Crítica: Cuenta Regresiva (Señales del Futuro) (Knowing) (2009)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 2009: Nicolas Cage (John Koestler), Chandler Canterbury (Caleb Koestler), Rose Byrne (Diana Wayland), Lara Robinson (Lucinda Embry / Abby Wayland), D.G. Maloney (extraño)

Director: Alex Proyas, Guión: Ryne Douglas Pearson, Juliet Snowden y Stiles White

Trama: Lexington, Massachusetts, 1959. Una escuela primaria de la ciudad concreta el proyecto de crear una cápsula del tiempo – un recipiente hermético que contendrá manuscritos realizados por los niños acerca de lo que creen será el futuro, y que será abierto recién dentro de 50 años -. Ahora es el 2009, y el hijo del astrofísico John Koestler asiste a dicha escuela, en donde se realiza la ceremonia de apertura de la cápsula. Todos los chicos reciben un sobre del contenedor, y a Caleb Koestler le toca en suerte el manuscrito escrito por Lucinda Embry, el cual se compone exclusivamente de números. John Koestler empieza a obsesionarse con la sucesión numérica hasta que descubre que se tratan de los datos – día, mes, año, localización geográfica, cantidad de víctimas – de todos los desastres mundiales ocurridos en los últimos cincuenta años. Y el dato más estremecedor es que la lista termina en una fecha distante a tan sólo unos pocos días, en donde el número de muertos es millonario.

Cuenta Regresiva (Knowing) Cuenta Regresiva es la última entrega del director de culto Alex Proyas, el mismo que saltara a la fama con Ciudad en Tinieblas y El Cuervo. Después de esos éxitos de crítica y público, el australiano Proyas terminó por trasladarse a Hollywood y comenzó a desarrollar proyectos para los estudios, siendo el último la adaptación muy libre del libro de Isaac Asimov Yo, Robot. Knowing es un libreto que viene en carpeta desde el 2005, y que vino con un desarrollo bastante conflictivo que incluyó el pasaje de numerosos cineastas y guionistas por el mismo.

Cuenta Regresiva es el típico ejemplo del triunfo de un director por encima de las inconsistencias del libreto, las que a la postre terminan por lastrar la película. Pero desde el momento que empieza a desarrollarse la historia, resulta ser envolvente, con momentos pico de tensión hábilmente dirigidos y un buen ritmo que no permite – en ese momento – pensar en las huecos de lógica del relato. Uno sólo recapacita sobre las deficiencias del guión al rato de haber terminado la proyección de la película.

En general la crítica ha sido bastante mixta para con el filme. Y es que en realidad es un blockbuster de corte bastante deprimente. La película empieza muy bien, con el McGuffin de la lista numérica escrita por una niña en 1959, que un astrofísico de nuestra época encuentra y se dedica a desentrañar para descubrir – para su horror – de que se trata de una proyección impecable de todos los desastres ocurridos en el mundo durante los últimos 50 años. A partir de allí la película parece seguir los mismos carriles que Pi o El Número 23, en donde la numerología revela que existen profecías y secretos ocultos en determinados documentos (o sucesiones matemáticas). La presencia de unas extrañas figuras rondando la casa de Nicholas Cage contribuye al clima de conspiración, con lo cual uno no puede deducir si son amigos o son los provocadores de los desastres que figuran en la lista. Como suele suceder en estas películas, hay un momento donde se realiza la exposición conceptual de la premisa – en el fondo, se trata de un debate entre las posturas del determinismo y el azar; ¿todo lo que ha ocurrido en el mundo ha sido preestablecido y no puede cambiarse, o simplemente se tratan de hechos aleatorios? -.

Los problemas comienzan a presentarse a mediados del filme, en donde en ningún momento los personajes empiezan a cuestionarse cuál es el significado de la existencia de la lista – sí, es la excusa de la historia, la que atrae al público y pone las cosas en movimiento, pero ¿es una lista de advertencias o son demostraciones de poder planeadas de antemano? -. En esos momentos uno puede pensar en que Nicholas Cage tiene un papel importante que jugar para con el destino de la humanidad, pero tampoco esto queda muy claro ya que es incapaz de impedir las catástrofes que empiezan a sucederse. El otro tema (relativamente cuestionable) son las elecciones osadas del libreto para demostrar la efectividad de la lista al momento de profetizar catástrofes; poner por ejemplos desastres aéreos o atentados en Nueva York es algo que sin duda debe haber sacudido la médula de la mayoría de la crítica norteamericana, ya que muchos terminaron tildándola de mal gusto (y al parecer es una tendencia creciente; incluso un animé como Resident Evil Degeneration se regodea estrellando Jumbos contra los aeropuertos; ¿acaso ya habremos pasado la fecha de vencimiento del respeto reverencial al atentado del 11 de Setiembre del 2001, tal como en su momento pasó con el Holocausto, la bomba atómica y la Guerra de Vietnam?).

Pero el problema más importante se presenta sobre el último tercio del filme. Es como si a esta historia de profecías basadas en la numerología le hubieran encastrado una alegoría sci fi del Arca de Noe escrita por M. Night Shyamalan (en ese momento los libretistas empiezan a sintonizar las metáforas cristianas al estilo de El Día que la Tierra se Detuvo). En sí ambas partes están muy bien – el clímax es realmente muy bueno, y puede interpretarse en múltiples sentidos bíblicos -, pero al estar juntas no cuajan demasiado. Es un golpe de timón que no se condice con las expectativas del filme, y termina por dar la sensación que a uno lo han cambiado de sala para presenciar el final de otra película. Es cierto que también uno no puede imaginar cuál podría haber sido una resolución razonable con lo que venía proyectando el libreto; pero el final elegido parece algo descolgado, además de deprimente.

Cuenta Regresiva es intensa e interesante mientras dura; pero apagadas las luces, se enciende el cerebro y empieza a detectar sus fallas de coherencia interna. El mérito de Alex Proyas está en disfrazarlas mientras la historia está en movimiento, aunque en algunos momentos los detalles son tan obvios que el director no puede hacer magia.