Crítica: El Hundimiento del Japón (Japan Sinks) (Nihon Chinbotsu) (2006)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

Japon, 2006: (Toshio Onodera) Tsuyoshi Kusanagi, (Reiko Abe) Kou Shibasaki, (Yusuke Tadokoro) Etsushi Toyokawa, (Saori Takamori) Mao Daichi, (Shinji Yuki) Mitsuhiro Oikawa, (Misaki Kuraki) Mayuko Fukuda, Tamae Tanokura (Hideko Yoshida), (Profesor Fukuhara) Akira Emoto, (Kyosuke Nozaki) Jun Kunimura, (Primer ministro Yamamoto) Koji Ishizaka

Director: Shinji Higuchi, Guión: Masato Kato sobre la novela homónima de Sakyo Komatsu, Musica – Taro Iwashiro

Trama: El equipo de investigación del profesor Yusuke Tadokoro ha descubierto que el proceso de desplazamiento de las capas tectónicas sobre las cuales se asenta el archipiélago japonés se ha acelerado. Tadokoro contacta a las altas esferas gubernamentales y el primer ministro Yamamoto realiza intensas consultas con personal especializado para establecer un gabinete de crisis. Los pronósticos han pasado de un plazo de años a algo más de 300 días, hasta que las placas se hundan en el oceáno y terminen por arrastrar a todo el Japón. Toshio Onodera es un colaborador de Tadokoro que se ve envuelto sentimentalmente con Reiko Abe, una socorrista que le salvó la vida. Mientras, el éxodo masivo del pueblo japonés sume en el caos a toda la nación, con el desplome de las bolsas mundiales y la reticencia de los países cercanos a recibir tanta cantidad de inmigración súbita. La única esperanza radica en un plan desesperado de Tadokoro, de plantar una hilera de bombas con potencia superior a la nuclear, a lo largo de la placa principal con tal de amputarla y evitar el arrastre final de todo el archipiélago. Pero el tiempo juega en contra y, con los hechos acelerando su paso, parece imposible detener la hecatombre que le costará la vida a millones de personas.

El Hundimiento del Japon (2006) A estas alturas hay que pensar seriamente en el Japón como en un pueblo de masoquistas. Es cierto que su historia es amarga, comenzando por el bombardeo del 45 sin ir mas lejos. Pero desde los cincuentas hasta ahora, el pueblo japonés se ha regodeado con miles de destrucciones masivas de su amada tierra… al menos en la pantalla grande. Godzilla, robots gigantes, alienígenas de todo tipo y color… ¿cuántas veces han reconstruído al Japón en las últimas décadas?. Sin duda, es un pueblo con empuje.

Pero salvo algún episodio perdido de la saga de Godzilla, o bien algún animé o siquiera alguna entrega de Akira Kurosawa, no han habido aproximaciones serias para reflexionar sobre un desastre de la magnitud del bombardeo atómico. Hay flirteos pero no enfoques directos. Y en vez de ir hacia el pasado, los cineastas japoneses se han deleitado con presentar presentes y futuros alternativos donde alguna amenaza de turno sea tanto o más devastadora que el vuelo del Enola Gay sobre Hiroshima.

Quizás de entre todos los intentos relativamente más serios figure El Hundimiento del Japon (1973), donde cataclismos marinos provocaban el derrumbe de todo el Archipiélago. Uno no conoce el film original, aunque las críticas que abundan en Internet no dicen nada bueno. Ahora nos llega esta remake, con toda la parafernalia que Japón ha sabido desplegar en sus últimas producciones de cine catástrofe.

Viendo la fecha del film original, uno piensa inmediatamente en el auge del cine catástrofe en los años 70. Y para el 2000, con el tibio resurgimiento del género (Volcano, Dante´s Peek, Deep Impact, etc) pareciera lógico hacer la remake. Si uno se ciñe al aspecto visual es sencillamente impactante, con uno de los mejores filmes japoneses en efectos especiales de los últimos años.

