Crítica: Iron Sky (Nazis en la Luna) (2012)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Australia / Alemania / Finlandia, 2012: Christopher Kirby (James Washington), Julia Dietze (Renate Richter), Udo Kier (Wolfgang Kortzfleisch), Peta Sergeant (Vivian Wagner), Kym Jackson (McLennan), Götz Otto (Klaus Adler), Stephanie Paul (presidente de los Estados Unidos)

Director: Timo Vuorensola, Guión: Michael Kalesniko

Trama: Una misión espacial norteamericana aterriza en el lado oscuro de la luna en el año 2018; pero al explorar los alrededores, el astronauta James Washington descubre una impresionante base secreta adornada con simbolos nazis. Sin dar crédito a lo que ven sus ojos, Washington es capturado y llevado frente a Wolfgang Kortzfleisch, regente del lugar, quien le explica que en 1945 un puñado de nazis escaparon del final de la guerra y han montado una base en la luna, aguardando el ansiado momento de la revancha. Ahora el moreno Washington ha sido “arianizado” y le han lavado el cerebro, razón por la cual colabora con Klaus Adler – el segundo al mando de la base nazi – para contactar a la presidente de los Estados Unidos y exigirle la rendición incondicional o el exterminio bajo el poder de las poderosas armas nazis… pero la jefa de estado considera que la presentación es una ingeniosa maniobra por parte de su jefa de prensa, y termina contratando a Adler y los suyos para que sean sus asesores de imagen. Y mientras Adler y sus huestes viven una vida de lujo en la Tierra y la presidente lidera las encuestas disparando encendidos discursos fascistas, el enfurecido Kortzfleisch viaja a los Estados Unidos a ver qué ha pasado con su demorada invasión. Pero su visita terminará por refrescar la memoria de Adler, disparando la traición y el ascenso al poder, y poniéndose al frente de una gigantesca armada espacial nazi que viene a la Tierra con el fin de exterminar a todo aquel que no se someta a sus designios.

Iron Sky Iron Sky es el debut en la pantalla grande del finlandés Timo Vuorensola, el mismo de la saga de fan films Star Wreckuna parodia casera de Star Trek que se transformó en un arrollador éxito en Internet -. Con unos millones de dólares bajo el brazo – fruto de una gigantesca cooperativa armada entre productores de tres países, donantes anónimos via Internet y colaboraciones especiales de todo tipo y color – Vuorensola se dió el gusto de crear otra película descerebrada destinada a convertirse en un clásico de culto desde el vamos: imaginen a un colonia nazi montada en el lado oscuro de la Luna en 1945, dedicada íntegramente durante décadas a construir una fuerza espacial imparable que les sirva para conquistar (y vengarse de) todo el planeta Tierra. Aún con un argumento tan delirante y juvenil, Iron Sky no es la obra maestra sicotrónica que todos esperan. La historia es demasiado episódica, y se alterna entre ideas brillantes y secuencias que son una tontería total. Aún así el filme destila más creatividad que una docena de películas hollywoodenses juntas, lo cual es de agradecer en esta época de ideas refritas y remakeadas.

Por supuesto la idea de nazis en el espacio no es nueva. El que inventó el concepto fue Robert Heinlein – el mismo de Starship Troopers – en su novela Rocket Ship Galileo (1947), en donde un grupo de adolescentes construía su propia nave espacial, llegaban a la Luna y se topaban con una base nazi construida por renegados que habían escapado justo antes del fin de la guerra. Luego hubieron varios cuentos, novelas, comics – me vienen a la cabeza las aventuras de Operator Nº 5 – e incluso episodios de la serie Star Trek que jugaron, de una manera u otra, con el tema. Y por supuesto está el mockbuster Nazis en el Centro de la Tierra (de la factoría The Asylum, y creado a último momento para explotar el posible éxito de la pelicula de Vuorensola) que toma la misma idea pero la traslada al medio de la Antartida. En todos los casos los nazis se preparan para la revancha y terminan por construir una masiva flota de platos voladores refrendados con esvásticas.

