Crítica: Horizontes Perdidos (1937)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 1937: Ronald Colman (Robert Conway), Jane Wyatt (Sondra), H.B. Warner (Chang), Edward Everett Horton (Lovett), Thomas Mitchell (Henry Barnard), Sam Jaffe (gran Lama), John Howard (George Conway),

Director: Frank Capra, Guión: Robert Riskin, basado en la novela homónima de James Hilton

Recomendación del Editor

Trama: El político inglés Robert Conway se encuentra en China, organizando la partida de los residentes británicos ante la inminencia de una violenta guerra civil. Pero el avión en el que viajan termina por estrellarse en las montañas del Himalaya. Habiendo sobrevivido al impacto, logran dar con una expedición que los lleva al Valle de la Luna Azul, donde reside una fantástica comunidad llamada Shangri-la, regida con imparcial justicia por el gran Lama. Conway descubre que su llegada a Shangri-la no ha sido accidental, y que en este fértil valle oculto entre las montañas se encuentra el secreto de la eterna juventud. Pero al encontrarse con el gran Lama, Conway se enterará que ha sido elegido para continuar su tarea y erigir a Shangri-la en el último bastión de la humanidad ante la inminencia de una apocalíptica guerra mundial.

Horizontes Perdidos Habiéndose fascinado con los relatos del expedicionario Joseph Rock sobre sus viajes al Tibet, el escritor James Hilton decidió utilizarlos de base para crear una visión utópica acerca de la existencia de un paraíso terrenal oculto en la cordillera del Himalaya. El resultado fue la novela Horizontes Perdidos (1933), la que rápidamente acaparó la atención del público. Entre los interesados en el libro estaba Frank Capra – el paladín del cine optimista -, quien adquirió los derechos de la novela y generó la presente versión cinematográfica que data de 1937. El primer corte del film duraba 6 horas, tras lo cual Capra lo redujo a la mitad; pero las primeras previews resultaron un desastre, y el director volvió a editar el film hasta el corte final de 132 minutos. Lamentablemente esa versión se ha perdido, y numerosas reediciones posteriores terminaron amputándole enorme cantidad de segmentos. Recién en los años 70 se hizo una trabajo de restauración – el original estaba casi destruido, pero se rescató la totalidad de la banda sonora, algunos fragmentos del filme y el resto se completó con fotografías para compensar las escenas perdidas -, lo que terminó por reestablecer la visión original de Capra.

Es ciertamente una visión utópica, ingenua y optimista. Pero es un filme completamente agradable, mas allá de algunas fallas y manipulaciones que realiza la historia. El segmento inicial es realmente muy bueno, y he aquí de donde se copió George Lucas para la apertura de Indiana Jones y el Templo de la Perdición – falta que el avión dijera “aerolíneas Lao Che”; e Indy, en vez de toparse con Shangri-la, termina por encontrarse con una comunidad india -. Las mejores bazas de la película pasan por el carisma de los protagonistas, en especial de Ronald Colman que compone a un héroe típicamente Capriano: honesto, gracioso, razonable y carismático. Su performance es tan natural que es un ejemplo de actuación impecable.

El tema es que, una vez llegado a Shangri-la, el filme se ralentiza en gran parte por el tono discursivo del libreto. El caracter del hermano de Conway es introducido artificialmente como el único medio de generar conflicto y drama en una comunidad tan armónica – es el que insiste en huir de Shangri-la -. De hecho, los diálogos y las situaciones a veces están tan impregnados de moralina – buscapleitos y ladrones se rehabilitan; la chica al borde de la muerte se sana; la visión armónica del Lama sobre su comunidad; el hecho de que todos los personajes que viven en el pecado o son violentos terminan por morir – que bordean lo cursi, pero las performances y la buena onda del filme terminan por hacerlos perdonables. En todo caso, el único que desentona es Sam Jaffe, cuya interpretación del gran Lama es bizarra.

No es dificil entender el éxito que tuvo Horizontes Perdidos (y el cine de Frank Capra en general). En 1937, las nubes tormentosas de la guerra se cernían sobre Europa. Lost Horizon se transformó en un oasis de 132 minutos para escapar de la locura del mundo real. No es perfecta – incluso para los equilibrados lamas, las mujeres eran objetos que se podían compartir para evitar altercados; y el final podía haberse podado directamente, rearmándolo con algo mucho más simple como el regreso de Colman a Shangri-la en vez de un rescate, una huida, y un complicado peregrinaje a la ciudad oculta -, pero su optimismo termina por contagiar. Incluso su visión sobre la realidad de aquel entonces es particularmente sombría – Colman es el elegido para continuar la tarea del lama y guiar a Shangri-la, ya que cuando la guerra estalle va a despedazar al mundo y el paraíso tibetano va a ser la fuente cultural de la reconstrucción de la humanidad -; pero esto le da fuerza a su caracter de fábula pacifista. Y sin dudas es un clásico sólido que mantiene su sabor a pesar del paso de los años.