Crítica: Juan de los Muertos (2011)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Recomendación del EditorCuba / España, 2011: Alexis Diaz (Juan), Jorge Molina (Lázaro), Andrea Duro (Camila), Andros Perugorria (Vladi California), Jazz Vila (La China), Elicer Ramirez (El Primo)

Director: Alejandro Brugués, Guión: Alejandro Brugués

Trama: Juan y Lázaro son dos desempleados que viven haciendo trabajos menores en La Habana. Ahora han asistido a la reunión semanal de vecinos en donde se detallan las novedades ocurridas en el barrio; pero, en medio de la conferencia, la disertante y varios de los asistentes son atacados por una turba de descontrolados, quienes los masacran y comienzan a devorar su carne. Pronto el gobierno decreta el Estado de Sitio en La Habana, reportando que los atacantes son disidentes financiados por el imperialismo norteamericano, quienes buscan desestabilizar el gobierno revolucionario; pero está visto que se trata de una horda de muertos vivientes cuya mordida contagia el estado de zombificación. Ahora Juan y Lázaro se han unido con sus hijos y con algunos vecinos, y han decidido crear un ejército de destructores de zombies… pero no para pelear contra la epidemia, sino para cobrarle a los pudientes el encargo de asesinar a sus seres queridos devenidos en muertos vivientes. El negocio de Juan prospera… hasta que llega un punto en que ellos son practicamente los únicos humanos que quedan en la capital. En ese entonces deberán decidir si huyen de la isla, o si montan una desesperada defensa para mantenerse con vida en medio de semejante escenario apocalíptico.

Juan de los Muertos Juan de los Muertos es una película cubana de zombies. Está dirigida por un argentino y está co-financiada por capitales españoles – quienes aportan solvencia en el apartado de maquillaje y efectos especiales -, pero es un filme esencialmente cubano. Lo anecdótico es que se trate de una película de zombies patrocinada por un gobierno comunista, una movida que podría haberle salido por la culata si uno tiene en cuenta que los filmes de zombies suelen funcionar como alegorías sociales. Aquí lo hace, y aunque tira algunos palos al gobierno de Fidel Castro & co, lo hace desde un punto de vista totalmente respetuoso. Bah, otra alternativa no le quedaba, salvo que todo el equipo técnico quisiera terminar en un calabozo del Barba.

Juan de los Muertos podría verse como la versión cubana de Shaun of the Dead (la elección del título es alevosa en tal sentido). He aquí otro perdedor pasando por otra crisis de la edad, y que termina encontrando su identidad al transformarse en el héroe del día. En sí el filme funciona como una sátira a la idiosincracia cubana – gente que vive en condiciones muy humildes, acostumbrada a los desabastecimientos y los mensajes rimbombantes del gobierno; chicas livianitas de ropas y ligeras de cascos; la paranoia de la eterna invasión norteamericana; el estado de orgullo y contemplación de la belleza de La Habana; la vida rebosante de humor, a pesar de la dificultad de las circunstancias -, la cual se nota que está hecha con mucho cariño. Y, cuando aparecen los zombies, el libreto muestra un profundo conocimiento de toda su mitología: se pregunta por qué algunos van rápidos y otros lentos, hay inspiradas escenas de matanzas (algunas de las cuales parecen salidas de la criolla Plaga Zombie o de los filmes de Sam Raimi, como una camioneta que arrastra un cable de acero atado a un poste y lo usa para una decapitación en masa al estilo de la masacre inicial de Ghost Ship, 2002), y está el típico contagio por la mordedura de un muerto viviente.

Por supuesto esto es una comedia, y una muy divertida. Las masacres de zombies están hechas con gusto y, cuando no masacran a nadie, la troupe de pintorescos protagonistas tiene salero de sobra para divertirnos con su propia química. Quizás no haya mucha substancia en el aspecto personal, ya que no éste está tan desarrollado: Juan es holgazán y vividor, le gusta el dinero fácil (por eso se convierte en destructor de zombies a domicilio), tiene problemas de comunicación con su hija (la que lo desprecia por su falta de interés en cualquier cosa útil), y es un amigo de fierro de aquellos, por lo cual acompaña a sus seres queridos en las circunstancias más malas. Lo sigue su hija malhumorada (una atlética cazadora de zombies), un amigo que vive en permanente estado de cachondez, un travesti y su gigantesco novio (los cuales se roban todas las escenas en las que participan), y el hijo vago de su amigo, el cual desea irse a los Estados Unidos a toda costa.

Sin dudas la comedia es efectiva, pero lo interesante es el subtexto. Tal como los filmes de George Romero, los zombies se transforman en alegorías sociales y aquí ocurre lo mismo. El gobierno los considera disidentes (y dispara un montón de palabrería patriótica sobre ello), pero lo cierto es que estas hordas de muertos vivientes podrían verse como una alegoría del cambio, una generación nueva de cubanos cuya cabeza está puesta en otras cosas diferentes a la revolución. Resulta fácil deducir ello después de ver que Juan – el cual se enorgullece de haber ido a pelear a Angola, y de resistir todas las vedas y persecuciones ocurridas a lo largo del gobierno castrista – es uno de los poquísimos que quedan vivos en La Habana. En el fondo Juan de los Muertos no es mas que una oda a la resistencia de los viejos valores revolucionarios, los cuales se encuentran amenazados por los vientos de cambio de la isla. Es la alegoría de un comunista orgulloso y ultraconservador, el cual está a disgusto con (y pelea contra) la oleada de cambios cuasi – capitalistas (la dichosa apertura económica) que está efectuando Raul Castro para sacar a la isla de la crisis.

Escapa a los alcances de esta columna discutir las bondades y defectos del gobierno castrista – mi opinión es simple: si yo no puedo ir a donde quiero y no puedo decir lo que quiero, significa que vivo en una dictadura… aún cuando sea una dictadura bondadosa, no deja de ser una dictadura! -. Lo aquí tenemos una visión romántica sobre la revolución cubana, en donde los protagonistas asumen los problemas de vivir con necesidades como un sintoma natural de ser independientes del malvado imperio del norte (nadie discute que los norteamericanos no hayan usado a Cuba como si fuera su lupanar personal durante décadas), y ven con tristeza como una nueva generación de cubanos se han olvidado de todo eso, deviniendo en una horda de gente más superficial, carente de ideologías y amante de lo material. Es como el canto del cisne del romántico revolucionario, que ve que el mundo ha cambiado y la gente ha perdido los ideales. Juan es el último Don Quijote, el último baluarte de defensa de los valores tradicionales, cuya batalla está perdida desde el vamos ya que la nueva oleada de pensamiento ha prendido con la fuerza de una epidemia… y ve, con suma tristeza, cómo las calles de su sagrada Habana – una vez teñidas de sangre por la lucha de valientes idealistas – han sido deformadas por la aparición de shoppings y hoteles de lujo, un virus que le hace retrotraer recuerdos de una época oscura y que ya creía archivada.

Juan de los Muertos es una comedia totalmente recomendable. Algunos pasos de comedia no funcionan, y le falta algo más de substancia a los personajes – ya que el tono del filme es muy episódico -; pero es enteramente disfrutable y tiene un pequeño plus para pensar, un detalle más que interesante si tenemos en cuenta que estamos hablando de un filme sobre zombies hecho en un país comunista.