Artículos: In Memoriam: John Barry (1933 – 2011)

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Sabemos que nadie es eterno, y que muchos de nuestros ídolos están realmente grandes … pero aún así hay noticias que shockean. La muerte de John Barry es una de ellas, y responde a que crecimos con su música. El le dio forma al sonido de James Bond, y generó una multitud de partituras memorables. Aquí va nuestro sentido homenaje. – por Alejandro Franco

In Memoriam: John Barry: 1933 - 2011

Yo vengo de una generación muy vieja. Una en donde no existía Internet, DVD, ni siquiera el cable o la videocasstera. La gente, en aquella época, veía películas antiguas cuando se realizaban reestrenos en cines de barrio o de segunda línea, algo que generalmente para Semana Santa. Pero, salvo esas excepciones, no había otra manera de volver a vivir la experiencia de disfrutar un determinado filme.

A menos de que usted tuviera mucho dinero, fuera el afortunado dueño de un proyector hogareño de cine y tuviera el dinero para adquirir una copia de su película favorita en 8 mm (las que, muchas veces, consistían en versiones abreviadas de menos de una hora), no había otra manera de capturar la experiencia cinematográfica, tenerla en su casa y vivirla cuando uno quisiera. Y uno se veía obligado a apelar a otros medios complementarios. Adquiría el libro del filme… o compraba la banda de sonido. Y, si ésta era memorable, terminaba por transformarse en algo que uno tarareaba durante meses. Cuando uno silbaba el tema de 007, revivía toda la persecución que padecía Sean Connery y su diminuto autogiro sobre los volcanes de Japón cuando las masivas fuerzas enemigas de SPECTRE intentaba liquidarlo. Y uno tenía toda esa magia compactada en un viejo y desgastado disco de vinilo que sonaba con fritura a 33 RPM.

En Uruguay uno podía vivir la experiencia 007 durante un par de semanas al año, sea en época de reestrenos o bien cuando llegaba la última aventura de Roger Moore. Pero, el resto del tiempo, la experiencia era mental y sonora. Yo he gastado mis suelas recorriendo la feria montevideana de Tristán Narvaja una y otra vez, buscando sin cesar las bandas de sonido de las películas de 007 que había estrenado veinte años antes, de cuando yo aún no había nacido. Era como buscar el Santo Grial, fragmentado en una decena de pedazos – tantos como filmes de 007 existían para ese entonces -.

Y por supuesto la experiencia sonora 007 era la experiencia John Barry. Un tipo que hacía bandas sonoras sin desperdicio. En 10 o 12 temas, cinco de ellos eran memorables. Los temas de amor, o la música de las persecuciones. Por supuesto está el delicioso tema de 007, injustamente olvidado… pero también están los motivos musicales de Goldfinger. Ya no hablo sólo de Shirley Bassey estremeciendo nuestra piel con su voz; está la marcha militar del raid sobre Fort Knox, o el tema incidental de la pelea entre Bond y el indestructible secuaz Oddjob. O las expediciones submarinas de Operación Trueno. O los deliciosos motivos musicales basados en la canción de Sólo se Vive Dos Veces. Y por supuesto, el tema instrumental de Al Servicio Secreto de Su Majestad. Esas trompetas sordas que sonaban en el fondo y marcaban el ritmo…

Es cierto que la etapa más brillante de Barry coincide con el auge del James Bond de Sean Connery. La saga 007 le dio una marquesina sin igual a este músico de jazz que fue llamado de urgencia para solucionar la desastrosa banda sonora que paría con exasperante lentitud Monty Norman para la película de espionaje Dr.No en 1962. Fue Barry el que tomó el tema de Dr. No Fantasy, lo apuró y le puso las guitarras electricas, convirtiéndolo en el tema de James Bond que todos conocemos. Oh si, las corcheas las puso Norman pero el ritmo lo puso Barry. Y la prueba de su genialidad es que Monty Norman no hizo nada decente en en los 50 años posteriores de carrera mientras que John Barry se cansó de cosechar honores y Oscars.

El Bond de Connery era épico y memorable, porque se basaba en el original de Fleming y era fresco. La gran mayoría de esos filmes son clásicos. Luego vino Moore y el tono adulto de la saga se rebajó para masificarlo, perdiendo algo de su misticismo. Y Barry se vió obligado a standarizarse, a ponerse a tono con los tiempos. Experimentó con tonos pop, metió sintetizadores. Intentó reciclar sus viejos éxitos en nuevas versiones, como pasó con Lulú y El Hombre del Revolver de Oro, que era un pálido intento de llegar a algo parecido al megahit de Goldfinger. El Barry de esa época seguía siendo disfrutable, pero también daba muestras de cansancio creativo. De a poco, comenzó a alejarse de la saga. Vinieron George Martin, Marvin Hamlisch, Bill Conti… y Barry terminaría por despedirse de la serie en 007: Su Nombre es Peligro. Una banda de sonido deliciosa, pero que Barry terminó con gran esfuerzo.

El tema era que, por un lado, Barry sentía que se estaba copiando demasiado a sí mismo. Y, por otro, su salud comenzaba a resentirse. En 1989 tuvo una cirugía de garganta y tuvo que dejar la banda sonora de Licencia Para Matar en manos de Michael Kamen. Y ese fue el adios definitivo. Su último gran aporte fue recomendar a David Arnold para que tomara la posta a partir de la soundtrack de El Mañana Nunca Muere.

Por supuesto Barry es autor de montones de partituras memorables pertenecientes a otros filmes. Perdidos en la Noche, Danza con Lobos, la serie Dos Tipos Audaces, Out of Africa… pero, para nosotros, es el ídolo que definió el sonido Bond, y el padre de la música que nos acompañará hasta nuestra muerte. Porque allí, en los viejos discos de vinilo que comprara en Tristán Narvaja hace más de 25 años o en los impecables CDs que lucen orgullosos en los estantes de mi discoteca, yace durmiente John Barry, esperando a que lo reviva una y otra vez cada vez que preciso emocionarme. Porque cada vez que 007 lanza una trompada o realiza un escape imposible, es John Barry el que suena en nuestras mentes.