Crítica: Joy Ride (2001)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 2001: Paul Walker (Lewis Thomas), Steve Zahn (Fuller Thomas), Leelee Sobieski (Venna), Jim Beaver (Sheriff Ritter), Kenneth White (Ronald Ellinghouse), Ted Levine (voz de Clavo Oxidado)

Director: John Dahl, Guión: J.J. Abrams & Clay Tarver

Trama: California. Lewis Thomas ha terminado otro año de estudios en la Universidad y planea volver a su casa; pero ha recibido una llamada de su amiga de la infancia, Venna – de la cual está secretamente enamorado – y ahora piensa seriamente en recogerla y armar un extenso viaje de regreso a través de la ruta interestatal. Habiéndose comprado un viejo Chrysler – y en compañía de su problemático hermano Fuller -, Lewis presiona al máximo el auto para reunirse cuanto antes con la chica. Es por ello que Fuller le ha instalado una radio de onda corta, recibiendo informes de los camioneros para ver dónde hay puestos policiales y, en el interín, poner el Chrysler al tope de velocidad para abreviar el viaje. Pero, en una noche de denso aburrimiento, Fuller ha comenzado a coquetear con uno de los camioneros – haciéndose pasar por una chica ligera de cascos -, y lo ha citado en un motel, en donde – desde uno de los cuartos que han rentado – observarán el desenlace de la broma. El problema es que el camionero ha aparecido y ha destrozado al morador del cuarto equivocado, creyendo que éste era el responsable de la burla; y ahora, que sabe que los Thomas son los culpables, ha comenzado a perseguirlos por toda la ruta, acosándolos durante cientos de kilómetros para atraparlos, torturarlos y posiblemente asesinarlos. Y las cosas se complicarán cuando el desquiciado secuestre a Venna, poniendo a los hermanos en una encrucijada de la cual seguramente no podrán escapar con vida.

Joy Ride Hay filmes que sobreviven a un libreto idiota y rebuscado, y ese es el caso de Joy Ride. Horribles personajes, situaciones irreales, demasiadas cosas traidas de los pelos. Lo que salva de la quema al filme es la espectacular dirección de John Dahl, el cual podría haber creado un clásico si el guión hubiera tenido un poco mas de pies sobre la tierra a la hora de crear los pretextos para generar semejante cacería humana.

Viendo los créditos, encontramos a un temprano J.J. Abrams como guionista. Aún con su larga lista de éxitos – las series Alias y Lost; el filme Misión Imposible 3, la saga rebooteada de Star Trek, etc -, Abrams nunca ha terminado de ser de mi agrado, ya que es un tipo que arruina buenas premisas por querer hacerse el banana a último momento. Copia estilos, arranca con buenas historias y, de pronto, se manda unos ultrarebuscados Deus Ex Machina que pisotean los logros obtenidos por el script. Joy Ride vendría a ser la reinterpretacion abramiana de Duel, ese clásico de Steven Spielberg en donde Dennis Weaver se enfrentaba a un camionero sicópata que lo perseguía por todo el desierto. Desde ya que el desierto es un escenario fascinante y relativamente poco explorado por el cine, pero que siempre da sus resultados – la visión metafórica del infierno en Vanishing Point; el acoso de la criatura a lo largo de toda la ruta en Jeepers Creepers -. Acá la potencia del desierto, de los escenarios majestuosos en widescreen capturados por la cámara de John Dahl – son formidables y hacen funcionar a la perfección las escenas de tensión de Joy Ride, sean sus persecuciones nocturnas, su soledad, su vastedad… Pero, cuando estos tipos hablan… guau, qué manga de idiotas. El Oscar a la estupidez de lo lleva Steve Zahn, pero al menos intenta actuar – algo que los pétreos Paul Walker y Leelee Sobieski ni intentan -. El cómo empiezan a provocar a un camionero – haciéndose pasar por una buscona – es patético, y resulta mucho menos creíble cuando deciden proseguir con la broma. Es cierto que, sin ese puntapié inicial, tampoco habría historia pero…

Desde ya éste es un asesino cinematográfico. Es demasiado omnisciente, está en todos lados, hace truculencias imposibles de pasar en la vida real (como pintar todos los carteles de la ruta por donde va a pasar el trío de protagonistas, dejándoles escrito un mensaje terrorífico). Hasta el final es retorcido. Lo que lo salva es la gran dirección de Dahl, sea en la escena con el camión de hielo, la persecución en el maizal, incluso en el tenso momento en donde los muchachos se topan – por primera vez – con el desquiciado. Yo pienso que si el libreto hubiera encontrado otra vuelta de tuerca para provocar al sicópata, el puntaje hubiera mejorado; y desde ya, con otro cast de tipos menos palurdos, la cosa hubiera ganado aún mas efectividad. Así como está Joy Ride es disfrutable… hasta que llegan esos momentos en donde uno cruje los dientes y se pregunta qué diablos estaban pensado los libretistas cuando escribieron esto. Por lo demás es un thriller sólido, el cual sería un pequeño clásico si no tuviera tantas cosas traídas de los pelos.