sobresale en el cast es J.D. Cannon (el jefe de McCloud !) como el líder de los presos, que al menos posee alguna sagacidad para que los demás le hagan el juego y pueda empezar su rebelión; pero el resto es bastante deslucido e incluso el script los atormenta con algunos momentos bizarros como el strip tease lírico de Bárbara Werle. Por lo demás es una entretenimiento potable, aunque sea para fascinarse con los hermosos paisajes de Oceanía filmados a todo color y en Cinerama.