Crítica: It! (La Estatua Viviente) (El Golem) (1966)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

GB / USA, 1966: Roddy McDowall (Arthur Pimm), Jill Haworth (Ellen Grove), Paul Maxwell (Jim Perkins), Aubrey Richards (profesor Weal), Ernest Clark (Harold Grove)

Director: Herbert J. Leder, Guión: Herbert J. Leder

Trama: El joven Arthur Pimm se desempeña como ayudante del curador de un museo londinense. Al incendiarse un almacén del museo que contenía numerosas antigüedades, ambos deciden ir al lugar para investigar los restos; pero el curador aparece muerto a los pies de una enorme e impresionante estatua. Las tragedias continúan cuando la figura es trasladada al museo,y las víctimas siempre aparecen a sus pies. Pimm comienza a investigar y descubre que la estatua es en realidad el famoso Golem de Praga – una figura de arcilla que vuelve a la vida cuando se le inserta un manuscrito mágico en la boca -. El joven comenzará a explotar al Golem en provecho propio, eliminando a las personas que lo molestan; pero muy pronto terminará por darse cuenta que la estatua actúa por si cuenta y resulta imparable.

It! La Estatua Viviente (1967) Quien reviva al Golem en el siglo XVII ha de saber que el fuego no lo puede destruir;

Quien reviva al Golem en el siglo XVIII ha de saber que ni el fuego ni el agua lo pueden destruir;

Quien reviva al Golem en el siglo XIX ha de saber que ni el fuego ni el agua ni la electricidad lo pueden destruir;

Y quien reviva al Golem en el siglo XX ha de saber que ni el fuego ni el agua ni la electricidad, ni los malos actores, terribles directores y horrendos guionistas lo pueden destruir.

El mito del Golem es una pieza histórica fascinante que pertenece al folklore judío. En las leyendas populares, los Golems eran estatuas de arcilla que volvían a la vida después que un hombre santo las bendecía y les ponía un rollo con uno de los nombres secretos de Dios – Emeth – en la boca. Desde ese entonces eran fuerzas imparables al servicio del Rabí, creadas para la protección de la comunidad hebrea, y sólo podían ser desactivadas quitándoles el rollo de papel. La leyenda del Golem surgió a finales de la edad media, y la más conocida es la de la estatua creada por Judah Loew ben Bezalel en el siglo XVI. En sí el mito se basa en el Antiguo Testamento, en el texto sobre la creación de Adan a partir del barro; y el concepto sería una de las fuentes en las que abrevaría Mary Shelley para la construcción de Frankenstein.

Lamentablemente semejante premisa tuvo escasa acogida en el cine, quizás porque el origen del mito es religioso y hubo un deseo de no ofender la sensibilidad de la comunidad hebrea. Lo más conocido que dió el séptimo arte fue El Golem de 1921 de Paul Wegener, que recreaba la fábula de Judah Loew ben Bezalel; y luego hubo un capítulo de la serie Los Expedientes Secretos X sobre el tema. El otro ejemplo cinematográfico que trataba el mito es el que nos ocupa, aunque le hace un flaco favor a la popularización de la leyenda.

He aquí otra idea fascinante arruinada por un director idiota. Aquí el diseño del Golem es espectacular – parece una gárgola congelada en un gesto de grito eterno -, y resulta tan implacable como figura en la leyenda. El problema es que, dejando a la estatua de lado, el resto es una pavada. Comenzando por una irritante performance de Roddy McDowall, al que parece imposible tomarse algún papel en serio. Quizás la culpa no sea tanto de McDowall, especialmente si uno considera el texto que debe interpretar; en los cinco minutos iniciales nos enteramos que Arthur Pimm es un demente que vive con su madre muerta al mismo estilo que Norman Bates. ¿Para qué diablos incluyeron semejante estupidez?. Como sea, es una mera excusa para que McDowall sobreactúe el papel de loco hasta niveles más allá de la Vía Láctea.

El resto es bastante rutinario; chico loco enamorado de su compañerita de trabajo, presionado por sus jefes negreros y a los cuales empieza a despachar limpiamente a medida que descubren el secreto del Golem. En el medio McDowall hace dos millones de idioteces como para que no nos olvidemos de que lo odiamos. Y al final las cosas llegan a un climax lisérgico, con McDowall encerrándose en un castillo con la chica, el Golem como portero, y las fuerzas militares preparándose para lanzar una bomba atómica de bolsillo contra el monstruo (wtf!?) para rescatar a la muchacha. El Golem se salva pero, en vez de desatar una oleada de destrucción contra toda la humanidad, decide sumergirse en el mar y desaparecer. Chim, pún, este cuento se ha terminado.

It!, La Estatua Viviente podría haber sido muchísimo mejor con otro actor y con un guión más rutinario. Pero el director y guionista Herbert J. Leder no sabe cómo inyectar horror al relato y le agregó la sub historia de McDowall loco como una cabra, que termina resultando pésima. Leder solito se encarga de arruinar la película; bah, McDowall lo ayuda bastante con la tarea, y terminan por desperdiciar lo que podría haber sido un filme memorable.