Crítica: Kill Me Three Times (2014)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Australia / USA, 2014: Simon Pegg (Charlie Wolfe), Alice Braga (Alice Taylor), Teresa Palmer (Lucy Webb), Sullivan Stapleton (Nathan Webb), Luke Hemsworth (Dylan Smith), Callan Mulvey (Jack Taylor), Bryan Brown (Bruce Jones)

Director: Kriv Stenders, Guión: James McFarland

Trama: Australia. Los Taylor están en crisis; Jack regentea un pequeño parador en la costa y sospecha que su esposa Alice lo está engañando. Para corroborarlo, contrata al especialista Charlie Wolfe – el cual actúa tanto de investigador privado como asesino a sueldo -. Y mientras Wolfe consigue las pruebas, la hermana de Jack, Lucy, intenta sacar a su marido apostador de un embrollo. Considerando el odio que le tiene a su cuñada – y las sospechas de que traiciona a su hermano -, han preparado un esquema con su esposo para asesinarla y hacer que su cuerpo pase por el de ella, así pueden cobrar el seguro y cancelan las deudas de juego de su discolo marido. Pero a su vez Jack ha contratado a Charlie para eliminar a Alice, así que las vías de los dos asesinos irán en trayectoria de colisión directa, lo que generará una montaña de enredos y cadáveres, y los cuales se acumularán a lo largo de toda la costa australiana.

Kill Me Three Times Pulp Fiction (1994) fue un film enormemente influencial. Tomó a los mafiosos y los empapó de humor negro, puso de moda los trajes oscuros, los duelos a la mexicana, las bandas de sonido repletas de oldies, la violencia en tono de risa. Al toque surgieron toneladas de imitadores y, después de 20 años, continuan saliendo aunque de manera mas esporádica. El tema son las estadisticas: de 1.000 tipos que copiaron el estilo de Tarantino, solo un puñado ha logrado alcanzar vuelo propio – como Matthew Vaughn o Guy Ritchie -, y el grueso fracasó en el intento. Los resultados son mas simpáticos que memorables y ése es el caso de Kill Me Three Times, una comedia tarantinesca a la australiana, la cual no cuaja pero se deja ver.

Como Pulp Fiction, la historia no es lineal y va y viene sobre el mismo punto. En este caso, es la esposa infiel (la apetecible Alice Braga), la cual tiene sus justas razones para ponerle las antenas a su abusivo marido. La Braga tiene un amorío con el mecánico del pueblo (otro de los chicos Hemsworth, algo así como una especie de Thor...cito), el cual es rudo pero de buen corazón. El marido (Callan Mulvey, que siempre hace de sicópata debido a tener una fea cicatriz en el mentón) llama a un “especialista” (Simon Pegg!) para que investigue a la esposa y, si es verdad que lo cornea, que la “limpie”. A todo esto se suman mas actores para generar una ensalada mas revuelta; la hermana de Mulvey (Teresa “me gustan los fiambres” Palmer), la cual es mas mala que el estiércol, odia a la Braga, empuja a Mullvey a que le haga algo, y tiene un marido dentista (Sullivan Stapleton) que se patina todo en las apuestas… lo cual los ha endeudado hasta los testículos; y un policía corrupto (Bryan Brown, envejecido y opaco, carente de toda esa intensidad que tanto nos gustaba) que olfatea todo y presiona a todos. La Palmer y su esposo tienen sus propios planes para con la Braga, queriendo liquidarla y usando su cuerpo para simular su propia muerte en un accidente de tránsito, el cual pagará un suculento seguro que cancelará todas las deudas de su vicioso marido. Acá el tema es que hay un montón de asesinos amateurs y bastante torpes, unos cuantos enredos, y Simon Pegg, el cual aparece de la nada y participa en el juego sin que el resto esté enterado de su presencia.

Mientras que la idea, la música y los personajes están muy bien, el problema es la historia y la ejecución. Los pasos de comedia apenas llegan a tibios; los enredos son bobos y previsibles; la ley de Murphy está aplicada con cuentagotas, y no hay demasiadas sorpresas a lo largo del camino. Es como un chiste contado por un tipo sin gracia; te falta chispa, falta un golpe de hervor mas para que la historia haga ebullición, pero eso nunca termina de pasar. El personaje del asesino sería tremendamente detestable de no estar encarnado por Pegg, el cual le inyecta como puede algo de energía, pero sus parlamentos no dejan de ser chatos. Bryan Brown brilla por su ausencia, el resto es igual de plano, y la única que hace algo destacable es Teresa Palmer, la que destila odio, se la pasa mostrando los dientes y sirve como condimento para una historia sosa.

No hay nada demasiado destacable en Kill Me Three Times. Ni siquiera el “Matame Tres Veces” del titulo queda demasiado claro. Acá faltaba un libretista con mas ideas o mar humor, pero todo queda en lo correcto. Está ok para verla un rato, pero dista mucho de lo que podría haber sido, y sólo llega a la meta con lo justo.