Acá Vuorensola ha llevado la idea al punto del paroxismo. Hay una completa civilización nazi en la luna, la cual vive como si fuera el año 1945. Los tipos se mueven en coches anticuados, y poseen una gigantesca computadora a válvulas. Incluso las nuevas generaciones engendradas en la base carecen de memoria sobre la guerra, y creen que el nazismo es una especie de doctrina conciliadora universal. Por supuesto eso no es lo que creen los altos mandos, quienes vienen construyendo naves desde hace décadas y preparándose para la revancha. No va que cae justo un astronauta afroamericano en la base como para que se disparen los acontecimientos. Por un lado el tipo trae tecnología de punta – más concretamente, un iPhone (!) – que sirve para activar el arma del juicio final aunque sea por dos minutos, ya que el teléfono se queda sin batería (!!); y, por el otro lado, lo utilizan como llave de acceso a la presidente de los Estados Unidos, una seudo Sarah Palin a la que sólo le interesan los sondeos de opinión sobre su imagen.

Si ustedes han visto Star Wreck: In The Pirkinning sabrán lo que pueden esperar de Vuorensola: mucho humor tonto y un par de hallazgos notables. Acá pasa lo mismo; las secuencias en la luna son bastante bobas y largas, pero las cosas se condimentan bastante cuando la misión diplomática nazi llega a la Tierra. Al astronauta negro le hacen un bizarro proceso de arianización, con lo cual termina albino, enfundado en uniforme nazi y gritando Heil Hitler todo el tiempo (wtf!). Por su parte hay una instructora nazi que cree que la doctrina sólo habla de amor y paz y le muestra a los niños el “corto de 4 minutos” de Charles Chaplin El Gran Dictador, en donde se ilustran las intenciones amables del Führer. Por supuesto todo esto se va al diablo cuando este grupo pisa suelo terrestre. El astronauta negro / albino es abandonado a su suerte y se transforma en uno de esos típicos pordioseros dementes que enarbolan un cartel de “Nos invaden los Nazis del espacio!”, y la chica descubre que El Gran Dictador en realidad es toda una película de 125 minutos de duración que satiriza las barbaridades que cometía Adolfo Hitler en su época. Por su parte, el líder nazi termina siendo contratado por la presidente sarah-palinesca para que sea su asesor de imagen. En el momento más brillante del filme, vemos como la Palin se hace popular, utilizando los discursos y la imaginería propia del regimen nazi (algo que hace juego con la mentalidad fascista de su versión real).

Hasta ese entonces Iron Sky apuntaba a convertirse en una gloriosa sátira política – si Kubrick ya le había sacado punta al imperialismo norteamericano en Dr. Strangelove, no quiero ni imaginar el festin que se podría haber dado si hubiera contado con este libreto -; el punto es que Vuorensola decide recular, alivianar las cosas y meterse en el terreno de la acción, aplicando todas las artes aprendidas en Star Wreck. Oh, sí, hay una gloriosa armada espacial nazi que se agarra a bombazo limpio con una enorme flota internacional atestada de ilegales armas atómicas (!), lo que desata un masivo enfrentamiento que no tiene nada que envidiarle a Star Wars y sus secuelas. Por supuesto el episodio tiene su gracia, pero su inclusión se ve algo forzada con el lineamiento que venía tomando la película – el segundo al mando de los nazis decide a último momento regresar a su plan original, luego de verse obnubilado por la vida de placeres que le daba el vil capitalismo norteamericano -. Eso no quita que, después de una secuencia de despliegue masivo de naves – que incluye platos voladores nazis y zeppelines espaciales (!) – el libreto termine con un par de notas bien altas y polémicas. Al final los nazis son menos perversos que los ambiciosos norteamericanos, y el futuro de la humanidad reside en el lado oscuro de la luna mientras que el resto del mundo se mata por la codicia.

Iron Sky es una película dispar, pero en absoluto es una pérdida de tiempo. Quizás es demasiado nerd, y quizás tenga serios altibajos con la historia, pero desborda de creatividad y eso ya es digno de festejo. Ojalá el filme tenga la recepción que se merece y permita que Timo Vuorensola siga rodando cine, de manera que el negocio le brinde la oportunidad de madurar y perfeccionar su estilo. El tipo sabe hacer locuras lindas, y sería fantástico poder ver más películas suyas de acá a un tiempo.