Crítica: El Gran Gorila (Mighty Joe Young) (1949)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1949: Robert Armstrong (Max O’Hara), Terry Moore (Jill Young), Ben Johnson (Gregg Johnson), Lora Lee Michel (joven Jill), Denis Green (Crawford), Frank McHugh (Windy)

Director: Ernest B. Schoedsack, Guión: Ruth Rose sobre una historia de Merian C. Cooper

Trama: La joven Jill Young vive en Africa y ha adoptado como mascota a un bebé gorila, al cual llama Joe. Con el paso de los años Joe se convierte en una criatura enorme y se mantiene dócil a las órdenes de Jill. El empresario Max O´Hara, de safari en Africa, descubre a Joe e inmediatamente convence a la muchacha de llevar al gorila a Nueva York para montar un lujoso espectáculo en su nuevo night club. Al principio todo va bien, pero la joven comienza a senitr de que ésta no es vida para Joe. Y con las agresiones del público, el gorila se vuelve cada vez más violento. Hasta que en una desafortunada noche, Joe Young es provocado por unos borrachos, y termina por liberarse de su jaula. Ahora la policía de Nueva York se encuentra tras los pasos del gorila para exterminarlo, mientras que Jill intenta por todos los medios salvarle la vida.

Mighty Joe Young El Poderoso Joe Young viene de los creadores de King Kong, Ernest B. Schoedsack y Merian C. Cooper. Es como una especie de revancha light – acá el simio se salva y nadie muere -, salpicada con muchos toques de comedia. Y si bien financieramente no fue tan exitoso, consiguió un Oscar a los efectos especiales y obtuvo un pequeño status de culto.

Si bien Mighty Joe Young es una versión sanitizada de King Kong, no es una que no posea sus propios méritos. La historia es similar – empresario trae a simio enorme a Norteamérica, en donde se libera y desata el caos -, y hasta Robert Armstrong (el Carl Denham del King Kong de 1933) interpreta un rol parecido. En donde se diferencia Mighty Joe Young es que bien podría tratarse de una secuela de Kong destinada para toda la familia, en donde la bella hubiera domesticado a la bestia y vivieran en su paraíso particular hasta que la civilización los arranca y corrompe, pero logran regresar y recomponer sus vidas. Ciertamente el film tiene un espíritu naif que a veces es algo irritante – en particular en casi todas las escenas con Terry Moore -. El problema con Moore es que, además de ser mala actriz, pareciera querer sintonizar a Judy Garland en El Mago de Oz (1939). Pero tener como líder del elenco a alguien que siempre habla con voz de pito, ojos sobresalidos y que parece vivir en otro mundo (bueno, realmente vive en otro mundo!) es molesto; más si uno considera de que es una chica que ha estado manejando la hacienda de su padre en Africa desde hace meses… y no se la ha comido la marabunta. Al menos, en la remake 1998, Charlize Theron transpiraba mucha más personalidad.

El tema es que, si uno no compra la ingenuidad del papel de Jill, todo el resto del argumento se desmorona. Desde el engatusamiento por parte del empresario, hasta la colaboración en los actos teatrales que suenan bastante atroces – especialmente el del lanzamiento de monedas -. El resto del cast está muy bien – está Ben Johnson en uno de sus primeros papeles como un cowboy hosco pero de buen corazón; y Robert Armstrong roba la escena en cada una de sus apariciones como el empresario charlatán y fabulero -. Pero la verdadera estrella es sin dudas Joe Young. Aquí Ray Harryhausen le da vida al simio, si bien los méritos se los lleva (o roba) su jefe Willis O´Brien, quien diseñó las escenas. El gorila es muy expresivo y tiene suficiente personalidad para llenar la pantalla. Además Harryhausen le incorpora un montón de tics que lo hacen realmente un ser viviente. Ciertamente los defectos del stop motion siguen a la vista – los movimientos son toscos -, pero esto está compensado por las fabulosas coreografías en que se ve envuelto el muñeco. Si bien todos hablan de la secuencia final en el incendio del orfanato – algo que parece tomado directamente de las aventuras del cine mudo, o de los seriales -, son muy superiores las escenas con los cowboys y el gorila (que Harryhausen reflotaría en El Valle de Gwangi), así como la batalla campal dentro del nightclub. Aún para el día de hoy y los modernos efectos especiales, son secuencias realmente excitantes – se suma a ello la maestría del director Schoedsack, que hace unos paneos sorprendentes e innovadores, con cámaras que se mueven con una gracia fabulosa a través del escenario -. Uno puede hablar de Fritz Lang o de Orson Welles como directores realmente innovadores en las técnicas de filmación; pero despreciar a Ernest B. Schoedsack y calificarlo de simple cineasta de seriales (o de cine de aventuras) es completamente injusto. El virtuosismo del manejo de los planos que posee es asombroso.

El Gran Gorila es un filme más que entretenido. Requiere mucha suspensión de la credibilidad, pero el carisma de los personajes lo vale. En especial Joe Young, que roba todas sus escenas simplemente porque están rodadas con maestría. Sin dudas un sólido clásico.