Crítica: El Fuerte Infernal (The Keep) (1983)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Recomendación del EditorUSA, 1983: Alberta Watson (Eva Cuza), Jurgen Prochnow (Capitán Klaus Woermann), Scott Glenn (Glaeken Trismegatus), Ian McKellen (Dr Theodore Cuza), Gabriel Byrne (Sturmbahnfuhrer Kaempffer), Robert Prosky (padre Fonescu)

Director: Michael Mann, Guión: Michael Mann, basado en la novela homónima de F. Paul Wilson

Trama: Rumania, 1941. Las tropas nazis del capitán Woermann son enviadas a un pueblo en los Cárpatos, con la misión de asegurar un paso estratégicamente importante. En el lugar encuentran un antiquísimo fuerte, cuyos orígenes se pierden en la historia, y al que deciden tomar como asentamiento. Pero la permanencia en el fuerte se convierte en una pesadilla, ya que los soldados comienzan a ser masacrados por las noches. La extraña construcción de la fortaleza – de afuera hacia dentro – y la enorme cantidad de cruces de niquel que pueblan el lugar hacen pensar que el edificio fue construido para contener alguna fuerza desconocida. Y esa fuerza ahora está depredando a las fuerzas nazis sin piedad, volviéndose más fuerte con cada muerte que acumula.

El Fuerte Infernal F. Paul Wilson es un escritor de novelas fantásticas de corte pulp. Comenzó a escribir historias para la revista Analog en los setentas, pero el título que le dió prestigio y popularidad fue The Keep, su novela de 1981. Wilson se transformaría en un prolífico escritor, y crearía una saga basada en los caracteres de The Keep – conocida como el Ciclo del Adversario -, que se prolongaría a través de cinco títulos más: The Tomb, The Touch, Reborn, Reprisal, y Nightworld. En todas ellas se narraba el combate ancestral entre las fuerzas de la oscuridad y la luz, compuestas respectivamente por el Molasar (un demonio ancestral encerrado en una prisión rodeada de talismanes) y el Glaeken, que es el guardían inmortal que vela por el aprisionamiento del Molasar. El Fuerte Infernal es la adaptación de la primera de dichas obras, esta vez a cargo de Michael Mann. Mann, a esa altura, era conocido por ser el creador de la serie de TV de culto Miami Vice e intentaba hacer sus primeros pininos en el cine. Lamentablemente The Keep fue un fracaso crítico y comercial, y el director recién obtendría reconocimiento en su versión para la pantalla grande de El Ultimo de los Mohicanos. A partir de allí generaría una saga de éxitos – Fuego contra Fuego, El Informante, Alí – que lo pondría entre los directores más destacados de la actualidad.

Es difícil adivinar por qué la versión 1983 de La Fortaleza Infernal fue un fracaso, ya que es una película mucho más que potable. Uno puede presumir que el rechazo viene por dos aspectos: el hecho de que los nazis sean protagonistas (y especialmente, que el capitán Woermann sea un nazi noble), y el otro aspecto es la música moderna de Tangerine Dream, que es anacrónica respecto de la época en la que transcurre el relato. Si bien es cierto que la partitura electrónica es chocante al principio, después se acomoda muy bien al tono de la película. Pero por lo demás, no cabe duda de que son fruto de los prejuicios estúpidos de los críticos de turno, que le inflan la cabeza al público basándose en moralismos de cuarta.

Y es que The Keep no es una apología del nazismo, sino que está construída como un discurso que examina la dualidad de la moral. Jurgen Prochnow representa al militar de carrera (el pensamiento prusiano) que está orgulloso de los combates que ha librado pero desprecia la amoralidad y la carnicería desatada por la Gestapo (Gabriel Byrne), que son soldados políticos enviados a sembrar el terror. Creo que esa dualidad debe haber existido en la Alemania de los tiempos de Hitler. Mann recarga las tintas en densos discursos acerca de la naturaleza del mal – Woermann enfrentándose a Kaempffer; las discusiones acerca del equilibrio al estilo del Ying & Yang, donde el bien compensa el peso del mal -, con algunos toques realmente interesantes. En especial cuando el Molasar reconoce a los nazis como sus pares – el demonio reconoce al demonio -. Los diálogos son muy buenos, aunque por momentos parecen pertenecer a otra categoría de film que a una simple cinta exploitation de terror.

La otra idea notable es la existencia de una guerra ancestral entre demonios y guardianes de la luz. El filme jamás se dedica a explicar cúando y cómo empezó esa lucha, sino que simplemente presenta a Scott Glenn despertándose cuando el Molasar ha sido liberado. El personaje de Glenn es sumamente escueto de diálogos, lo que contribuye a la mística – además de que un exceso de explicaciones podría haber devenido en un monumental pavada -; con menos de diez frases en todo el film, el Glaeken queda como un carácter al menos intrigante.

La premisa es realmente fascinante y la ejecución está ok. Los problemas pasan por otro lado. Mann se entusiasma con el aspecto de debate sobre la naturaleza del bien y el mal, y termina por descuidar el lado del horror – con la excepción del shock inicial al momento de abrir la guarida gigante del Molasar, lo que vemos después son las secuelas de los ataques en vez de filmarlos directamente -. Y al momento de la acción, Mann se engolosina con la cámara lenta y los rayos laser, lo cual a veces queda ridículo y otras veces arruinan el momento. Pero sin dudas es una historia más que interesante, y que clama a gritos una remake.

Para la trivia es Ian McKellen haciendo otro papel de anciano (y eso que era joven en esa época); un jovencísimo Gabriel Byrne; Alberta Watson siglos antes de ser la jefa de La Femme Nikita; Jurgen Prochnow, cuando parecía tener una carrera prometedora en Hollywood después de Das Boot; y Scott Glenn, que comenzaría una pequeña pero interesante etapa como estrella de acción en la serie B – The Right Stuff, El Duelo con Toshiro Mifune, Los Gansos Salvajes II, Silverado y la versión original de El Hombre en Llamas -.

La Fortaleza Infernal es un título destacable, de esos que juntan el polvo mientras permanecen anónimamente en las estanterías de los videoclubes. Vale la pena rescatarlo, ya que tiene buenas ideas y una ejecución interesante.