Crítica: Juegos de Guerra (WarGames) (1983)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Recomendación del EditorUSA, 1983: Matthew Broderick (David Lightman), Ally Sheedy (Jennifer Mack), John Wood (Dr Steven Falken), Dabney Coleman (Dr John McKittrick), Barry Corbin (General Berringer)

Director: John Badham, Guión: Lawrence Lasker & Walter F. Parkes

Trama: Norteamérica, años 80. El adolescente David Lightman es un fanático de la computación y suele utilizar sus conocimientos de informática para corregir sus notas en el secundario, entrando de manera ilegal al ordenador de la escuela desde su propia casa. Ahora Lightman se ha obsesionado con un videojuego – el cual promete revolucionar la historia de la informática -, pero el lanzamiento del mismo está previsto para dentro de un par de meses. Decidido a obtenerlo antes que nadie, Lightman ha programado a su computadora hogareña para que empiece a sondear los números de teléfono de la zona en donde se encuentra el fabricante del videojuego, convencido de que si encuentra la respuesta electrónica de un ordenador, se tratará del servidor de dicha empresa. Pero la computadora de Lightman ha dado con una computadora que le ofrece un menú de juegos muy diferente al esperado. Decidido a disfrutar el más poderoso de ellos, David elige la opción final – Guerra Global Termonuclear -. Lo que no sabe David es que ha ingresado en la memoria de la computadora central del NORAD – el comando militar central de los Estados Unidos – y el ordenador ha tomado el juego como un ejercicio real de ataque. Y ahora, en menos de 50 horas, se apresta a calcular y lanzar una represalia nuclear masiva a la Union Soviética… a menos que alguien encuentre la forma de explicarle al ordenador de que nada de lo que ocurre es verdadero.

Arlequin: Critica: Juegos de Guerra (WarGames) (1983)

      La Guerra Fria tuvo lugar entre 1945 y 1989, y se caracterizó por ser una pulseada entre las superpotencias. Como pasa en las pulseadas hay momentos de relax y momentos de tensión, y las brevísimas pausas sólo sirven para tomar más fuerza para el próximo envión. Si en la década del 60 hubo pánico – muro de Berlin y el puente aéreo sobre la capital alemana, o los misiles cubanos de octubre de 1962, por citar un par de momentos álgidos de tensión entre el Este y el Oeste -, en los 80 pareció que el matoneo nuclear entre las superpotencias iba en una escalada sin retorno gracias a las bravuconadas de Ronald Reagan y Cía. Hollywood inmediatamente comenzó a lanzar alertas de todo tipo y color, con títulos como el que nos ocupa, Testamento y El Dia Después, y los ingleses hicieron lo suyo con Cuando Sopla el Viento y Threads.

Ciertamente Juegos de Guerra tuvo en su momento un trato desfavorable por parte del público no norteamericano. Las razones van desde la inclusión de un científico loco como mecanismo para resolver la historia, pasando por los estereotipos de militares y políticos, y culminando con la crítica hacia la trivialización del tema, convirtiendo a todo en una aventura adolescente. Si bien es cierto que el libreto la pifia cuando inserta el personaje de Steven Falken – convirtiéndolo en una especie de nihilista bipolar, que está a favor de que se destruya el mundo pero que después cambia de opinión 10 segundos antes del lanzamiento masivo de misiles intercontinentales -, el resto de Juegos de Guerra funciona como un thriller formidable. No sólo cumple con los postulados de la buena ciencia ficción – anticipa muchos inventos y mecanismos que utilizamos hoy en día – sino que sirvió para abrir un universo completamente nuevo a las plateas de todo el mundo a principios de los años 80. Ok, hoy en día uno se ríe de las computadoras con gráficos vectoriales a tres colores y de las disketeras de 10 pulgadas pero, por lo demás, tiene un desarrollo brillante y realista. Matthew Broderick utilizando chapitas metálicas para destrabar teléfonos monederos, o abriendo puertas electrónicas mediante la grabación de sonidos; “olfateando” números telefónicos de manera automática, descubriendo backdoors de seguridad en programas cerrados, o hackeando cuentas bancarias, agencias de viajes o boletines de notas del secundario… todo lo que aparece en el filme es (o ha sido) real, y puede hallarse en cualquier biografía fidedigna de algún hacker de la época. Es curioso notar que, mientras aquello sonaba fantasioso e irreal, hoy en día ustedes leen esta columna desde la terminal de computación que poseen en sus hogares y que se encuentra conectada a una red mundial informática, y que entienden la mayoría de los conceptos del filme, aún cuando se presenten en un estado casi prehistórico. Un ejemplo de todo lo que ha cambiado (y lo que sigue siendo similar, pero en un estado más avanzado y moderno) en el fascinante mundo de la tecnología informática.

Por supuesto, hoy – que todos tenemos una PC, Windows, Internet y nos creemos ingenieros nucleares – nos parece una pavada algunos detalles del filme. El principal: que la computadora del comando central del ejército de los Estados Unidos se encuentre conectada a un teléfono (lo que facilita las posibilidades de sabotearla desde el exterior por parte de cualquier pelafustán). Pero uno debe olvidarse del detalle y fijarse en el bosque más que en el árbol. Juegos de Guerra no es más que una versión adolescente de Colossus: El Proyecto Forbin, salpicada con gotas de Fail-Safe. Basta un error humano para que decidan poner todo el sistema de misiles en manos de una computadora; y basta con que el ordenador interprete algo fuera de lo común como para que se le dispare la chiripioca y empiece a pensar por su cuenta. En este caso no es que WOPR se vuelve autoconsciente, sino simplemente que no dilucida entre realidad y simulación. Matthew Broderick le ha propuesto un juego y el ordenador simplemente se ha dejado llevar por su deseo de resolverlo hasta el final.

Lo que sigue es una escalada de sucesos en donde no hay manera de hacerle entender al ordenador de que lo que ocurre no es real. Ahi es cuando el libreto empieza a pifiarla – si todos sabían dónde estaba oculto el profesor, ¿por qué no lo llamaron de entrada? -, y donde Broderick se gana los galones haciendo de MacGyver versión adolescente. Al menos el ultimo tercio del filme se redime con la impresionante simulación llevada a cabo en el cuarto de guerra, en donde el ordenador se da cuenta de que no hay un ganador posible.

Aún cuando la Unión Soviética (y la Guerra Fria) hayan desaparecido, Juegos de Guerra sigue siendo un fascinante artefacto de su tiempo. Es un thriller bien construido, con una escalada de suspenso notable. Hay un par de adolescentes, es cierto, pero el tema está tratado de manera adulta, y eso es lo que le permite capear dignamente el temporal de sus treinta años de antigüedad.