Toda la lógica interna del film parece muy realista – sea leyenda urbana o no, lo cierto es que desde hace años que uno escucha que Japon está amenazado por un gran desastre natural que surgirá en el futuro y que será descomunal -, y la película sigue un ritmo documental muy bueno. Las primeras alertas están filmadas con tensión, y el proceso de desarrollo de los acontecimientos es bastante coherente. Las movidas en el gobierno, la creación del ministerio de desastres, incluso el film se da el lujo de realizar algunas observaciones muy inteligentes – la cita entre el primer ministro y la ministra de desastres es excelente, donde Yamamoto le dice a su oyente: “he consultado muchas fuentes, y todas me han dicho lo mismo. Quizás deberíamos quedarnos y hundirnos con el Japón. Es nuestra tierra, aquí está todo lo que tenemos. ¡Ja!. Esto suena a una solución que sólo los japoneses podrían pensar.”.-. O el éxodo masivo, donde se golpean las puertas de todos los países y pronto comienzan a cerrarse los grifos para la inmigración – podrían evacuarse 30 millones de personas sobre alrededor de 130 millones que conforman la población japonesa -; las traiciones americanas – que liquidan sus acciones en multinacionales japonesas y terminan por desplomar la economía -, o las mentiras gubernamentales – dando pronósticos para 5 años con tal de poder controlar la histeria masiva -. En ese sentido es una película realmente bien pensada, e incluso algunas ideas parecen aggiornamientos de otros clásicos como Cuando los Mundos Chocan.

El problema (grande y grave) del film es que, en vez de haber seguido la trama tras los pasos de la ministra Takamori, o incluso del profesor Tadokoro, decide plantar el romance de turno entre el científico Onodera y Reiko Abe. Al menos el affaire podría haber seguido los clisés de turno y sería relativamente digerible, pero el drama es que resulta descomunalmente plomizo. Reiko ha perdido a sus padres en otros desastres naturales, quiere socorrer al prójimo hasta último momento, se hace cargo de un huérfana, se hizo la promesa de no amar a nadie más en su vida… mientras que Onodera es un pasmado sin sangre en el cuerpo que más que seguir a Reiko, es arrastrado por ella. No sólo no hay química entre los actores, sino que hay enormes silencios, huecos que quedan sin rellenar y que resulta imposible sentir algo por ellos más que deseo que desaparezcan de la pantalla (se los trague la tierra o les caiga una bola de lava) y aparezcan inmediatamente algún volcan explotando o bien la trama del profesor y su ex esposa que es la primer ministro (¿no suena parecido a Dia de la Independencia?). Como si el desarrollo dramático y romántico de la pareja no fuera lo suficientemente malo, le agregan a una niña que recogen en uno de los terremotos, que tiene a la madre en coma, y que le avisan que recuperó la lucidez… sólo para verla morir con las manos tomadas. Es horrible.

El romance desencadena en un terrible final, donde pareciera que los personajes recién se dieran cuenta que son humanos y cuando se acerca la hora final. A la legua se ve que Onodera tiene el cartel de mártir tatuado en la frente, pero la última noche de él y Reiko está tan mal escrita que nuestro héroe debe morir virgen por culpa de no sé que prejuicio (posiblemente el del guionista, que amputa la escena obligatoria de sexo con tal de permitir una calificación apta para menores). A partir de allí la película se descarrila hacia los típicos clisés del cine catástrofe, con las soluciones de último minuto, la oportunidad única de resolver todo pero queda una sola bala, etc, etc. Uno piensa dos cosas: a) con toda la tecnología que hay, por qué los detonadores en bombas sumergidas a miles de metros deben ser puestos a mano; y b) si en vez del explosivo N2 fueran bombas atómicas instaladas a lo largo de la placa tectónica japonesa, la comunidad mundial habría estado de acuerdo en contaminar radiactivamente a todo el oceáno Pacífico con tal de salvar unos pocos millones de japoneses (¿120, 130 millones quizás?).

No es un mal film. Hay escenas excelentes, como el derrumbe final en la montaña donde van los exiliados. Los japoneses no andan con medias tintas a la hora de matar protagonistas, y por eso su cine catástrofe es relativamente mejor que el americano. El único problema es que cuando Onodera y Reiko están en la pantalla, más vale que se duerma una siesta o pulse fast forward furiosamente en la video. Y cuando llegue el final, sólo piense en los gratos momentos que le ha dado el film con lo cual puede perdonarle la vida (y toda la rutina al estilo Armageddon). Los FX y los apuntes inteligentes del principio salvan al film de ser un tremendo desastre, y lo redimen del clímax rutinario y el pésimo romance. Por eso nos resulta recomendable.